Hace unos meses (hay que ver como pasa el tiempo), comencé una serie de reseñas a las que di el título de “Mis películas más tristes”, y que en principio iba a estar compuesta de seis. Se quedó en tres, y no porque no tuviera claro cuales son esas películas. Simplemente, (y que nadie me pregunte por qué, pues no sabría que contestarle), no la continué.
No estaba entre ellas “Cuando el viento sopla” (When the wind blows), y ahora me sorprende no haberla incluido cuando confeccioné la pequeña lista. La justificación la he buscado en que cuando se ha visto ya mucho cine, y de géneros tan diferentes, aunque se guarden las sensaciones que se ha experimentado con cada película, es difícil a la hora de hacer una selección que te acudan todas a la memoria. Y creo que eso ocurrió con esta.
Después de varios años, he vuelto a verla esta tarde, y ha sido la tercera vez que me he metido en la piel de los entrañables ancianos que la protagonizan.
Jimmy T. Murakami, que ya había trabajado en el género de la animación para televisión, pero que también había hecho un par de incursiones en el de la ciencia ficción para la pantalla grande, con personajes reales (su último trabajo por entonces, había sido «Los siete magníficos del espacio», rodada seis años antes), reparó en el potencial de la novela gráfica que Raymond Briggs había creado en 1982.
En los 80, la llamada «Guerra fría» entre Estados Unidos y la URSS, continuaba en vigencia, y la amenaza de una guerra nuclear seguía planeando sobre nuestro planeta.
La novela de Briggs, (escritor y dibujante británico de literatura infantil), era la recreación de un Apocalipsis mundial visto desde la perspectiva de una pareja de jubilados ingleses.
Raymond Briggs, que escribió el guión de la película, y Murakami como director, aunaron fuerzas para llevar a la pantalla una historia adulta de dibujos animados, que exigió un gran esfuerzo por parte de un numeroso equipo técnico.
Utilizaron renovadoras técnicas de animación, y construyeron maquetas de la casa en la que se desarrolla la historia, en tres dimensiones, y de paneles desmontables, filmando en primer lugar estos escenarios, fotograma a fotograma, proyectando luego los dibujos realizados a mano (previamente filmados como diapositivas) sobre ellos, y vueltos nuevamente a filmar, para el acabado que podemos apreciar en la película.
Si Murakami estrenó “Cuando el viento sopla” en 1986, ese mismo año, el 26 de abril, se produjo el accidente de la Central Nuclear de Chernobil, que liberó material radiactivo, en una cantidad estimada en 500 veces superior a la liberada por la bomba atómica que se arrojó en Hiroshima en 1945, y que provocó alarma a nivel internacional, al detectarse radiactividad en países de Europa septentrional y central.
Oportuna para aquel momento, y en nada desfasada para los tiempos actuales, nos muestra, a través de la solitaria pareja de jubilados que reside en su casita de la campiña inglesa, lo desprotegido que en cualquier lugar del mundo puede encontrarse un ciudadano de a pie, cuando sus gobernantes deciden comenzar una guerra.
La película da comienzo con unas secuencias de imágenes reales, que nos muestran una situación de conflicto, y que seguidamente dan paso a la presentación de James Bloggs (uno de los dos protagonistas), que lee en el periódico la información del enfrentamiento entre oriente y occidente, que está a punto de desembocar en guerra.
A partir de aquí nos metemos de lleno en la tranquila y bucólica vida de Jim, y su esposa Hilda, que está comenzando a alterarse a causa de las noticias que van llegando a través de los medios de difusión.
La pareja vive el uno para el otro. Jim está jubilado, e imaginamos que siempre ha sido el sostén económico de la casa y el cerebro pensante de la pareja. Hilda habrá sido la perfecta esposa que habrá esperado a su marido con la comida caliente, el hogar inmaculado, y que habrá preparado puntualmente el té a las cinco de la tarde. Se han complementado durante toda su vida, se quieren, y aún están enamorados.
Desde el principio sientes empatía por esos ancianos que hablan con un cierto desenfado infantil de lo que está a punto de ocurrirle al mundo. Su desenfado no significa despreocupación. Están preocupados, y han vivido ya otra guerra, pero vemos que no alcanzan a comprender la magnitud de esta que se va a desencadenar. No entra en sus sencillas mentes lo que puede suceder, si esas bombas nucleares llegan a ser detonadas.
Y es en este punto, cuando comenzamos a captar el mensaje de lo que nos están contando Murakami y Briggs.
Jim y Hilda, llevados a un extremo de inocencia, nos representan a todos los ciudadanos de a pie, inocentes también, e ignorantes de los entresijos políticos que se cuecen a nuestras espaldas, y que pueden derivar, como en la película, en una tragedia mundial. En ese momento estaremos tan solos como ellos, y serán los medios de comunicación los que nos harán saber las directrices de nuestros gobernantes para enfrentarnos a ese conflicto, dejándonos muy claro hacia donde tenemos que mirar para ver a nuestro enemigo, aunque no tengamos ni idea de donde está, y ni tan siquiera de quien es.
