J.J. Benítez – El biógrafo de Jesucristo

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En 1973 el ejército estadounidense descubrió la forma de viajar en el tiempo. El proyecto, conocido secretamente como Caballo de Troya, permitió a dos soldados de las fuerzas aéreas retroceder hasta el año treinta de nuestra era y presenciar uno de los acontecimientos más importantes para la sociedad occidental: la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Los militares, con los nombres en clave de Jasón y Eliseo, realizaron varios saltos temporales que les permitiría también visitar otros pasajes de la vida del supuesto hijo de Dios, entrevistarse con la Virgen María, Poncio Pilatos o incluso convivir con los discípulos. Tras regresar a casa, enfermos y debilitados por el viaje, uno de ellos escribiría un diario para dejar un legado del mayor programa secreto de la historia de los Estados Unidos para, al final de su vida, ponerlo en las manos más capaces de revelar al mundo lo ocurrido: el periodista y ufólogo navarro J.J. Benítez.

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Hace cerca de dos años escribí una pequeña entrada en este mismo blog sobre el primer libro de la serie titulado a posteriori como Jerusalén. En este volumen se describían los últimos once días de la vida de Jesucristo con gran crudeza, y daba mi opinión sobre el texto y la figura mediática de su autor. Paralelamente escribí un especial en dos partes titulado Alienígenas, mitología del siglo XX, en el que hacía un repaso a un fenómeno en decadencia, el de los OVNIS y la abducciones extraterrestres. El primero era una opinión sobre un libro de la ficción más rocambolesca y el segundo, un estudio más serio y documentado que tiraba por tierra la fantasía de los hombrecillos verdes explicando el incidente de Roswell y el auge de la ciencia ficción junto con los misterios de la exploración espacial. Y sin embargo, es el primero el que más visita recibe cada día en este blog y el que recibe numerosos comentarios, muchos de los cuales dejan claro que mi postura es errónea y que Caballo de Troya es un MARAVILLOSO VIAJE sobre EL HIJO DEL HOMBRE, donde Benítez nos muestra LA VERDAD A LA QUE TIENEN QUE ABRIRSE NUESTROS OJOS. Muchos de estos comentarios, que están escritos en esas mayúsculas que enfatizan las frases mesiánicas o espirituales, siguen un mismo patrón, y la mayoría cierran con abrazos que me envía desde México un hermano en Cristo. Tampoco me han faltado los QUIEN QUIERA CREER, QUE CREA, que es una frase que el propio autor ha utilizado en varias ocasiones como carta blanca para sus textos o documentales.
Así que me pregunto quién escribe esos mensajes y por qué una historia absurda y cuya fama se extiende por treinta años obtiene más visitas y cariño internauta que un proyecto más serio y documentado, y me planteo ampliar el texto sobre Caballo de Troya hablando un poco de su autor, el periodista a quien el Mayor de la USAF le encomendó su diario sobre Jesucristo.

Nacido En 1946, Juan José Benítez es un periodista y escritor cuya vida profesional está muy ligada al fenómeno OVNI. Intentando no repetir lo que dije en el especial que os enlazo más arriba, Benítez se convirtió en un referente de una España que se abría al mundo con historias de avistamientos y abducciones, relatos de platillos volantes y seres alienígenas que visitaban nuestro planeta. La ufología es una pseudociencia sin ningún rigor que se ocupa de estos fenómenos y que desde la aparición del primer “platillo volante” en el año en el que el propio Benítez venía al mundo, jamás ha logrado aportar ninguna prueba concluyente. Los ufólogos creen que entes alienígenas han contactado con nosotros en numerosas ocasiones, siendo el caso más famoso en la cultura popular el incidente de Roswell. Sin embargo, gran parte de estas historias sobre hombrecillos verdes son fruto de una época marcada por la paranoia nuclear y el éxito de las películas de mutantes que venían de Marte. Algunos de los más famosos ufólogos de la época, como George Adamski, que incluso está enterrado en el cementerio de Arlington, presentaron pruebas sobre la existencia de platillos volantes que a día de hoy sólo pueden hacernos esbozar una sonrisa por su ingenuidad y medios chapuceros.

