The Terminator – El perfecto héroe y villano

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“Observando a John con la máquina, de repente lo vi claro: el terminator jamás se detendría, jamás lo abandonaría y jamás le haría daño, ni le gritaría o se emborracharía y le pegaría, ni diría que estaba demasiado ocupado para pasar un rato con él. Siempre estaría allí, y moriría para protegerle.”

Continuando con el post que hice sobre John Dorian, el protagonista de Scrubs, otro de los personajes a los que voy a analizar es la máquina asesina enviada desde el futuro para matar o proteger al líder de la futura resistencia humana, John Connor. La razón por la que voy a hacer estos post es muy sencilla: Disfrutamos con películas, series y libros, pero en ocasiones idealizamos a personajes que son auténticos monstruos o que no entendemos hasta dónde llega su torturada psicología. Y si pensáis que un robot sin personalidad interpretado por Arnold Schwarzenegger no es el mejor ejemplo de personaje con profunidad, os recomiendo que penséis de nuevo.

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Cuando a principios de los ochenta James Cameron tuvo una pesadilla producida por un sándwich en mal estado, vio una máquina que había sido enviada desde el futuro para matarle emergiendo de entre las llamas. Y como era aspirante a cineasta, escribió el guión a toda velocidad creando la historia que todos conocemos. The Terminator era un film de serie B que iba a estar protagonizado por O.J. Simpson en el papel del cyborg y Arnold Schwarzenegger en el del soldado Kyle Reese, pero en la primera reunión, Arnold se mostró mucho más interesado en encarnar al robot, lo que fue todo un acierto para ambos.
El Terminator aparecía en medio de una bola de luz con un rostro pétreo y un cuerpo que a pesar de ser humano, no podía ser más artificial. El físico de Mister Olimpia del actor, que había sido un obstáculo en su carrera pero que le sirvió para hacer de Conan, quedaba genial porque daba la impresión no sólo de ser muy pesado, sino sólido y robusto. En su primera misión e interpretando el papel de villano, este Terminator iba hacia una guía telefónica, cogía la lista de todas las Sarah Connor de la ciudad y las iba eliminando sin miramientos.

Al igual que en Alien, de Ridley Scott, el elemento extraño es el villano, el ser al que destruir o más sabiamente, del que huir. No tiene sentimientos, no duerme, no come y no se detiene ante nada. Es un fanático sin alma con una sola misión, y su papel acaba ahí. Pero al público se ve que le cayó muy bien, porque en la secuela Cameron decidió utilizar dos Terminators, uno en el papel de protector y otro en el asesino. La idea inicial de que Schwarzenegger interpretase dos papeles fue descartada muy pronto ya que el público necesitaba poder diferenciarlos con rapidez, así que aquí añadió un robot nuevo: el T-1000.
Una cosa que debemos tener clara es que en cada entrega, los Terminators son diferentes. Da igual que tengan el mismo rostro, porque como John le pregunta en plan despectivo, sí es cierto que salen de una cadena de montaje. El Terminator que quedaba aplastado bajo la prensa cumple con su papel de monstruo sin apenas diálogo que ni se integra ni le importa hacerlo. Pero el T-1000 es diferente y jugaba con el público porque al principio no sabíamos quién era el defensor y quién el enviado para matar a John hasta la escena del pasillo. El T-1000 se mitetiza con el ambiente. Aparece de una forma menos agresiva, suplanta la identidad de un policía y hasta su forma de moverse o hablar con los seres humanos es mucho más cercana a los vivos. Nuestra simpatía está con él desde el principio a pesar de que tenga un ritmo algo extraño en algunos momentos, casi como si fuese un líquido que se desliza sobre el suelo.
El T-1000 no es una máquina. Es en realidad la acumulación de millones de nanobots que se mantienen unidos y obedecen una única orden. Pero a la vez no parece tener chip ni tampoco cerebro, convirtiéndole en casi indestructible. En cuanto a su personalidad, es obvio que no puede tener emociones, pero eso no quiere decir que no reaccione al mundo que le rodea. Cuando suplanta a la madre adoptiva de John y cae en la trampa de Wolfie casi podemos ver la determinación en sus ojos, siente extrañeza ante los maniquíes o su propio cuerpo cuando empieza a quedarse pegado a las barandillas de la fundición, e incluso “quiere” cosas con la frase “me gusta tu moto”.

