«Il Divo» – «Gobernar no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan» (Giulio Andreotti)

Si no hubiera tenido noticias de la existencia de Paolo Sorrentino (director de la interesante “Las consecuencias del amor”), dudo mucho que “Il Divo” (2008) se hubiera convertido en una de esas propuestas cinematográficas que no suelo perderme.

¿Y por qué lo dudo? Porque mi conocimiento de la reciente historia de Italia no es todo lo amplio que desearía y este hecho representaba un handicap a la hora de enfrentarme a esta especie de biopic. Sin embargo, mi interés por Sorrentino me decidió a verla y lo cierto es que no me ha decepcionado.

“Il Divo” se inicia cuando Giulio Andreotti (uno de los principales líderes del partido Democracia Cristiana) es elegido Primer Ministro por séptima vez y concluye con el declive del político italiano al ser requerido por la justicia en relación a ciertas acusaciones de corrupción que incluían posibles conexiones con la mafia y de las que, finalmente, fue absuelto.

Esta breve sinopsis encierra un complejo entramado de asesinatos, secuestros (centrado en el de Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas), corruptelas, suicidios, favoritismos y ansias de poder, protagonizado por políticos, mafiosos, asesinos a sueldo, periodistas o representantes de la iglesia de sobra conocidos por la sociedad italiana pero que para nosotros pueden resultar prácticamente desconocidos.

Sin embargo, Sorrentino imprime un tono tan original y sarcástico a su película que, aunque podamos “perdernos” en algunos momentos, seguimos manteniendo la atención en lo que se nos cuenta. De todas formas, el director italiano nos informa puntualmente de quién es cada uno de los personajes que interaccionan con el protagonista absoluto, cosa que se agradece.

A la citada originalidad contribuye la espectacular interpretación de Toni Servillo (“Las consecuencias del amor”, “Gomorra”) que compone un frío y calculador Giulio Andreotti. El retrato del mismo roza lo caricaturesco presentándonos a un individuo tétrico y siniestro (amplificado por la oscura fotografía que acompaña muchas de las escenas en las que aparece el político) cuyo aspecto recuerda al “Nosferatu” de Murnau. Impertérrito, aquejado de dolorosas jaquecas, creyente hasta la médula, vestido de riguroso oscuro o ataviado con sus características gafas, Andreotti produce cierto repelús cuando despliega ese poder maquiavélico (sin atisbo de escrúpulos y con mucha sangre en las manos) y mafioso (con ciertas reminiscencias con un “padrino”) del que hace gala.

La crítica brutalmente abierta y sin concesiones llevada a cabo por Sorrentino, no sólo incide en los hechos que provocaron el enjuiciamiento de Andreotti (cuya absolución no comparte el director), sino que su forma de tratar al personaje roza de tal manera lo cómico que destroza la escasa dignidad que todavía le quedaba.

La parodia se halla remarcada por alguna que otra escena ciertamente surrealista (que también ridiculiza a los colaboradores políticos del protagonista) y por ciertos temas incluidos en la tan excelente como hetereogénea BSO que cuenta, por ejemplo con el “Da Da Da” de los alemanes Trio.

Dentro del apartado de las interpretaciones insistir nuevamente en el excelente trabajo de Servillo y citar la breve (pero intensa) aparición de la fantástica Fanny Ardant.

Un biopic (Premio del Jurado en Cannes) para nada convencional que nos acerca la figura de uno de los hombres más influyentes en la política italiana que justificaba el mal para alcanzar el bien.

 

 

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Briony