«Slumdog Millionaire» – ¿Qué diablos puede saber alguien terriblemente pobre?

Ni por asomo creía que “Slumdog Millionaire” (2008) iba a resultar una experiencia “cinéfaga” tan sumamente fantástica que me hiciera cometer el atrevimiento de recomendarla encarecidamente a todo hijo de vecino.

Como supongo habréis leído/visto/escuchado por ahí, la película cuenta la historia de Jamal Malik, un “slumdog” (algo así como “perro callejero” o, lo que es lo mismo, cualquiera que crezca en un barrio marginal) de 18 años que está a una pregunta de ganar 20 millones de rupias en la versión hindú del mundialmente famoso concurso “¿Quiere ser millonario?”.

Evidentemente, y tal y como afirma uno de los personajes de la cinta, “¿Qué diablos puede saber alguien terriblemente pobre?” Y es precisamente esa injusta etiqueta la que lleva a Jamal a ser detenido por tramposo (antes de esa última pregunta) y torturado para que confiese cómo demonios ha conseguido llegar tan lejos.

Ante el persistente silencio del muchacho, el inspector de policía de Mombai se encargará personalmente del interrogatorio y, provisto de una cinta de vídeo en la que ambos visionan el programa, conocerá por boca de Jamal por qué se ha presentado al concurso y, lo que es más importante, por qué es capaz de responder todas las preguntas comprobando que su “escuela” no ha sido otro lugar que la calle en la que él y su hermano Salim crecieron solos y desamparados tras la muerte de su madre en un ataque de hinduistas contra musulmanes.

Jamal explicará, a través de flashbacks, la durísima infancia y adolescencia que sufrió junto a Salim y cómo determinadas situaciones le permitieron saber, por ejemplo, qué lleva el dios Rama en la mano derecha, quién es el presidente que aparece en los billetes de 100 dólares o qué poeta hindú escribió la letra de la canción “Darsham Do Ghanshyam”. Y no es que nuestro héroe (porque lo es) sea ningún genio, simplemente está disfrutando de un increíble y espectacular golpe de suerte (y ya era hora).

Teniendo en cuenta esta breve sinopsis, “Slumdog Millionaire” se vertebra en tres tramas que convergerán al final: por un lado el interrogatorio en la comisaría de Mombai, por otro el concurso millonario y, finalmente, esa sucesión de flashbacks ya citada que no sólo nos permitirá conocer la infancia y adolescencia de Jamal, sino mostrarnos un retrato crudísimo de la India.

Sin embargo, no podemos olvidarnos del tercer vértice de este triángulo que ya conforman Jamal y Salim y ese vértice no es otro que la hermosísima Latika: otra niña de la calle cuya vida transcurrirá ligada a la de los dos hermanos y, sobre todo, a la del primero que sentirá un profundo e inquebrantable amor hacia ella.

Mucho más podría explicarse sobre el argumento de “Slumdog Millionaire”, pero prefiero recurrir al tópico de “una imagen vale más que mil palabras” porque en esta película se cumple a la perfección.

En cuanto a aspectos más técnicos, poco puede reprochársele a Danny Boyle (sí sí, el de “Trainspotting” -1996-, “La playa” -2000- o “28 días después” -2002-, entre otras) que lleva a cabo una dirección con un más que evidente sentido del ritmo narrativo con escasísimas fisuras. El dinamismo arrollador que caracteriza la historia (adornada por una soberbia fotografía) decae levemente en su tramo final cuando ésta toma unos derroteros algo dulzones presentándonos un desenlace ¿demasiado? feliz. Pero, qué queréis que os diga, tras padecer las vicisitudes del pobre Jamal no hay nada que más apetezca que ver cómo (por fin) se cumplen todos sus sueños. Creo que, precisamente, es ahí donde radica la razón de ser de esa (criticada) escena final al más puro estilo Bollywood que se erige en perfecto broche de oro a una historia con visos de cuento de hadas. Y es que de vez en cuando sienta de maravilla terminar una película con una agradable sonrisa en los labios.

A destacar también la fresca, exótica y “adrenalínica” BSO de A.R. Rahman y M.I.A. que no sólo opta al Oscar, sino que también goza de dos nominaciones más en la categoría de Mejor Canción con las bollywoodienses “Jai ho” y “O…Saya”.

Pero no sería justo (ni objetivo) dejar de señalar un par de aspectos negativos. El primero de ellos es el idioma utilizado puesto que, si exceptuamos la parte que muestra la infancia de Jamal, Salim y Latika, el resto de la cinta opta por el inglés (“problema” resuelto cuando se estrene doblada el próximo viernes 13 de febrero). Supongo que la elección idiomática de Boyle tiene cierta lógica si pretendía que su película pudiera ser accesible al público anglosajón. Por otro lado, algunas de las preguntas planteadas al joven Jamal son ciertamente sencillas y sino, fijaos en la que puede convertirlo en millonario.

En cuanto al apartado interpretativo, quisiera destacar esos estupendos Jamal-Salim-Latika niños (Ayush Mahesh Khedekar, Azharuddin Mohammed Ismail y Rubiana Ali, respectivamente) no superados por sus correspondientes actores adultos (Dev Patel, Madhur Mittal y la bellísima Freida Pinto).

Robo, miseria, prostitución, ciertos toques de humor, mafia, asesinatos, explotación infantil, ajustes de cuentas, maltrato, dinero, hambre, traiciones, amor (mucho amor) y la exuberante y colorista India, se combinan en esta originalísima, vitalista y mágica película (premiada con cuatro Globos de Oro) que, creo sinceramente, se merece con creces estar entre las grandes nominadas a los Oscar de este año.

 

 

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Briony