Pero la pareja tiene confianza en su gobierno. Sus diálogos patrioteros a largo del film nos lo demuestra. Sus dirigentes son los triunfadores en la confrontación de la II Guerra Mundial. Hablan de ella, idealizándola, y alaban sus resultados, y el “progreso” logrado después de ella.
La preparación por parte de Jim, del refugio que supuestamente va a protegerles, siguiendo las indicaciones de unos folletos divulgativos que ha repartido el gobierno y de otros municipales que vuelven loco al hombre, porque no coinciden en los pasos a seguir, nos muestra también la forma en que se “contenta” a la ciudadanía: “Toma este folleto de instrucciones, y a correr”. No hay más.
Vemos como Jim construye ese frágil refugio con unas puertas arrimadas a la pared, y el colchón de su cama, mientras la radio va retransmitiendo las últimas noticias de la inminente guerra, hasta que comunican que esta ya ha estallado.
Las imágenes siguientes son sobrecogedoras, aunque se limiten tan sólo a mostrarnos la devastación que provoca la bomba en los alrededores de la casa de los Bloggs.
Cuando la onda expansiva llega a la casita, todo se ralentiza, y se para en la fotografía de bodas de la pareja, que se abre al pasado para mostrarnos a Jim y Hilda de jóvenes en los momentos más plenos de sus vidas.
Todo se calma, queda la lluvia radiactiva, y la pareja ha sobrevivido.
Lo que sigue no es desesperación, ni tan siquiera conformismo. Es vivir cuando el mundo ya no es mundo, pero intentando que lo sea, pase lo que pase. La pareja sigue adelante repitiendo las pautas de su vida, ya anterior. Hay que tomar el té… limpiar el polvo… salir al jardín. Parecen no concienciarse de lo ocurrido. ¿Y de que serviría? ¿Les serviría de algo continuar “protegidos” tras las puertas que componen su refugio? ¿Nos serviría a nosotros, concienciados o no?
Conforme avanza la película, escucharemos diálogos que irradian surrealismo, y que en ocasiones nos pueden resultar irritantes por su ingenuidad. Su buena fe y su sencillez abocan a un optimismo caricaturesco, pero es la manera que utilizan sus creadores para suavizarnos un tema tan comprometido, como es la destrucción masiva a causa de una guerra nuclear.
No se nos muestra el último estertor colectivo. Jim y Hilda son ese estertor. El resultado de la estupidez. La de ellos, y la de toda la especie humana.
La bomba no sólo ha devastado el entorno de su vivienda, arruinando sus vidas y reduciendo a polvo su mundo, porque aunque ellos se empeñen en no verlo, el resultado manifiesta lo absurdo de su confianza en unos gobernantes que no han movido un dedo para evitar el holocausto.
Sobrecogedora, realista, cruda, triste, tierna, antibelicista… «Cuando el viento sopla» nos habla de la vida, del optimismo, del amor, de la guerra, de la muerte… Y todo ello con tan sólo dos dibujos animados en la pantalla. Lo que nos demuestra que cuando se sabe lo que se quiere transmitir, y como hacerlo, no hacen falta los nombres de grandes actores en los títulos de crédito para tocar nuestra sensibilidad. Pocas veces unos personajes han podido acercarse tanto a nosotros como Jim y Hilda, con sus pequeñas miserias y grandezas.
Inolvidable película, y recomendable para todo el que guste del buen cine.
Una frase del film: «…con tantas organizaciones cuidando de nosotros, es imposible que nos pase nada»
¿Será verdad?
No puedo acabar el post sin mencionar su interesante banda sonora, a cargo de varios de los solistas y grupos de pop y rock más destacados de aquel momento. Génesis, Roger Waters, Pink Floyd y David Bowie, se encargaron de subrayar la acción de la película con su música.
Y también digno de mención es, su doblaje al español (para los menos puristas que no quieran escucharla en v.o.). Irene Gutiérrez Caba y Fernando Rey prestaron sus voces a la pareja protagonista, con un resultado perfecto.
En inglés, las voces son las de Jhon mills y Peggy Ashcroft.
La secuencia del estallido de la bomba
Para ver ficha de la película, pinchad aquí
#1 por legal el 21 febrero, 2009 - 21:48
Descarga legal de la película por P2P:
ed2k://|file|Jimmy_Teru_Murakami_-_When_the_wind_blows__Spanish_-_Cuando_el_viento_sopla_.mkv|864873688|97fdaf04bf213abbd2b4fd2e2fdf54ee|/
#2 por Carmen el 4 marzo, 2009 - 00:20
Sabeis de alguna web donde verla on line??