En la década de los setenta, cuando Benítez escribió sus dos primeros libros OVNIS: S.O.S. a la humanidad y Existió otra humanidad, se pusieron de moda también teorías que insinuaban que los platillos volantes no habían aparecido de repente con la entrada de los seres humanos en la era nuclear (como bien narró Ultimátum a la Tierra), sino que llevaban visitándonos desde el principio de los tiempos. Era una forma de jugar también con la famosa cita de Arthur C. Clarke que indica que una tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia, y nos daba la posibilidad de echar un vistazo a la mitología de civilizaciones antiguas con nuevos ojos ya que muchas de ellas contaban cómo recibieron dones, revelaciones y tecnología de unos seres celestiales que les ayudaron a salir de la prehistoria. Desde entonces muchos piensan que los dioses egipcios, que gobernaron durante miles de años según su tradición, eran en realidad alienígenas que establecieron colonias y enseñaron la lengua y las matemáticas a estos hombres y mujeres primitivos (Muchos documentales y libros hablan acerca de la perfección matemática y astronómica de la Gran Pirámide). Con el tiempo, estas dos modas crearían las dos líneas básicas del extraterrestre: la del visitante del futuro o la del astronauta de la antigüedad.
Benítez ha explotado ambas vertientes en muchos de sus libros, y como occidental y perteneciente a un país católico, ha extendido ese interés a la figura de Jesús de Nazareth. La Biblia nos habla de hechos tan mágicos como resurrecciones, milagros y ascensiones a los cielos en bolas y carros de fuego y luz que muchos investigadores ufólogos los ven como metáforas de los platillos volantes. Es en esto cuando en 1980, el escritor publicó un libro titulado El Enviado, donde comentaba el célebre sudario de Turin, la supuesta sábana que cubrió el cuerpo de Jesucristo y que muestra el rostro del hijo de Dios impreso como una radiografía en la tela. Al final de este pequeño libro Benítez imaginaba lo emocionante que debería ser poder encontrarse cara a cara con el auténtico Jesucristo, y escribió una entrevista ficticia en la que el hijo de Dios le hablaba de planes, mensajes y proyectos. La entrevista en sí es corta y no ofrece ningún dato concluyente más que las obvias vaguedades acerca de ser buenos y nuestra “condena” a ser felices en un mundo creado por El Padre. Lo más interesante es que Benítez vio el potencial de convertir la fe en ficción, en algo tangible y terreno de estudio, y eso le dio la idea para profundizar mucho más en el tema.
Pero en realidad, él asegura que ese libro llamó la atención de un militar retirado que sí había conocido en persona a Jesús de Nazareth. Este supuesto militar le llamó por teléfono para proporcionarle su legado, pero sería en sus propios términos. Es así cómo llegamos a su obra más famosa: Caballo de Troya.