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Pero en Terminator 2, es el protector quien realmente nos interesa. De nuevo vuelve a ser este modelo tosco y básico, mucho más antiguo que el T-1000 con el rostro de Schwarzenegger (el general del ejército estadounidente de La Rebelión de las Máquinas). Y en su papel de guardián acabará desarrolando una curiosidad impropia para un soldado que está progamado para cumplir órdenes. John y la máquina tienen una relación profunda en la que sus conversaciones lo son todo. Juntos aprenden a distinguir lo correcto de lo que no lo es, y también lo complejo de la ética humana.
Cuando John le dice que no puede ir por ahí matando gente, el Terminator simplemente pregunta “por qué”, y el niño no sabe darle una respuesta lógica a algo que nos parece tan obvio, pero que a él le cuesta entender. Por eso, dos minutos después le pega dos tiros en ambas rodillas al vigilante y dice “vivirá”.
¿Cómo entiende un Terminator lo que significa para nosotros la vida, la muerte, las relaciones o por qué lloramos? No parece que tenga un archivo de psicología básica por mucho que lo afirme en la tercera película, pero en la segunda no se anda con contemplaciones al decirle a John que “tus padres adoctivos han muerto”. Lo que la máquina entiende por supervivencia no alcanza sentimientos complejos. Pero al final, con el T-1000 destruido, vemos que si pasa el suficiente tiempo con los humanos puede llegar a entender las emociones aunque sea algo que él jamás podrá mostrar.

La saga Terminator ha tenido muchos cómics y videojuegos, destacando entre ellos la serie Las crónicas de Sarah Connor, donde Summer Glau interpretaba a un nuevo Terminator femenino y de aspecto juvenil, pero no muy diferente a los de las películas. No voy a intentar explicar que todas estas ideas convivan en el mismo universo o distintas líneas temporales. Simplemente estoy analizando los personajes y dándome cuenta de que siempre, los guionistas tienden a hacer que los Terminators nos entiendan, nos comprendan, y a través de ello aprendan a valorar la vida renunciando a la exterminación. Un pensamiento muy humano. La guardiana del John adolescente observa a los humanos e incluso intenta comprender lo que es el arte, o qué significan para nosotros física y biológicamente conceptos tan irracionales como el ballet.

Pero en Terminator: Genisys, tenemos dos ejemplos que muestran hasta dónde puede llegar la relación entre humanos y máquinas. El personaje del Abuelo está interpretado una vez más por Schwarzenegger, pero su participación más de treinta años después de la primera dejó claro que al contrario que el Terminator, el actor envejecía. La justificación de su físico se explicaba diciendo que los cyborgs, al tener piel humana, podían acusar el paso del tiempo. Por eso explicábamos que en esta nueva línea temporal, un Terminator enviado para proteger a Sarah de niña permanecía a su lado durante décadas.

