Marvel nos está dejando tantos personajes buenos que es una lástima que no podamos disfrutarlos todos. Los que vimos Capitán América: El primer Vengador, nos quedamos con más ganas de esa ambientación pulp que tan bien le sentaba, por no mencionar a Dominic Cooper interpretando al padre de Tony Stark (y que no es más que una variación de Howard Hughes) o a Hayley Atwell, que con su papel de la Agente Carter demostró lo mucho que el Capitán América le debía a “su chica”. Por desgracia, Steve Rogers quedaba congelado hasta despertar en el siglo XXI, y todos estos elementos quedaban atrás sin muchas expectativas de verlos de nuevo.
Pero en los tiempos que corren y gracias a la popularidad de las series de televisión, tenemos ocho brillantes capítulos para disfrutar un poco más de ellos.
Lo de mencionar que Carter es “La chica” de alguien no es gratuito. Tras la Segunda Guerra Mundial, tiene que volver a su puesto y enfrentarse a las desventajas típicas de la época, en la que las mujeres como ellas eran vistas poco menos que como secretarias. Lo primero que vemos, por tanto, es el enfoque fuertemente feminista de la serie que da a las mujeres una gran solidez argumental. En esta ocasión, los ayudantes son ellos, muy caricaturizados, tal vez alguno incluso en exceso. Somos conscientes de la popularidad del movimiento feminista y lo importante que es que las mujeres no sean tratadas como ciudadanos de segunda, pero aquí, a veces incluso se notan demasiado las costuras. No voy a decir que ridiculizar personajes masculinos sea una mala idea, ni que haciéndolo consigan elevar la posición de la Agente Carter. Me refiero a que algunos diálogos pecan de explicativos, como cuando un hombre se lleva todo el mérito de lo que ha hecho Carter (algo que creo que ha pasado muy a menudo) y ella asegura que “no necesita a nadie para encontrar su valor”. No son malas idas, pero a veces, el feminismo de la historia debería ser más mostrado y menos explicado con frases disparadas a la cámara.
Una vez hemos sobrepasado este escollo, nos encontramos ante una gran serie de entretenimiento puro y duro, mucho más relajada y divertida que la fantástica Daredevil, y que tiene a su favor una ambientación fantástica aprovechando al máximo los elementos propios de 1946. Aquí es donde se nota mucho cómo Carter tiene que lidiar en un mundo sólo de hombres, también en su identidad secreta en la que tiene que hacerse pasar por una jovencita trabajadora que debe someterse a los dictados de la sociedad para con ella. Por eso digo que se agradece más cuando simplemente nos la muestran como una mujer fuerte y un personaje que no depende de nadie más en lugar de decirnos que es una mujer muy adelantada para su tiempo que no necesita hombres para triunfar. Hayley Atwell tiene una gran química con Cooper, más incluso que con Chris Evans, que no aparece en ningún momento de las serie pero está siempre presente. El padre de Iron Man es el contrapunto gracioso y una versión más relajada de su hijo, como un inventor que consigue que muchas de sus creaciones sean peligrosas por accidente, y la excusa para una trama sencilla que cumple con su cometido: entretener sin mencionar demasiados Vengadores ni entrecruzar las tramas como hace Marvel Agents of S.H.I.E.L.D.. Ya hay anunciada una segunda temporada que espero con ganas, porque al final, con tantos universos compartidos y grandes planes marvelianos, agradezco que no se olviden de entretener al espectador.