«Man on Wire» – El crimen artístico del siglo

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En la pasada gala de los Oscar 2009, “Man on Wire” (2008) se alzaba con el premio al Mejor Documental. Cuando su director y (creo) productor recogían la estatuilla, un señor bajito, pelirrojo, de nariz respingona y pícaros ojos irrumpía en el escenario exultante de felicidad. Tras realizar un truco de magia al tiempo que agradecía a la Academia la concesión del Oscar, tomó el galardón y, colocándolo sobre su barbilla, lo mantuvo en equilibrio durante unos segundos mientras el público asistente al evento prorrumpía en aplausos. Ese hombre era Philippe Petit, el protagonista de “Man on Wire”: el relato de una de las proezas humanas más quijotescas, impresionantes, hermosas y escalofriantes que he visto.

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Cuando Petit contaba con 17 años, y era un funambulista en ciernes, acudió a la consulta de un dentista aquejado de un tremendo dolor de muelas. En la sala de espera hojeó una revista en la que descubrió una noticia que cambiaría el rumbo de su vida: en Nueva York iba a iniciarse la construcción de dos enormes torres en la isla de Manhattan. Automáticamente se le ocurrió la peregrina idea de tender un cable entre ambas torres y cruzarlo.

Los siguientes seis años de su vida, los dedicó a preparar semejante hazaña con la ayuda de unos amigos y su novia Annie. Y eso es precisamente lo que “Man on Wire” nos cuenta de forma exhaustiva y emocionante.

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Como si de una banda de delincuentes se tratara, Petit y sus “compinches” elaboraron un metódico plan para introducir un cable que pesaba más de 200 kilos en el World Trade Center, llegar hasta la azotea de las dos torres, lanzar el cable, anclarlo y tensionarlo y todo ello burlando la férrea seguridad de los dos rascacielos. Para conseguirlo no sólo viajaron hasta Nueva York en numerosas ocasiones, sino que visitaron las Torres Gemelas con el objetivo de recabar toda la información necesaria para llevar a cabo su idea.

Al mismo tiempo, Petit se preparó físicamente de forma concienzuda y emprendió otros proyectos por los cuales fue detenido: cruzó las dos torres de la Catedral de Notre-Dame en París y las del puente Harbour en Sidney.

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El 6 de agosto de 1974, Petit y sus colaboradores (divididos en dos equipos) consiguen llegar hasta las azoteas de las torres y pasan la noche colocando el cable de acero y los cavalettis mediante un ingenioso sistema.

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Finalmente, el 7 de agosto (Philippe estaba a punto de cumplir 24 años), el funambulista, vestido completamente de negro y sólo provisto de su barra de equilibrios desmontable, comenzó a deslizarse desde la Torre Sur por aquel cable de acero a más de 400 metros de altura. Eran poco más de las 7 de la mañana.

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Durante 45 minutos, Petit realiza sus acrobacias (llegó a cruzar hasta ocho veces la distancia entre ambas torres): se arrodilló, se sentó, se tendió sobre el cable y hasta saludó a los atónitos transeúntes neoyorkinos que no acababan de creerse que aquel punto negro y lejano que se movía, de forma casi mágica en el vacío, era un hombre.

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Lógicamente no tardó en hacer acto de presencia la policía que, tras amenazarlo con destensar el cable o recogerlo con un helicóptero, se rindió a aquel joven enclenque y absolutamente feliz y ante la proeza que estaban viviendo.

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Una incipiente lluvia y el peligroso viento que parecía iniciarse, fueron los que determinaron que Petit accediera a bajar del cable para ser detenido y esposado, inmediatamente, por la policía. Posteriormente los cargos (allanamiento y desorden público) fueron sobreseídos, se convirtió en una celebridad mundial y hasta se le obsequió con un pase VIP de por vida para visitar el escenario de su audaz hazaña.

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El director James Marsh elabora un relato emocionante (no carente de suspense) de los hechos utilizando, no sólo los testimonios de los implicados (algunos de ellos son incapaces de reprimir las lágrimas al recordarlo), sino fotografías y material filmado (en color y blanco y negro) de cómo llegó a urdirse el plan y algunas escenas dramatizadas que pretenden acercarnos a cómo fueron las horas anteriores a la realización de la proeza. Sin embargo son impagables los comentarios y recuerdos (ya plasmados en su libro “To Reach the Clouds”) de Philippe Petit que, casi 35 años después, es capaz de hacernos revivir con sus entusiasmadas y fascinantes palabras (subrayadas por sus, todavía, pícaros ojos) lo que fue aquel día.

No quisiera olvidarme de las nostálgicas imágenes que sobre la construcción de las Torres Gemelas incluye el director británico. Tras el atentado terrorista que las redujo a escombros, resultan particularmente paradójicas las palabras que se pronunciaron en su inauguración: “que realmente sirvan a los propósitos para los que se hicieron y que realmente promuevan no sólo la armonía entre los estados, sino la armonía y comunicación entre las naciones del mundo”. Curiosamente, Marsh no alude en ningún momento a la catástrofe y, por lo tanto, no conocemos lo que Petit sintió en aquel fatídico 11 de septiembre de 2001.

Tampoco se detiene demasiado en analizar las tensas relaciones mantenidas entre los que perpetraron el llamado “crimen artístico del siglo”, ni por qué la supuesta amistad surgida entre algunos de ellos fue diluyéndose.

Todo lo comentado anteriormente se halla acompañado de una soberbia BSO que incluye, entre otras, algunas de las más sobresalientes composiciones del siempre grande entre los grandes Michael Nyman. Maravillas como, por ejemplo, Fish Beach y Sheep and tides (“Conspiración de mujeres”, 1988), Time Lapse (“Zoo”, 1985), The Disposition Of Linen y Chasing Sheep Is Best Left to Shepherds (El contrato del dibujante”, 1982) o Memorial (El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante”, 1989) todas ellas extraídas de las BSO de las mencionadas películas del genial Peter Greenaway. A ellas hay que unir In The Hall Of The Mountain King de Edvard Greig, Albatross de los Fleetwood Mac o Gnossienne nº 1 y Gymnopedie nº 1 de Erik Satie. Esta última logra ponernos el vello de punta, puesto que sirve para acompañar a las imágenes de Petit en su osado paseo entre las Torres Gemelas.

“Man on Wire” ha obtenido, además del Oscar, el Gran Premio del Jurado y el Premio de la Audiencia en Sundance, el Premio Alexander Korda a la Mejor Película Británica en los Bafta y el de Mejor Película Documental en los Independent Spirit, entre otros.

Documental altamente recomendable (incluso para los que, como yo, padezcan algo de vértigo) . Y es que presenciar a Philippe Petit coqueteando con las nubes, es casi una obra de arte, es casi poesía.

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“Cuando veo naranjas hago malabares, cuando veo dos torres, camino” (Philippe Petit)

Trailer en español

 

Para ver la ficha de la película, pincha aquí

 

Briony

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  1. #1 por DAMIAN el 11 octubre, 2009 - 07:05

    increibleeeeeeee!!!!

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