¿Qué ha sido de la carrera de Jim Carrey?

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En el mundo del espectáculo, todos los que se dedican a ello saben que no hay trabajo más duro que el de comediante. El humor es algo complejo, sujeto a muchas lecturas y estilos diferentes, y lo que una época nos hizo reír de pronto puede ser considerado grotesco y ofensivo, como le sucedió a Andrew Clay. Hacer reír requiere un esfuerzo constante, y cuando alcanzas la fama gracias a ello puedes verte atrapado en un mundo en el que todo el mundo, desde los fans que te cruzas por la calle hasta el cartero, quieren que les cuentes un chiste o hagas una mueca. Lo que muchos jamás piensan es que sus comediantes favoritos son personas torturadas por el alcohol, las drogas o las enfermedades mentales, y eso es justo lo que le ocurre a Jim Carrey.

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A los cincuenta y tres años, siendo ya abuelo y tras verse inmerso en la investigación del suicidio de su última novia, Carrey no es el chico joven e histriónico que reventó los cines a principios de los noventa. Su último proyecto, True Crimes, cuenta la historia de un crimen que guarda muchas similitudes con un libro que describe un asesinato similar años antes, algo que parece muy diferente a la comedia descerebrada que tanto dinero le hizo ganar. Su carrera ha ido evolucionado como la de otros muchos comediantes que, entrados en la madurez, buscaron otro tipo de proyectos más profundos y dramáticos. Sin embargo, lo de Carrey siempre ha sido hacer reír. Numerosas biografías nos cuentan cómo era un chico con un irrefrenable deseo de complacer, caer bien y agradar, sobre todo en el problemático matrimonio de sus padres. Vivó en la pobreza los problemas económicos de sus progenitores les llevaron a vivir en un coche durante, en más de una ocasión ha relatado sus primeros shows frente a sus padres y profesores, a los que no siempre les agradaban las imitaciones que hacía de ellos. Después de eso, y ante la perspectiva de tener que trabajar en una fundición o en cualquier otra fábrica de su Canadá natal, se esforzó por destacar en clubs gracias a su elasticidad y potente voz.
El reconocimiento no llegó de inmediato, tuvo que trabajar duro en series de televisión en las que en ocasiones apareció como imitador de otros cómicos famosos, hasta conseguir alguno de sus primeros papeles en Las chicas de la Tierra son fáciles con Geena Davis o El Cadillac Rosa, protagonizada por Clint Eastwood. Su despegue ocurrió de golpe en 1994 al protagonizar tres películas que le reportaron grandes beneficios, Ave Ventura, La Máscara y Dos tontos muy tontos. Eran películas que quizá vistas ahora a muchos les resulten inaguantables, pero a pesar de que la crítica serie las consideró muy malas, el público se lo pasaba en grande con él gracias a su versatilidad y talento para la locura. No contaba chistes a la cámara, sino que su personalidad arrolladora funcionaba casi como un personaje de dibujos animados que aprovechó los efectos especiales de La Máscara para llevar su actuación de Loki a un nivel sobrehumano.

Como en otros muchos casos, justo cuando todo empezaba a ir bien una tragedia personal sacudía su vida. Su padre fallecía víctima del cáncer quedándose a las puertas de ver cómo su hijo se convertía en toda una institución. Además su primer matrimonio se estaba haciendo añicos, así que emocionalmente, Carrey tenía que pasar de la seriedad y el agotamiento a los números más acrobáticos y divertidos para su público. Y aun así, esta carrera incipiente en la que se convirtió en el cómico mejor pagado del mundo (con veinte millones de dólares) casi se vino abajo con Un Loco a Domicilio, una cinta dirigida por Ben Stiller en la que Carrey interpretaba una versión mucho más oscura de sí mismo. No era una comedia fácil como las anteriores, sino que aquí acosaba a Matthew Broderick hasta un punto demasiado inquietante.

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Por eso acudió al rescate Mentiroso Compulsivo, de nuevo una cinta en la que él era el absoluto protagonista y sus muecas lo hacían todo, pero que podría ser la primera muestra del agotamiento de la fórmula. La segunda parte de Ace Ventura fue una secuela sin garra, y cuando Joel Schumacher le contrató para interpretar a Enigma en Batman Forever, quedó claro que Carrey no se adaptaba al trabajo, sino que éste tenía que adaptarse a él. Las dos últimas películas de Batman ya eran bastante flojas de por sí, pero Enigma era un personaje estúpido y sin ningún tipo de profundidad que lejos de funcionar como villano, resultaba ridículo en mallas haciendo chistes tontos. En esta suave pendiente, Carrey tomó una de sus decisiones más inteligentes al desviarse de la comedia como hicieron otros muchos antes que él, y protagonizó una de sus mejores y más recordadas películas, El Show de Truman.

