¿Os habéis dado cuenta de que cada vez hay más documentales sobre asesinatos reales? El género True Crime nunca ha sido tan popular, y si tuviese que encontrar alguna de las razones, no me quedaría solamente con que el público responde favorablemente a este tipo de productos, como si fuesen culebrones televisivos. Creo que se debe también a la enorme facilidad de su producción. La tele-realidad, como la llaman en ocasiones, no necesita de complejos libretos ni esforzados guionistas. Solo tiene que limitarse a demostrar que la realidad suele ser mucho más inquietante y perversa que cualquier film de Hannibal Lecter. Desde las cintas de Ted Bundy a la oscuridad tras el Bikram Yoga. Ya tienes los personajes, la historia y los supervivientes. Solo tienes que recopilar toda la información, sentar a los testigos frente a la cámara, y darle a grabar.
Así, el público se convierte en partícipes de las historias, a las que no les faltan villanos de calidad. En el caso de ‘Don’t F*uck with Cats’, la línea entre espectadores y protagonistas se diluye hasta el punto en que pueden convertirse en detectives… y en víctimas.
Antes de nada, soy consciente de que a lo mejor pueden pasar días sin que publique en este blog. Hasta dentro de un par de meses, no tendré más tiempo en el trabajo para poder hacerlo de forma diaria, así que tendréis que disculpar si existen enormes variaciones en el ritmo de publicación. Aunque tengo muchas películas sobre las que escribir, tengo que obligarme a mí mismo para encontrar una razón de compartir lo que pienso con los demás. En el caso de este documental de tres capítulos de una hora de duración, con lo que yo me quedo es con el subtexto tan inquietante que te transmiten los dos entrevistados, algo que funciona, pero solo a medias.
Un poco de contexto. En 2010, en la maraña de páginas web de dudoso contenido que podemos encontrar en internet, aparecieron una serie de vídeos en los que un chico, con la cara oculta tras un enorme flequillo a lo River Phoenix, metía dos gatitos en una bolsa de vacío y extraía el aire con una aspiradora. En otro vídeo, titulado «Bath time», otro precioso gato de enormes ojos claros era ahogado en una bañera. El tercero, mostraba a un nuevo cachorrito siendo devorado por una pitón. Cuando sus vídeos se hicieron públicos, un grupo de indignados internautas abrió un perfil en Facebook con la determinación de capturar y entregar a la justicia a aquel sádico, y recopilaron información durante dos años basándose en las pocas pistas que podían conseguir. Convirtieron sus vídeos en fotogramas fijos y recopilaron información respecto a la forma de los enchufes, de los pomos de las puertas, del modelo de aspiradora utilizada para asfixiar a los gatos, etc etc.
El responsable resultó ser Luka Magnotta, un actor porno gay fracasado que arrastraba una turbulenta infancia acompañada de una personalidad narcisista y una admiración por asesinos en serie y divas del séptimo arte. Las razones por las que alguien decide asesinar animales no están muy claras, pero todos sabemos dos cosas: 1º que compartir los vídeos demostraba una enorme necesidad de atención y 2º al final dará el salto a asesinar a seres humanos. Cosa que hizo con el vídeo «1 lunático 1 picahielos», y que mostró el asesinato de Jun Lin, acompañado de gráficas escenas de descuartizamiento y necrofilia.
Estos vídeos eran analizados por personas anónimas, como John Green y Deanna Thompson, que tras descubrir la identidad del asesino, se patearon medio Canadá a través de Google Street View para encontrar los lugares en los que Magnotta se había tomado algunos de sus selfies. Lo perturbador vino cuando descubrieron que Magnotta seguía atentamente sus investigaciones y había empezado a introducir pistas sobre su personalidad, identidad y localización. ¿Por qué? porque como he dicho, era una persona que adoraba la atención. Sentirse acosado por personas que, ignorados por la policía, prometieron capturarlo, no sin enormes fallos en sus especulaciones.
El documental nos muestra cómo vivimos cada vez más pendientes de internet y cómo el mundo virtual se ha convertido en una segunda piel para muchos de nosotros. Para mí, por ejemplo, que llevo ya diez años escribiendo en este blog. Para Deanna, que a pesar de escribir bajo pseudónimo, recibió mensajes amenazantes de Magnotta, incluyendo un vídeo en el que se paseaba por su zona de trabajo. Pero también intenta decirnos que los documentales sobre asesinos en serie sólo sirven para darle a esos monsruos la notoriedad que anhelan. Algo un poco hipócrita, pero que debería hacernos pensar un poco.
#1 por reparacion de moviles madrid el 3 enero, 2020 - 09:54
Se me han puesto todos los pelos de punta. Para empezar por lo sádico de sus acciones pero más que nada por ese afán de llamar la atención que le lleva al extremo de incluso añadir pistas para que finalmente puedan saber quien es. Alucinante