Cuando el rayo cae sobre el Delorean, Doc es enviado al Salvaje Oeste, haciendo que Marty tenga que ingeniárselas para regresar a casa. Pero tras descubrir que Doc morirá pocos meses después, querrá regresar una vez más para salvar a su amigo. Ese es el planteamiento del cierre de una de las trilogías más queridas de todo el mundo, y que el mes pasado estaba de aniversario. Ahora ha llegado el momento de ver cómo termina y también, de centrarnos por primera vez en el personaje del científico loco que construyó la máquina del tiempo.
A estas alturas, los dos protagonistas nos caen bien y han desarrollado tanta química que sólo los dos haciendo el tonto son capaces de entretenernos. Como ya he dicho, ahora nos vamos a centrar mucho más en Doc, como su interés por Julio Verne y las pistas que llevan al emplazamiento del Delorean, enterrado en una cueva y a salvo de todo el mundo. En lugar de regresar a 1985, Marty se pone el traje de vaquero más ridículo del mundo y viaja a los inicios de Hill Valley, mostrándonos una vez más las mismas escenas, con los mismos actores, en otro plano temporal. Es una forma de jugar con la idea de que el destino ya está escrito, aunque luego afirman que los únicos responsables de nuestro futuro somos nosotros mismos, y lo más interesante es ver cómo en las dos últimas películas de la serie hay un montón de juegos de planos en los que un mismo actor interpreta a varios personajes a la vez. Sucede cuando Biff Tannen es sacado a rastras por su nieto del café de los ochenta o cuando Doc le pasa una llave inglesa a su otro yo, y aquí puede notarse un poco por la iluminación, pero cuadra perfectamente. Recordemos que Robert Zemeckis es un genio de los efectos especiales puestos al servicio de la historia.
Regreso al futuro 3 es un homenaje al western que ya veíamos venir a través de algunos pequeños guiños en la segunda entrega, algo conocido como foreshadowing en el elementos en apariencia nimios tendrán una gran importancia más adelante, como puede ser la película de Clint Eastwood que Biff ve en su versión Donald Trump y donde sugiere no sólo el nombre que Marty utilizará para camuflarse, sino la forma en la que luchará en el duelo final. Funciona para todos los públicos porque incluso los que no son fans del cine del Oeste saben reconocer los tópicos, como las escupideras, el herrero, el asalto al tren, los sheriffs y hasta el rifle de francotirador steampunk que Doc consruye décadas antes de su tiempo. En esta película se permiten jugar con todo eso y aun así encontrar tiempo para presentarnos a un personaje más, Clara, que se enamorará de Doc nada más conocerle y que pondrá a prueba su compromiso a no alterar el tiempo, a pesar de que no hagan otra cosa a lo largo de la saga. Doc siempre ha sido un personaje que parecía no tener ni pasado ni futuro (personalmente hablando) pero aquí le vemos preocuparse por primera vez de sí mismo. La historia de Marty ya estaba más que cerrada, a pesar de que aún nos quedaba un detalle más por cubrir, el de su accidente contra Flea el bajista de los Red Hot Chili Peppers en un papel que queda un poco cojo.
Y a pesar de que es lo mismo otra vez (maquetas, carreras a última hora y viajes de regreso donde todo puede salir mal) es muy disfrutable y se nos parte el corazón cuando por fin vemos el Delorean saltar por los aires, destruido como su creador deseaba. La historia se acaba con una película donde hay que destacar el papel de Thomas F. Wilson, que a lo largo de la trilogía ha interpretado un montón de papeles diferentes y los ha clavado todos, siendo estos el Biff adulto arrogante, el Biff adulto que encera coches, el Biff de 1955 guaperas y duro, el Biff anciano que roba el almanaque, el Griff de 2015 puesto de anfetas hasta las cejas, el Biff adulto que ya hemos mencionado que se parece a Donald Trump y hasta Buford Tannen, su sanguinario antepasado.
Regreso al futuro es una de las sagas más coherentes y bien hechas del cine, y no es cierto que esta tercera película baje el listón en absoluto. Se ha convertido en todo un referente que nunca pasa de moda y una de esa películas que se pueden ver cada pocos meses porque son igual de entretenidas con cada revisionado, cosa que no pueden decir muchas más. Es también un ejemplo de integridad pues Zemeckis y Spielbeg se oponen a cualquier remake, reboot, secuela o reimaginación, a pesar de que hay videojuegos con Doc y Marty, pero quizá han entendido que fue una colaboración de profesionales en estado de gracia que dieron lo mejor de sí mismos creando algo irrepetible y atemporal, a pesar de los muchos saltos en el tiempo. Caricaturizan algunas épocas, sí, pero no olvidemos que esto es una comedia y ese es precisamente su encanto. Al final nos quedamos con la imagen del tren volador donde vemos que Doc es imparable y que sigue por ahí, haciendo lo que mejor se le da, y con la idea de que Michael J. Fox será, pese a todo, el eterno adolescente que sigue vistiéndose con chaleco y Nike mientras intenta sobrellevar su vida con entusiasmo.