Dos son las películas sobre Superman protagonizadas por Christopher Reeve consideradas como “buenas”, dos los directores encargados de realizarlas y, también, las versiones que hay de esta Superman II. El plan original de grabar dos películas de forma simultánea no llegó a buen puerto tras las constantes discusiones entre el director Richard Donner y los productores, que culminaron con el despido del primero y su sustitución por parte de Richard Lester, quien terminó el rodaje y se encargó de que la secuela llegase a los cines. Superman II puede verse como una continuación directa de su predecesora, con una historia que empieza justo después del plan de Lex Luthor de destruir parte de los Estados Unidos, y que ahonda más en los sentimientos entre Clark Kent y Lois Lane.
Fiel a su idea, la película empieza con un extenso resumen de la cinta anterior donde nos hacemos una idea de todo lo que nos hemos perdido. Lo que sí que no vemos en la versión de Richard Lester es cómo empieza la trama que ocupa esta secuela. Como recordaremos, Jor-El encerraba al general Zod y sus dos seguidores en una prisión conocida como La Zona Fantasma, pero una gran explosión les dejaba libres y listos para buscar lo que buscan la mayoría de los villanos: venganza.
Superman II no es perfecta, víctima de muchos cambios de guión y distintas visiones sobre el producto final, pero aun así logró crear una serie de imágenes, frases y personajes de sobra conocidos. Incluso para el que no ha leído nunca un cómic de Superman, el general Zod es la personificación de todos los generales malvados del universo, un tipo implacable obsesionado con la dominación y con que sus enemigos se arrodillen ante él. Y es justamente el heredero de Jor-El quien libera a Zod con una explosión nuclear en el espacio. En la versión que más veces hemos visto todos, dicho acontecimiento sucede cuando unos terroristas planean lanzar una bomba atómica desde la torre Eiffel, un plan que no tiene mucho sentido, pero que podría entenderse en una película destinada a un público infantil en el que lo que nos importa es más la sensación de peligro que la verosimilitud. Superman aparece poco después para frustrar sus planes, levantando uno de los ascensores de la construcción en el que se encuentra el arma y lanzándola al espacio, donde la detonación destruye la prisión de Zod. Que un hecho aislado como este prólogo active una de las tramas más importantes del personaje kryptoniano no es un prodigio de la escritura, pero en la versión de Richard Donner, es el misil enviado por Lex Luthor al final de la primera película y desviado también por Superman el que libera a Zod. Esto me parece mucho más coherente ya que junta a todos los villanos, en vez de que esto ocurra casi por casualidad.
Zod, Ursa y el mudo Non se dirigen hacia la Tierra, donde tienen un encuentro con unos astronautas en la superficie lunar, una muestra de cómo la película se hizo en una época en la que aún se soñaba, aunque fuera levemente, con la carrera espacial. Está cuidado el detalle de la baja gravedad, y también de lo mucho que les cuesta a los villanos entender el funcionamiento de la sociedad humana. Pero no tardarán en hacerse a la idea de que ellos pueden controlar el planeta entero en el que se encuentra el hijo de Jor-El, y someter al presidente de los Estados Unidos. Allí se les une Lex Luthor, que ahora fuerza más su aspecto cómico, porque uno de los cambios de esta versión con respecto a la anterior es su inclinación hacia la comedia, algo que se notaría mucho más en la decepcionante Superman III. Luthor ya sí que no parece un gran villano o cuenta con algún plan magnífico, es sólo un tipo con un alto concepto de sí mismo que decide ayudar a Zod a cambio de una parte del territorio humano. Pasando a ser un alivio cómico, serán los kryptonianos quienes representen una amenaza, sobre todo porque el personaje de Superman no estará ahí para detenerlos.