VIAJE EN EL TIEMPO A LA ÉPOCA DE JESUCRISTO

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Hasta la publicación en 1985 del primer volumen de la saga, Benítez había escrito en periódicos sobre la temática OVNI y varios libros sobre el mismo tema. En esta ocasión nos presentó una novela de ficción en la que ampliaba la ya mencionada entrevista con la idea de un viajero en el tiempo que coincidía con Jesucristo y le seguía, algo así como un testigo de excepción. No es ni de lejos una idea novedosa y se basa en lo que podríamos llamar “el principio del hombre blanco”. Cada vez que nos sumergimos en una cultura desconocida lo hacemos a través de los ojos de un foráneo que es quien nos da la oportunidad de explicar paso a paso los entresijos de la sociedad a explorar. Es la razón por la que Kevin Costner es el protagonista de Bailando con lobos, por la que Tom Cruise conoce al Último Samurai, por la que James Cameron puso a un norteamericano en el centro de los Na’vi de Avatar.
Y hay que reconocerle el mérito a Benítez por esta gran idea. Es un punto de partida apasionante porque nos abre a un amplio abanico de posibilidades. Durante siglos la figura de Jesucristo ha sido estudiada desde el ángulo de la fe, pero pocas veces se ha intentado acceder al Jesús histórico que probablemente existió. Si hay una base real para el cristianismo, creo que sería interesante analizarla y estudiarla, lo que hace muy efectivos pasajes como el análisis médico de la tortura a la que se sometió al hijo de Dios. Hemos oído hablar siempre de pasión y martirio, pero ¿Cuántos latigazos recibió? ¿Qué lesiones sufrió su cuerpo con los azotes, con la corona de espinas o con los clavos de la cruz? ¿Cuántas pulsaciones por minuto alcanzó su corazón? ¿Es cierto que sudar sangre es resultado de la ruptura de capilares sanguíneos debido a situaciones de gran estrés? Si en 2006 El Código Da Vinci revolucionó la literatura comercial de todo el mundo al insinuar que Jesucristo tuvo hijos con Maria Magdalena, uno se pregunta cómo es posible que una idea tan rompedora no fuese traducida al inglés (que no publicada) hasta 2013.

El problema es que Caballo de Troya no es una novela fácil de entender, y me esfuerzo en resaltar la palabra novela porque eso es lo que es. Ya en su primera edición el autor dejaba claro este punto en un prólogo que ha desaparecido de ediciones modernas como parte de un juego al que él ha entrado a saco: la construcción de su personaje. Benítez ha escrito sus libros basándose en lo que llamamos metaficción, la ruptura entre la realidad y la ficción, pero de una forma muy extraña y rebuscada. Uno de los mejores ejemplos de este recurso podríamos encontrarlo en la saga La Torre Oscura de Stephen King. El autor de Carrie ha hablado tantas veces de esta serie de fantasía que muchos consideran ya a Roland y el resto de personajes como tipos cercanos y campechanos que “viven” en la imaginación de King, y esto llega a un punto culminante cuando en el sexto volumen, éstos van a visitar a Stephen King a su propia casa para pedirle que acabe la saga o su mundo entero se vendrá abajo. El libro va incluso más lejos cuando King noveliza su propio y real atropello que casi acabó con su vida finalizando con la portada de un periódico que publica su panegírico, ya que en esa versión de la ficción, él muere.
Por supuesto, King no cree que Roland o el resto de personajes de su ficción existan realmente, ni siquiera de forma metafórica. Es un ejercicio de entretenimiento que juega con su autoconsciente fama y popularidad entre el público ya que Stephen King no es solamente un escritor, sino el vecino de tres calles más arriba. A menor escala, Benítez se ha convertido en lo mismo para el público español y sudamericano, un personaje recurrente en periódicos, revistas ufológicas y librerías, que cada poco nos sorprende con historias fantásticas y novelas de ciencia ficción.

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“Por aquellas fechas, mis actividades en la investigación ovni habían alcanzado ya un volumen y una penetración lo suficientemente destacados como para tentar a los diversos servicios de Inteligencia que actúan en mi país. Era entonces consciente -y lo soy también ahora- de que mi teléfono se hallaba intervenido y de que en muy contadas ocasiones, dada la naturaleza de algunas de esas indagaciones, los sutiles agentes de estos departamentos (civiles y militares) de Información, habían seguido muy de cerca mis correrías y entrevistas.”

