No necesito volver a ver la película de invasiones alienígenas de Will Smith para hacer una reseña, pero nunca he necesitado una excusa para ello. Hace unos días publiqué un artículo sobre la carrera de su actor protagonista que coincidió con el fin del rodaje de la secuela en la que él no aparecerá. Así que por qué no echamos un vistazo a uno de los bombazos de finales de los noventa, la cinta que inauguró la moda de encadenar planos que destruían monumentos a lo largo y ancho del planeta.
Los efectos especiales que habían empezado a despuntar en Parque Jurásico ahora podían mostrarnos una invasión y destrucción sin precedentes. Esa es la principal baza de la película de Roland Emmerich y ya puestos, de toda su carrera posterior a esa pequeña e imaginativa maravilla que es Stargate. Tanto es así que la cinta mejora muchísimo cuando los personajes no hablan, como bien demuestra ese inicio en una Luna que comienza a vibrar con la cercanía de un objeto de otro mundo o su llegada triunfal a todas las grandes ciudades norteamericanas. Aquí no hay sorpresas, sólo una orgía de destrucción bien fotografiada aunque ya se le noten mucho los casi veinte años que han pasado desde su estreno.
Pero los OVNIS no pueden cargar por sí solos la trama de la película, sino que necesitamos seres humanos que expliquen el argumento y mueran a mansalva mientras nuestros pocos héroes sobreviven a la extinción. Para eso nos encontramos por Bill Pullman, que interpreta al Presidente de los Estados Unidos, uno de esos personajes que tan bien parecen caer dentro de sus fronteras, pero tan irreales e hiperpatrióticos nos parecen al resto del mundo. Como Michael Bay, introducen muchas escenas que involucran a los militares de alto rango, lo que suele conocerse como escenas “de despachos” con el Secretrario de Defensa, el Jefe del Estado Mayor y todos esos tipos con un montón de medallitas en el pecho pegados a un teléfono rojo. Por otro lado tenemos a la pareja más agradable formada por Will Smith y Jeff Goldblum, ambos interpretándose a sí mismos entre chistes y grandes set pieces. El carisma de los dos es lo que levanta una película que es tremendamente aburrida con la trama de los campesinos, el hijo enfermo, el piloto borracho y la preadolescente que sólo quiere perder la virginidad. En serio, la versión extendida de la película se centra exclusivamente en varias escenas de la chica pidiendo que se la tire cualquier chico que pase por allí.
Pero también tiene detalles muy buenos. Mi escena favorita sin duda es la que tiene lugar en la famosa militar secreta del desierto de Nevada, entre las cámaras de formol con los cadáveres de Roswell o la autopsia al alienígena inconsciente que deja muy claro el lugar del ser humano en su plan de colonización. Es ahí donde vemos también el interesante diseño de las criaturas que espero que repitan es esta secuela y la tercera entrega que parece estar a la espera de la recaudación de la anterior. A pesar de todo lo que muestra la película, el mundo y la organización de estos seres sólo se insinúa, así que queremos ver mucho más al contrario que otras tramas algo sosas, típicas del reparto coral de Emmerich de ciudadanos ante la adversidad. Todo lo bueno de esta cinta queda también al servicio del enaltecimiento de América y sus fuerzas armadas, pero no llegó al nivel de furor que Top Gun consiguió entre los jóvenes deseosos de alistarse. Tras un discurso que deja claro que no es casualidad que luchen por el futuro el día 4 de Julio, nos encontramos con una gran batalla final en la que Smith y Goldblum ascienden a la nave nodriza y juegan con el humor negro al desear paz antes de volar por los aires a una civilización entera.
En resumen, es una gran entretenimiento palomitero que se apoya por completo en los efectos especiales y resulta vergonzosa en algunas situaciones, como ese oficial que recibe la orden de contraatacar y dice (¡Ya era hora, hombre!). Pero tampoco podemos esperar otra cosa en una película veraniega que quería destrozar las taquillas y lo consiguió, muchísimo mejor que la versión de Godzilla que rodarían a continuación de esta. Sí, es una lástima que Will no regrese para luchar contra las sepias cabreadas del universo, pero tienen muchas otras cosas en las que apoyarse para darnos una nueva película de acción donde la destrucción era alegre y “gozosa”, como decía Guillermo del Toro que eran las explosiones de Pacific Rim. Todo lo contrario a la Guerra de los Mundos de Spielberg, retrasada por el estreno de Independence Day y que fue consciente de que destruir los Estados Unidos a principios de la década pasada no fue nada divertido.