La segunda entrega de Los Vengadores tenía varios problemas. El primero era un universo cada vez más complejo, el segundo, que la película parecía un mero trámite hacia la esperada Guerra del Infinito, y el tercero, el choque entre los productores y el director de la película, Joss Whedon.
El resultado fue una película donde los personajes no estaban del todo presentes, y donde las distintas visiones del equipo (que han provocado un divorcio dentro de la propia compañía con el despido de algunas de las cabezas pensantes) chocaron de tal forma que algunas tramas y personajes fueron eliminados del metraje final. El peor parado fue Thor, cuyos sueños y demás fueron borrados (incluyendo un cameo de Tom Hiddleston que los productores no querían que rodara porque podría adelantar el fin de su contrato). El resultado es una serie de escenas cortadas y eliminadas que dejaban al dios del rayo un poco cojo, y que podemos desarrollar un poco ahora. Aunque tampoco mucho.