Convertido en un salvador casi a tiempo completo, Clark Kent tiene que dividirse entre su trabajo en el Daily Planet y también su relación con Lois Lane, que empieza a tener sus dudas sobre quién es el hombre tontorrón que trabaja a su lado. La idea de que Clark nunca está cuando aparece Superman es casi un chiste andante de la franquicia, pero Lois al menos posee algo de olfato periodístico para darse cuenta de que ambos siempre están en el mismo lugar ya sea París o las cataratas del Níagara, donde una madre ejemplar deja que su hijo se columpie al borde del abismo sólo para proporcionar algo de emoción en el metraje. Cuando Lois descubre la identidad real de Clark, éste tiene que tomar la decisión de si vivir como un mortal y compartir su vida con la mujer que ama o conservar sus poderes y su papel de salvador de la humanidad. Siempre se ha dicho que en realidad lo hace para no tener miedo de destrozar a Lois en un fogoso acto sexual alienígena, y Kevin Smith ya escribió parte de Mallrats con esa idea en mente, pero lo que nos importa es que Clark toma la decisión que él considera acertada en el momento más inoportuno. Con algo de humor que nos proporciona el enfrentamiento en el bar con el típico camorrista (y que sería recordado en Mano of Steel treinta años después) vemos que Clark es incapaz de hacer frente a esta amenaza que puede destruir el mundo. En la versión de Richard Donner, era Jor-El quien reaparecía en la Fortaleza de la Soledad para justificar que Clark recuperase sus poderes, mientras que en la de Lester, sólo vemos a su madre, a quien el cine no ha dado muchos minutos, pero que aquí se muestra como un ser comprensivo que, a pesar de todo, sólo es un holograma incapaz de abrazar a su hijo.
Para la época en la que se realizó, el duelo en las calles de Metrópolis está muy bien conseguido. La espectacularidad contrasta de nuevo con ese humor facilón y algo tonto con los viandantes que no se dan cuenta de la situación y hasta se ríen de las catástrofes, y la batalla final en la Fortaleza de la Soledad nos presenta un par de situaciones interesantes. La primera es saber qué narices es lo que lanza Superman sacado de su propio pecho y que sirve para atrapar a Non, y la segunda es que Luthor y Superman deciden aliarse para acabar con sus enemigos. Aunque lo más interesante es que para cumplir con su objetivo no sólo decide utilizar la cámara que quita los poderes, sino que miente a Luthor porque sabe que éste le traicionará al final. Recordemos que en la entrevista que le hizo Lois, Superman aseguraba que siempre decía la verdad.
En resumen, Superman II está a medio camino entre la espectacularidad y la parodia, víctima de las diferencias entre la visión humorística que planearon los Salkind y la solemnidad de Donner. Es una cinta hecha a tijeretazos, y que debería haber ido por otro camino, pero iba a ser el último atisbo de genialidad de una franquicia cuyas dos entregas siguientes iban a tener no sólo mucho menos presupuesto, sino también interés y genialidad, lo que haría que la saga se agotase y pasasen muchísimos años hasta que Superman regresase al cine con dignidad.
#1 por Vini el 12 noviembre, 2014 - 18:25
Muy buenoslos dos artículos.
#2 por Vini el 12 noviembre, 2014 - 18:26
Muy buenoslos dos artículos. Muy buenos. Gracias. Un saludo.
#3 por ubik el 25 noviembre, 2014 - 21:49
Lo que más se me quedó grabado de S2 fue sin duda los malos. Esos trajes de cuero negro, esa mirada GÉLIDA de la kryptoniana, la magnífica interpretación de Terence Stamp… la mejor prueba de que unos buenos malvados pueden poner en órbita una película.
Yo creo que no es casualidad que The man of Steele quisiera recuperar descaradamente el trío para prestigiar su argumento.
#4 por mys royal el 26 noviembre, 2014 - 18:49
La mejor de las tetralogía con muchísima diferencia. Se pelea con los tres malos malísimos que parecen el tridente catacroquer, y quedan poco miedito.