Ted Bundy fue mi primer asesino en serie.
Desde que me lo topé en una revista cuando yo aún no tenía diez años, siempre me ha impactado su rostro carismático, su sonrisa cargada de confianza, y su comportamiento de playboy. El suyo fue el primer juicio televisado de Estados Unidos, y su imagen ha crecido a lo largo de los últimos años hasta convertirse en una celebridad en el mundo del crimen. Cuando se cumplen treinta años de su ejecución en la silla eléctrica de Florida, aún se siguen confirmando algunas de sus víctimas, y varios proyectos cinematográficos intentan acercarnos a la vida de este monstruo.
Extremadamente cruel, malvado y perverso, es el larguísimo título de uno de ellos. Al igual que Las cintas de Ted Bundy: Conversaciones con un asesino, está dirigido por Joe Berlinger, así que tanto el documental como la película de Netflix hay que verlas como un todo, con enfoques diferentes, pero que cuentan la misma historia y se compenetran uno con otro.
Por supuesto, si no conoces algo de la historia de este asesino, es muy fácil perderse en la hora y cuarenta minutos que dura la cinta. No hay una gran presentación, no vemos los crímenes de Ted hasta el momento final, y casi todo se centra en lo que su ex novia Liz conoce sobre el tema. Con un comienzo algo extraño y sin ritmo, casi un docudrama, quien realmente brilla aquí es Zac Efron, a quien algunos veían como demasiado joven y atractivo para el papel, y que sinceramente, hace un gran trabajo. Muchos diálogos son literales del juicio y las entrevistas que un Bundy crecidito dio a lo largo de su estancia en distintas cárceles, aunque curiosamente, alguna escena fue más dramática e impactante en la vida real que en la pantalla. Estoy hablando del momento en que a Ted le acusan formalmente de asesinato frente a multitud de cámaras de televisión.
Efron clava esa falsa sonrisa contenida, esos modales arrogantes, su forma de moverse y actuar, pero por desgracia, la película se queda a medias en muchos aspectos. Cuando Ted salta por la ventana del juzgado y escapa de la policía, no sabemos cuándo ni cómo vuelven a cogerlo. Hay muchos huecos que no sabemos si están ahí de forma deliberada, para que veamos el documental, o porque Berlinger sabe tanto sobre Ted que olvida que la película debe contarnos una historia completa. También, vamos ganando en intensidad a medida que Liz queda al margen y Ted toma el control de su propio juicio.
Es así que llegamos a lo que realmente estamos deseando: la confesión. Aquello que Ted, hasta los últimos meses de su vida, se negó a ofrecer. Es el único momento de violencia en un telefilm beneficiado por el trabajo de los actores y el peso de saber que todo lo que vemos, en mayor o menor medida, ocurrió realmente. Cuando Efron escribe en el cristal, con sus dedos, una sola palabra, es cuando Extremadamente cruel, malvado y perverso, logra su objetivo. Quizá el ritmo no es el más fluido, tal vez la música no sea la elección más acertada, y es posible que veamos algo de sobreexposición de datos en algunos momentos, pero afortunadamente, no se glorifica al asesino, sino que se nos presenta como lo que era: alguien que merecía el destino que sufrió.