Cómo ‘Desafío Total’ predijo Instagram

Desafío Total no es solamente una de las mejores películas de Ciencia Ficción, o de la carrera de Arnold Schwarzenegger. Es una de las más interesantes de todos los tiempos, una sátira que mezcla muy bien el humor, la violencia y lo espeluznante. Verhoeven nunca ha sido conocido por su sutileza, pero lo interesante no es sólo lo bien que ha envejecido, sino cómo en algunos casos, la idea de Phillip K. Dick sigue adelantándose a su tiempo, tocando los puntos que, a la larga, más impactarían al ser humano. Y es que esta película sobre agentes secretos en Marte y Mutantes Alienígenas predijo, hasta cierto punto, la obsesión de las personas con las redes sociales.

En realidad, El Juego de Ender ya predijo los foros de Internet mediante “tableros” donde los personajes proclamaban sus ideas revolucionarias. En la novela de Orson Scott Card, Ender y su hermana, utilizando un psudónimo, lograban alterar el orden social. Pero la idea de Dick es mucho más prosaica y, curiosamente, actual. Aunque en la novela corta en la que se basa la película es muy diferente, vamos a centrarnos en lo que más conocemos todos, que es la película de Schwarzenegger. En ella, un simple obrero de la construcción, deprimido por su vida aburrida y sin aparente significado, decide contratar los servicios de Memory Call, un sistema de injerto de memoria que le permitirá tener recuerdos de experiencias que no han sucedido.

En el caso de Quaid, su deseo siempre ha sido visitar Marte, (vete tú a saber por qué, teniendo en cuenta que está a punto de desatarse una guerra civil allá arriba). Pero debido a lo prohibitivo de los precios y la situación actual, decide injertarse unos recuerdos acerca de unas vacaciones allí.

La idea es simple: pagas una cantidad, te sientas en una silla, y te despiertas cinco minutos después con dos semanas de recuerdos completos, vívidos y detallados, de tus vacaciones en Marte. En algunos casos, los recuerdos son incluso mejores que la realidad, ya que no se alteran, se pasan por alto detalles o se degradan con el tiempo. Pero al ser un servicio destinado al público, Memory Call ofrece una serie de mejoras denominadas “Ego – tour”.

En el servicio Ego – Tour, los recuerdos pueden ser incluso mejores que la realidad. Ya lo dice el director de Memory Call: las vacaciones auténticas son un coñazo. O te pierden las maletas o topas con turistas roñosos. Por no hablar de la decepción de lugares emblemáticos que están saturados de turistas, contaminación, abandono o porque, como en otra ocasión dicen: ya no puedes ni subir las escaleras. Pero podemos ir aún más allá. ¿Por qué nosotros tenemos que ser los mismo, igual de bajos, gordos, faltos de carisma o pobres? ¿Por qué no alterar nuestra existencia para ser, al menos por unos días o por unos maravillosos recuerdos, un héroe del deporte, un playboy empresario o… un agente secreto?

Quaid no diseña unos recuerdos de una experiencia real. Paga por un servicio hecho a su medida, con morenas modosas y viciosas, y hasta con arquitecturas alienígenas que más tarde verá en su ensoñación. La película juega con la idea de que es posible que todo eso se base en experiencias reprimidas de Quaid, que ya sufrió un lavado de cerebro, pero también, que todo se lo esté inventando, y esté sufriendo un brote psicótico. Paga por lo que querría ver. O por lo que querría ser.

Salvando las distancias, los deseos de Quaid se acercan mucho a la realidad tanto del turismo como de las redes sociales. El término Ego – turismo ha saltado de la pantalla y se utiliza para referirse a esas personas que hacen de sus vacaciones y sus viajes un ejercicio de egocentrismo y falta de tacto total. Lugares emblemáticos como Londres, París o Roma sufren una saturación de turistas, que no quieren conocer la ciudad, sino experimentar una sensación que es muy posible que poco o nada tenga que ver con la realidad. Centrados en el yo y en el uso y consumo, el centro de muchas de estas ciudades está perdiendo su encanto y transformándose en un escaparate con Mcdonalds, Starbucks, y lugares similares. Sin educación ni respeto, muchas de las estatuas del Vaticano han sufrido vandalización por parte de unos turistas que creen que todo gira en torno a ellos y exclusivamente ellos. Para este tipo de turista, Venecia no es una ciudad sino un decorado repleto de las famosas “photo – ops”. Y dichas imágenes tienen que ser muchas veces retocadas y modificadas para presentar una imagen mejor de nosotros mismos. No importa haber visitado el Big Ben. Nuestros contactos tienen que saber que hemos estado allí. Pero hazme diez fotos, cariño, y ya elegiré yo la mejor de todas. Así, como si no estuviese prestando atención.

La representación más clara del Ego – Tour.

Esta necesidad de presentar nuestros mejores momentos (aunque sea de forma alterada) puede llevar incluso a una frustración constante, porque los lugares emblemáticos pueden no serlo tanto, o no tener unos jardines verdes los doce meses del año. Al final, la realidad es simplemente insuficiente para aquellos que van esperando una serie de emociones y sensaciones fuertes de manera constante, y necesitan algo más.

Como por ejemplo, viajar a Marte.

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