Pero a diferencia de King, Benítez hace un gran esfuerzo para mantener su imagen. Prueba de ello es que en la primera novela de Caballo de Troya, el prólogo se centra exclusivamente en él huyendo de los agente del FBI menos eficientes de la Historia y siguiendo pistas de novela de misterio para acceder al secreto de este Mayor, un diario guardado en una caja de seguridad cuya transcripción es el cuerpo de esta novela. Y no estaría nada mal si no fuera porque desde entonces, el periodista asegura a quien quiera escucharlo que todo esto no sólo es real, sino que el resto de la información facilitada por el militar está a buen recaudo (creo recordar que en una caja fuerte a nombre del editor de Planeta), lista para publicación en caso de que él fuese asesinado. Treinta años después algunas de sus incoherencias pueden resultarnos risibles, sobre todo porque toda esa información, que ha ido publicando a lo largo de diez libros, no ha hecho saltar las alarmas de ningún gobierno del planeta. Ahora somos lectores mucho más cínicos y nos preguntamos por qué, si ese proyecto secreto es real, el militar no se puso en contacto con cualquier periodista de alto nivel estadounidense, por qué venir hasta España a dárselo a un escritorzuelo de testimonios sobre OVNIS. Alguno dirá que es porque “sólo él estaba preparado para creer”. La otra opción es que fue a él a quien se le ocurrió la idea para el libro.

Entremos en el diario. El Mayor, de nombre en clave Jasón, es seleccionado para esta misión como los astronautas de las misiones Apollo. Eso incluye un ayudante que permanecerá en la máquina del tiempo en todo momento controlando un ordenador de a bordo llamado Santa Claus, y que le irá mostrando apoyo a lo largo de la misión. Mientras Eliseo permanece en esta “cuna” que se posará en el monte de los Olivos, Jasón cuenta que su entrenamiento incluyó aprender arameo galilaico y proteger su cuerpo con todo tipo de productos químicos que creaban una especie de piel de serpiente que le protegía del exterior. También haría uso de un cayado de madera en cuyo interior habría un avanzado sistema de grabación capaz incluso de analizar el cuerpo de Jesucristo durante la tortura, y un par de micrófonos que Jasón utilizaría para grabar a escondidas la famosa Última Cena.
En la ficción, lo interesante sería ver cómo los muros de Jasón con respecto a los límites de su misión empezaban a desmoronarse al entablar conversaciones e incluso amistad con este Jesús de Nazareth. Jugando con la ambigüedad sobre si era realmente Hijo de Dios, un loco soñador o alguien avanzado a su tiempo, el crononauta podría verse dividido entre sus obligaciones como espectador y el apego emocional a su entrevistado, entrando en un juego de si debería permitir que la Historia siguiera su curso o se atrevería a alterarla.
Es la base de cualquier relato de ese tipo que se precie, pero Caballo de Troya pierde todas las oportunidades para convertirse en un libro de calidad para jugar al despiste y a la mentira con mares de datos inventados, un recurso típico de las narraciones en internet conocidas como magufadas.

Seamos claros, una mentira funciona mejor envuelta entre dos verdades. E internet, con sus páginas especializadas en astrología y magia, ufología y pseudociencia, han puesto teorías absurdas al alcance de cualquiera con una conexión a la red. Páginas como Taringa están llenas de entradas sobre pirámides alienígenas y astronautas de la antigüedad, y en internet no sólo las fuentes no son poco fiables, es que directamente no existen. Los textos se copian y citan unos a otros creando leyendas urbanas como Slenderman, publicadas con chicos de quince años que saben mucho sobre la historia del mundo y también sobre cómo los gobiernos nos engañan y nos envenenan con los famosos chemtrails de los que todo el mundo ha oído hablar. Y como a día de hoy sólo importa lo rápido e impactante, y Buzzfeed se ha convertido en el referente de la información online de consumo rápido y vacío, queremos cosas impresionantes que no nos hagan leer ni estudiar mucho. Un artículo sobre naves espaciales de la Atlántida bajo la Gran Pirámide es mucho más atractivo para Twitter que el estudio sobre la gramática egipcia del coronel Richard Vyse en las cámaras de descarga de la tumba de Keops. Pero para que todas esas historias se compartan y se crean, han de estar revestidas de un aire “oficial”, con nombres, fechas y hechos concretos. Da igual que sean datos todos ellos erróneos que no resisten ni una búsqueda en Google. Hablamos de científicos y militares que saben cosas y a los que les prohibieron publicarlas, y nos sentimos más inteligentes que el resto del mundo porque hemos encontrado un artículo en internet no censurado por los canales oficiales y que nos habla directamente sobre la Verdad.
Un ejemplo que muestra cómo Caballo de Troya está construido podemos encontrarlo en una de esas páginas absurdas sobre relatos de Ovnis que nos aseguran que los militares presenciaron una batalla entre platillos volantes sobre el océano atlántico. Y el texto de cualquiera de estas webs dice así:

Las imágenes tomadas por el USS Trepang SSN 674 en Marzo de 1971 son evidencia de la existencia de formas vida alienígenas que han estado visitando la Tierra desde tiempos inmemoriales. Alex Mistretta, un investigador de lo paranormal y autor descubrió que […] el USS Trepang estaba en el área en el momento y un contralmirante de nombre Dean Reynolds Sackett, Jr de Beatrice, Nebraska, fue su oficial al mando desde agosto de 1970 a diciembre de 1973. El objeto no identificado fue visto por primera vez a través del periscopio por un oficial llamado John Kilika y las fotos fueron tomadas por un oficial no identificado.

Saber que el bueno de Dean Reynolds Sackett Jr. pasó su infancia en Beatrice, Nebraska, es tan relevante para el artículo como saber que aquel día había desayunado café caliente en una taza rosa o que era un gran fan de Jerry Lewis. Es una muestra de cómo información absurda entra en nuestro cerebro y nos pilla con la guardia baja porque desde pequeños hemos aprendido a confiar en la palabra escrita y en la información profusa y documentada. Enseñamos que los libros nunca están equivocados y no que esa información puede ser, a falta de una palabra mejor, un enorme montón de mierda. Y esa información de relleno pensada para aturdir y envolver la ficción aparece en Caballo de Troya en forma de amplios pies de página que nos cuentan todos los pormenores de la operación. A veces incluso detalles absurdos como de qué estaban hechos los ordenadores del proyecto secreto. Y sabemos que es información inútil o falsa porque abunda en detalles, pero fracasa, al igual que los relatos sobre naves alienígenas, en presentar fuentes. Nunca hay una línea directa que seguir hasta el punto de origen, ni tampoco una prueba irrefutable. Sí existió un USS Trepang, pero no hay nada sobre OVNIS en ninguna página cuya temática no se centre exclusivamente en ella, ni nadie en Beatrice, Nebraska se responda al nombre de aquel oficial.
La información que Benítez utiliza para escribir el libro le ha valido también alguna acusación de plagio. Sobre todo porque gran parte de lo que cuenta está prestado del famoso Libro de Urantia, un texto de procedencia desconocida que muchos aseguran es un legado de una civilización alienígena. Puede encontrarse fácilmente en internet y ver cómo en sus páginas hablan de la vida, el universo, la ciencia… y un cuarto apartado centrado en explicar que Jesucristo es un ser celestial que va por el universo apareciéndose en los diversos mundos habitados para transmitir el mensaje del Padre. Un profeta alienígena. Un “enviado”. El título, os recuerdo, del libro en el que Benítez escribió su famosa entrevista ficticia.