No voy a entrar en valoraciones sobre la película en sí, sino en cómo está construido el personaje del Abuelo. Como ya he dicho, es otro robot diferente que nada tiene que ver con los de anteriores películas. Este fue enviado en respuesta a un tercer viaje de Skynet, que mandó otro T-1000 para acabar con sus padres. Entonces, Abuelo apareció encargándose de educarla como mejor pudo hacer una máquina. De nuevo, pueden aprender si pasan el tiempo suficiente con los humanos, aunque sólo sea al darse cuenta de que éstos no operan en blancos o negros, sino en una amplia escala de grises. El resultado es que esta Sarah es tosca, guerrera y no muy agradable, lo típico cuando tu mentor no tiene ni idea de emociones humanas. Muchos de los pasajes más interesantes de esta relación (como saber cómo reaccionó abuelo cuando Sarah alcanzó la pubertad), sólo se insinúan, pero a la vez, el Terminator tiene que aprender de Sarah para pasar más por ser humano.
Muchos consideran Terminator: Genisys como la peor película de la saga, pero al menos tiene ideas muy arriesgadas, y no estoy de acuerdo en que Schwarzenegger sea relegado a la categoría de personaje cómico. Simplemente, los Terminators aprenden de los seres humanos que les rodean, pero el funcionamiento de su mente no tiene por qué ser parecido al nuestro. Ante las lecciones de una niña de sonreír a la gente o a las cámaras cuando les hacen fotos (el momento de la ficha policial), o de saludar educadamente a todo el mundo, vemos que es capaz de cumplir con eso, pero siempre hay algo que demuestra que no es del todo humano.
El Abuelo es el Terminator que tiene más tiempo para que su directiva de proteger a Sarah Connor evolucione. Y de alguna forma que no llegamos a entender, y que sólo tiene lógica porque quienes escriben la historia son seres humanos, empieza a dar paso al auténtico afecto. El Terminator no puede hacerla daño, no puede abandonarla, y su punto débil es que el malvado John la utiliza como escudo humano inutilizándole por completo. Las órdenes han dejado paso al deber y a las emociones derivadas de ello. Y en los años que Abuelo espera a que Sarah aparezca en 2017, lo único que tiene son los recuerdos como cintas de casette que ella escuchaba o incluso una Polaroid de la niña que parece que el propio Terminator tomó en algún momento del pasado. Para qué necesita un robot una Polaroid es o un fallo de guión grandísimo, o simplemente uno de esos episodios en que la joven Sarah intentó enseñar a su protector las virtudes de un ser humano. También puede ser una gran paranoia mía, pero vamos a aceptarla simplemente porque me gusta la idea y Sarah mira al abuelo, sorprendida de que eso siga allí.
Finalmente, Abuelo parece entender conceptos complejos como la muerte o el envejecimiento, si bien no desde una perspectiva normal. Para él, sus manos renqueantes que dejan caer las balas no deberían ser más que un simple fallo, pero si en Terminator 2 ya nos dejaron claro que puede sentir algo parecido al dolor, aquí parece que va más allá, y por eso oculta sus fallos a Sarah. Porque envejecer y dejar de funcionar significa fracasar en su misión, una misión que no tiene fecha de terminación, significa fallarla.

El personaje de John Connor es el más complejo de la película, y en realidad, no es más que un recurso narrativo muy trillado que llevan años intentando desarrollar. Mezclar a John, la última salvación de la humanidad, con su peor enemigo es justo lo que hicieron con Ripley en Alien: Resurreción. Parece una metáfora sobre que ambos personajes están fusionados con sus pesadillas y no pueden vivir el uno sin el otro. Pero cuando estaban rodando Terminator: Salvation, el final se filtró en internet y tuvieron que cambiarlo a toda prisa, haciendo que esta idea fuese reciclada en la quinta entrega. Pasar al bando contrario puede parecer rizar el rizo, y en tierra de nadie, John no es un personaje fácil de analizar ni de comprender. Tal vez tampoco tenga mucho sentido lo que le ocurre en esta película.

Los Terminators son los soldados perfectos, pues son simplemente marionetas al servicio de Skynet, una inteligencia artificial que es más efectiva cuanto menos se la ve en pantalla. Diseñados para matar, sus mayores defectos son los guionistas, que muchas veces tienen soluciones o desarrollos que jamás se le ocurrirían a una máquina. Diseñados para arrancarles el corazón a sus objetivos (como dice Kyle Reese), a veces golpean o empujan a los humanos. O tardan una eternidad en matar. O incluso necesitan seres humanos como esclavos a los que tatúan códigos de barras en los antebrazos para trabajar cargando cadáveres. Y el cariño del público es el que ha conseguido que les concedamos una personalidad única para cada uno, incluyendo la necesidad de convertirlos en nosotros, de que nos entiendan, y abracen lo singular de la vida, lo irracional y lo sentimental.

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