La cinta partió de un guión mucho más duro en el que el protagonista simplemente sospechaba que todo a su alrededor era una farsa, pero Peter Weir encontró el enfoque adecuado cuando decidió mostrárnoslo como el protagonista del programa de televisión más seguido del mundo entero. Truman es una persona buena e inocente que vive plácidamente en su mundo cerrado sin saber que desde sus padres hasta su esposa o compañeros de trabajo son en realidad actores. Con unas técnicas de cámaras ocultas, Truman era constantemente expuesto al público en lo que fue un anticipo de reality shows y famosos de la era internet. También significó un punto de inflexión en la carrera de Carrey al esforzarse, tal vez más que nunca, en cambiar su registro. Todos los que trabajaban en la película, tanto actores como el equipo técnico, tenían prohibido acercarse a Carrey para que pronunciase frases de sus otras películas o hiciera imitaciones. Tenían que encontrar el punto en el que el actor se centrase en actuar y no en hacer reír, en que desapareciera para dar paso al verdadero Truman. Es lo que se conoce como “actores de método”, que no empiezan a actuar al decir “acción” sino que cargan con un personaje durante todo el proceso, una disciplina muy exigente que puede pasar factura.
Tras el Show de Truman, y su biografía de Andy Kaufman, los problemas de depresión de Carrey fueron más evidentes. Supuestamente sufrió de paranoias en las que pensaba que toda su vida era vigilada, y eso llevó su segundo divorcio con la actriz Lauren Holly tras sólo un año de matrimonio. En muchos sentidos, su vida no volvió a ser la misma tras esta producción.

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Carrey ha cambiado con los años, y no sólo por la edad. Es común el rumor que afirma que se ha sometido a alguna operación estética o mínimo se ha introducido botox, algo que debería haber acabado, al menos en parte, con su capacidad para gesticular. En realidad, es mucho más probable que parte de su cambio físico se deba a la ingesta de pastillas para tratar la ansiedad, la depresión y el insomnio, que le han dejado una expresión un poco más cansada y una mirada incómoda de aguantar, y que parece ser responsable de algunos de sus fracasos comerciales. Viendo entrevistas de hace años y comparándolas con las actuales, vemos el cambio de expresión en sus ojos típico de alguien que tiene una medicación de este tipo a largo plazo, y lo que transmiten es una persona rota y agotada que a pesar de todo se esfuerza por hacer reír a la gente.
Al contrario que Tom Hanks, que rompió con su vena cómica de forma radical, Carrey quiso seguir con la comedia con ejemplos fallidos como El Grinch o su último bombazo Como Dios. Desde entonces ha ido enlazando comedias flojas y poco recordadas, mientras intercambiaba cintas más serias como Número 23 o Eternal Sunshine of Spotless Mind, donde con Kate Winslet protagonizada una compleja historia de amor que ejemplifican muchos de sus intereses y formas de comprender las relaciones de pareja.
Ha quedado claro que Carrey no es un hombre que piense en establecerse con una pareja fija y ha declarado que “diez años es suficiente para dar mucho amor a alguien”. Con un giro hacia la espiritualidad, la armonía y la creencia en milagros, se le nota torturado y destrozado por dentro, y todas sus parejas le han dejado por la misma razón. La última de ellas, una jovencísima aspirante a maquilladora llamada Cathriona White que mantuvo con él una relación intermitente que acabó en el suicidio de ella el pasado Octubre ingiriendo Ambien y Percocet, medicamentos sustraídos al actor, que los consiguió con una receta firmada con un pseudónimo.

Carrey ha afirmado en varias ocasiones que no toma ningún tipo de medicamento, aunque eso no quiere decir que sea totalmente cierto. Con el paso de los años su depresión ha ido en aumento y ahora es más conocido por sus salidas de tono en Twitter que por sus películas en sí. Cintas como Los pingüinos de Mr Poper han ido directamente al olvido, y al igual que otros muchos, parece que ser un actor de método es demasiado duro para él, lo que limita mucho sus opciones. Además, él mismo parece empeñado en tirar por tierra sus mejores actuaciones, como la última reseñable en Kick Ass 2, donde interpretaba al Coronel Barras y Estrellas. Era una película violenta y con muy mala leche de la que renegó poco después de la masacre de Sandy Hook, donde un lunático mató a más de veinte niños antes de pegarse un tiro, alegando que la violencia en las pantallas incitaba a los jóvenes a cometer actos de esa naturaleza. Algunos le acusaron de buscar una excusa para desligarse de sus compromisos laborales, pero otros aseguran que Carrey, cada vez más hundido en la depresión, puede soportar poco lo que le ocurre alrededor. De la misma forma, tampoco podemos saber si esa declaración de amor hacia Emma Stone que publicó en Youtube era real o si simplemente estaba bromeando, porque las lágrimas que le caían por sus ojos nos hacen pensar no sólo que estaba bajo el efecto de las pastillas, sino que algo malo ocurre dentro de la cabeza de este actor genial que le hace convertirse en una persona muy triste cuando las cámaras se apagan. De hecho, tras el suicidio de Robin Williams, muchos son los que tienen la mirada puesta en él a la espera de convertirse en el enésimo cómico que se despide del mundo de esta forma.
El futuro de Jim Carrey es un misterio, pero podemos pensar que no va a recuperar la fama de la que disfrutó en los noventa. Con tan buenos cómicos como hay ahí fuera y un humor más basado en la palabra, las muecas parecen relegadas a los shows en directo y no tanto al cine. A menos que dé un giro interpretando a un villano en un producto que rompa totalmente con lo que ha protagonizado hasta ahora, es posible que saque cada vez menos películas o sus papeles sean más testimoniales. Pero no sólo nos preocupa su carrera cinematográfica sino también su vida, porque somos conscientes cada vez más de que la depresión es algo muy serio de la que, en ocasiones, es imposible salir. Y quizá nos duela verlo sobre todo en personas cuya vida parece estar consagrada a hacer reír a los demás.

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