A lo largo del libro, el planteamiento de novela histórica va viniéndose abajo cuando aparecen muchas de las manías personales de Benítez. El mensaje divino sin necesidad de religión organizada, la certeza de que Jesucristo es hijo de un Dios impreciso que nos habla acerca de “esta época”, “mi mundo”, “el mensaje” o “mi labor”. No hay mucho que Jasón pueda hacer para presionarle, Jesucristo no suelta prenda ni se moja en aspectos concretos. La fe se resume en creerte lo que este hombre te cuenta, pero a la vez, Benítez cae en el inevitable racismo cultural de describirte a Jesús de Nazareth, nacido en la ciudad de Belén, en la zona de Cisjordania, como un hombre blanco de metro ochenta pelirrojo y de ojos almendrados. Cuando la narración de este diario se adentra en lo sobrenatural aparecen astronautas con escafandras en forma de pecera que descienden de los cielos para hablar con Jesús, que reza en el Monte de los Olivos. Los aciertos de la novela, como insinuar con muchos de los actuales lugares de culto que visitan los turistas no tienen nada que ver con la realidad, o que los discípulos no escribieron nada de lo que dijo su Maestro conforme lo predicaba, unido a la desconfianza hacia una forma de religión establecida o jerarquizada, se hunde cuando, al final, Benítez decide creer mostrando que Jasón, con la nave a punto de partir al presente, entra por fin en el sepulcro de Jesucristo donde su mortaja yace vacía, prueba de que la resurrección fue real.

El increíble argumento y estructura del libro se complica con los siguientes volúmenes de la saga, a cada cual más farragoso y menos fresco. La segunda parte acaba de golpe cuando Jasón, en su segundo viaje al pasado, no sólo se entrevista con la madre de Jesús sino que presencia el espíritu del hijo de Dios. Más partes del “diario” han ido apareciendo con el paso de los años hasta completar un total de nueve entregas, cada una con menos ventas que la anterior, hasta que finalmente el proyecto Caballo de Troya fue finalizado… o no. Porque con esas palabras, Benítez sacó una nueva novela en 2013 titulada El día del relámpago sobre lo que le ocurrió a Jasón a su regreso a 1973.

EL VENDEDOR DE HISTORIAS

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En los últimos años, Benítez asegura haberse retirado de la vida pública tras un infarto. Aun así ha seguido publicando libros a un buen ritmo, pero éstos se han ido volviendo cada vez más extraños. Mucho hemos cambiado (el público y él) desde esos ejemplares de portada cutre de finales de los setenta sobre abducciones alienígenas. Los platillos volantes son cosa del pasado y no se han vuelto a presentar casos importantes a pesar de que ahora todo el mundo lleva un teléfono móvil con una cámara de fotos en el bolsillo del pantalón. Además, parece que el escritor ha ido profundizando más en temas espirituales como la vida más allá de la muerte y la pertenencia a un orden mayor que todos nosotros que alcanza todos los planos de existencia. Este pensamiento un poco new age (que también ha pasado de moda) es la base para sus últimos trabajos, crepusculares y erráticos. Benítez no es el admirado cazaovnis de hace décadas que levantaba polémicas cada vez que abría la boca. Parece que hemos llegado a un acuerdo tácito entre todos por el que él sigue defendiendo sus teorías y cada vez le hacemos menos caso. No hay entrevistadores que entren a saco con él y le piden que presente pruebas definitivas de todo lo cuenta. Ya sabemos que no las hay. Es como un viejo elefante en un circo que se cae a cachos y donde sigue haciendo los mismos trucos ante una audiencia cada vez más pequeña. Pero en 2014, Televisión Española le dio ocho millones de euros para rodar una serie de documentales bajo el nombre de Planeta Encantado, y este fue su último gran momento de infame gloria.

