Remakes hay buenos y malos. Y siempre nos gusta quejarnos de que han hecho otro nuevo. Acordándonos de la película original y tachando de malo al remake, aún sin haberlo visto. Ultimamente estan llevando a cabo una actualización de películas de terror que albergan una gran calidad. Un ejemplo sería «Las Colinas Tienen Ojos». Para mí mucho mejor que la dirigida por Wes Craven.
El último en apuntarse al carro ha sido Jason. Y no me disgustó lo que ví. Aunque tambien es cierto que lo que vemos no se distancia de su esencia. Probablemente porque no hablamos de Hamlet y de que el esquema de matar a adolescentes a diestro y siniestro siempre no se puede romper así como así. Jason no es un villano que utilice el cerebro como Hannibal Lecter. Simplemente es un tío con una fuerza y una resistencia extraordinaria que le encanta empalar, degollar y destrozar a cualquiera que se cruce en su camino. Y si es joven mejor.
Hay que ir a ver «Viernes 13» el remake sabiendo a que atenerte. Los fans de la saga o del personaje, que los hay, pueden disfrutar como enanos. Los que quieran ver una película de terror donde pasen miedo, lo llevan crudo. Y los que quieran pasar un buen rato, sin pensar mucho, no creo que acaben del todo decepcionados. Osea, que las opciones son variadas. La labor de Marcus Nispel sí ha supuesto un cambio respecto a lo que se ha podido ver en otras entregas. Por lo menos en cuanto a la estética y otras cosas que comentaremos. Si ya hizo un buen trabajo en la nueva versión de «La Matanza de Texas», aquí no hay mucha distancia al respecto. Y si sumamos los buenos sabores de boca que han ido dejando los remakes de películas de terror ochenteras (véase entre otras el de «Halloween» y las que ya he citado anteriormente), habrá que pensar que «Pesadilla en Elm-Street» pueda acabar siendo una aceptable revisión de Freddy Krueguer.
Una de las cosas que se comentó por la web hacía referencia a que no podía ser un remake al uso de la primera entrega. Sobre todo porque el asesino no era el que todos pensaban, o que la máscara que luce Jason no se la ponía hasta la tercera entrega. En una buena maniobra de Nispel, consigue en breves minutos ponernos en antecedentes y seguir como si nada con la película. Es decir, mientras salen las letras finiquita la primera parte de la saga. De una manera mucho más espectacular que la de 1980. Ya te empiezas a oler que la cosa se ha actualizado, sin apartarse de su esencia.
Por supuesto las muertes tienen que ser elaboradas, en algunos casos. Así que la más acojonante la encontramos en el primer grupete de adolescentes lascivos que va asesinando uno a uno el hombre de la máscara de hockey. Concretamente la de la primera moza que enseña las tetas. Y es que aquí aumentan en número como no lo habían hecho antes. De cinco chicas que salen, tres acaban enseñando sus glándulas mamarias, y dos fornicando con los salidorros de turno. De ahí que la moraleja de este tipo de películas siga estando ahí. Si follas, te drogas, o no eres caucásico/a, no vas a acabar muy bien parado. Aunque en la película que nos ocupa vemos un detalle que se sale de lo establecido. Posiblemente una de las muertes que no me esperaba. Y es que siempre sabes quienes van a acabar con vida. Te lo hueles. Puedes ser que haya un susto final donde nuestro protagonista sanguinario acabe dando de nuevo la lata. Se ha visto en multitud de sagas con diferentes personajes. Pero aún así, sabes enseguida quien va a estar ahí al final y quién parece que ha sido contratado por una empresa de trabajo temporal y su aparición es más bien cortita.
Por supuesto tiene que ser todos majos. Rubias o morenas. Rubios o morenos. Un negro. O un chino. Y no nos engañemos, tienen que ser los graciosos que acabaran en alguna habitación o cobertizo haciendo el mingas y muriendo como manda el guión. La originalidad tiene que ser esa, pero ya sabemos lo que estamos viendo. Un déjà wu constante que tiene que ser aceptado para el disfrute de este tipo de películas.
Pero Nispel ofrece algún detalle a tener en cuenta. Jason emula a los infectados de 28 días. Corre, corre que se las pela. Ya no va pasito a pasito esperando que tropiece la borrega de turno. Que igual daba que le sacase dos kilómetros de distancia. Al final siempre las alcanzaba. Aquí da miedo verlo avanzar de un sitio a otro. La presencia física es incluso más imponente, así que si llegas a meterte un poco en la película, puedes llegar a sentir algo de angustia. Aunque a mí siempre me ha acojonado más Leatherface.
Aún no acaba ahí lo interesante de la película. Ahora podemos ver por donde se mueve Jason. Donde puede tener a esa víctima encerrada y dada por muerta o aparecer en otro sitio como si de Rondador Nocturno se tratase. Ese túnel inquitante donde no sabes por donde va a silbar el movimiento del machete de turno. Y es que posiblemente los momentos más agobiantes son protagonizados en ese escenario. Sin llegar al nivel de «La Casa de los 1000 Cadaveres» eso sí.
Nos encontramos ante una película de fácil digestión. Sin pretensiones de innovar, pero a años luz de la saga que parió a este icono del género de terror. Y eso ya es algo. Mujeres desnudas, sangre, persecuciones, nada nuevo pero con algo de frescura en su realización. No pidamos mucho más, que no está el horno para bollos.
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