Ya he dicho en varias ocasiones que Benítez presenta ficción ufológica y charlatanería disfrazados de auténticos hechos comprobados. Juega al despiste y a que él es un investigador serio para colarnos mentiras e incorrecciones. Lo que podría ser un juego divertido, esa metaficción de la que hablaba antes, se pierde por el camino cuando consigue fondos públicos para mentir descaradamente. A lo largo de los trece  episodios se repasaron algunos de los temas favoritos de J.J. Benítez, como lo son los platillos volantes, las civilizaciones antiguas y la historia de Jesucristo. En algunos de ellos, como cuando intenta hacer un repaso a la juventud perdida del hijo de Dios, comete errores históricos graves, como mencionar el Coliseo romano décadas antes de su construcción. También habla de las estatuas de la Isla de Pascua movidas por el aire gracias a poderes psíquicos, o incluso asegura que hay que ser muy ignorante para creer que los egipcios, que no conocían ni la escritura, edificaron en realidad las pirámides de Egipto. Pero sin duda dos de los capítulos más polémicos tienen que ver con el descubrimiento por su parte de un anillo en el Mar Rojo con el símbolo I O I y que desde entonces ha sido un tema recurrente en su vida privada. Palo—cero—palo, como él lo llama, coincide con una piedra con las mismas inscripciones que un pastor recibió de los integrantes de un OVNI en Los Villares, Jaén. Este motivo decorativo, tan simple como común de encontrar, puebla a día de hoy los últimos libros de Benítez como la confirmación de la existencia de una antigua civilización alienígena situada en la Tierra, pero es más. Mucho más. Su último libro, publicado hace un par de meses, muestra matrículas de coches con el número, tarjetas de embarque de aeropuertos con el famoso I O I y hasta en alguna entrevista asegura que su nieto “es muy palo—cero—palo”, sea lo que sea lo que signifique eso.

Pero el programa que terminó de hundirle fue una gran mentira descarada en el penúltimo capítulo, Mirlo Rojo. Antes quiero dejar que Planeta Encantado no son tanto unos documentales como un ejercicio de egocentrismo impecable. Con muy poco guión, cada capítulo cuenta con grandes planos acompañados de música de Benítez con un pañuelo en la cabeza mirando las pirámides, con un pequeño candelabro escurriéndose hacia el interior de la oscura y peligrosa tumba de Keops… pasando, imaginamos, a los cientos de turistas que entran allí cada día. Mostrándose a sí mismo tomando notas, dibujando y valorando la situación como un experto Lawrence de Arabia, sorprende los pocos datos que dan y el mucho tiempo que se pierden en preciosos planos que no aportan nada, pero es que cuando habla, Benítez apuesta a lo grande. Para empezar, regresa al cementerio de Arlington, donde empezó Caballo de Troya, y aparece inclinado frente a una tumba sin identificar donde reposan los restos “de un amigo”. No sabes si se refiere a una de sus misteriosas e inexistentes fuentes o está hablando de Jasón, el famoso Mayor del ejército americano. Luego pasa a contarnos una historia de ciencia ficción acerca de bases alienígenas en la Luna, y promete una gran exclusiva. Un vídeo obtenido con mucho esfuerzo y que muestra no sólo cómo los astronautas del Apollo XI, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, encontraron algo en la cara oculta de la Luna, sino que exploraron estas construcciones y lo grabaron en vídeo antes de recibir órdenes de los Estados Unidos de volar las ruinas con armas nucleares.
Efectivamente, el documental presentaba una grabación en blanco y negro desde la superficie lunar, pero a Benítez se le “olvidó” decir que en realidad era un trabajo de animación en 3D desarrollado por una empresa de videojuegos del país vasco, y que hizo pasar como real. Ante una afirmación tan extraordinaria era de esperar una reacción igual de grande, pero Benítez no sólo se excusó diciendo que era una reconstrucción “de una grabación real que la NASA atesora en una caja fuerte”, sino que se tomó muy a mal las críticas vertidas contra su programa.

Cuesta imaginar qué ocurriría si ese documental se emitiera en plena era de Twitter, donde cientos de miles de personas podrían comentarlo en directo. Y es que, como digo, el mundo no es ese lugar ingenuo donde con cuatro datos y fechas puedes hacernos pensar que estás contando algo oficial. A pesar de que cada vez hay más información fraudulenta en internet y en ella se anima a utilizar medios como la homeopatía o los cristales energéticos, no puedes gastarte el dinero de los ciudadanos de tu país y luego, escurrir el bulto. A todas luces Planeta Encantado fue un fraude y una mentira que, por agotamiento, ya ni siquiera resultaba divertida. A la gente le cansaron los juegos, la información que nunca llegaba y las pruebas que se escapaban. Se escribió una carta abierta a Televisión Española para que cancelase la segunda temporada de los documentales, que jamás llegaron a rodarse.
En 2007, Benítez presentó una denuncia contra el investigador Luis Alfonso Gámez, que había criticado en su blog personal la serie Planeta Encantado señalando todas las mentiras e incorrecciones en las que el escritor había caído para hacer más interesantes sus documentales. Fue especialmente crítico con el vídeo de las bases lunares porque Benítez además las presentó como “imágenes inéditas”, que luego intentó justificar asegurando que, efectivamente, jamás habían sido emitidas con anterioridad. Y sorprende saber que a pesar de los testigos, pruebas y testimonios, J.J. Benítez ganó la demanda y se condenó a Gámez a pagar seis mil euros por vulnerar el honor del escritor. Aun así quedan lejos de los ochenta mil que la abogada del escritor exigía en concepto de indemnización. El debate continuó en el aire hasta que el escritor cerró temporalmente su web anunciando que se iba a investigar, y ahí quedó la cosa.

O no. A estas alturas, no creo que J.J. Benítez se encuentre con fuerzas para denunciar a nadie. Con sesenta y ocho años, le va bien publicando (que no escribiendo, como dicen algunos) estos extraños libros sobre la vida más allá de la muerte y testimonios sobre contactados en los que hay cada vez menos platillos volantes y sí más seres celestiales y seres fallecidos que persisten en otro plano. Ofrece pocas entrevistas, sobre todo cuando quiere promocionar un nuevo trabajo, y parece gozar de mejor reputación en Sudamérica, donde le hacen algo más de caso. Aquí en España no parece que vuelva a conducir una serie de televisión o a obtener algo de reconocimiento ni siquiera como narrador de ficción.
Creo firmemente que cualquier debería ser capaz de expresar su opinión libremente, eso implica no sólo crear fantasías que él mismo se crea (o no) o desarrollar un personaje con complejo de Fox Mulder que acuse a sus críticos de ser personajes pagados por los servicios de inteligencia para desestimar su trabajo, también deberíamos ser honestos y no jugar a engañar a la gente, porque cuando se utiliza dinero público ya no estamos hablando de ese QUIEN QUIERA CREER, QUE CREA, es utilizar impuestos para pagarte unas buenas vacaciones haciendo turismo y de paso, soltando mentiras en la televisión nacional. Y si una cadena como esa acoge tan alegremente mentiras e incorrecciones, dice muy poco acerca de su integridad.
Como investigador o escritor, uno debe enfrentarse a las críticas, y ante las acusaciones de fraude o plagio está presentar pruebas concluyentes o fuentes que avalen sus investigaciones, cosa que Benítez no ha hecho ni hará jamás.
Poco importa que J.J. Benítez se haya creído sus historias o esté en realidad en su casa riéndose de todos porque la fachada de investigador de lo oculto le ha venido muy bien, y en realidad, lo único que se le puede lamentar es haber desperdiciado una premisa tan interesante como Caballo de Troya en los panfletos ufológicos que encadenó durante décadas. Era una idea demasiado buena para el desarrollo que tuvo después. Pero realmente, al margen del uso de dinero público para contar sus fantasías, es cosa suya.

El auténtico culpable del fraude es el público que se sienta en el sofá, enciende la televisión y se traga sus mentiras. La gente que no ha aprendido a diferenciar la ciencia de la superchería, los cuentos de la realidad o un charlatán de un científico, y una audiencia cada vez más ocupada que cree en lo que le ponen por delante sin dudar un solo segundo o contrastar la información. Internet, los libros de Benítez o los trabajos de Carl Sagan (al que llamó analfabeto ignorante en un programa de radio) están ahí, y al igual que todos los comentarios que recibo en este blog, no todas las opiniones tienen la misma validez. Hay quien sigue creyendo que bajo la pata izquierda de la Esfinge de Gizeh existe una cámara de mapas llena de objetos de la desaparecida Atlántida, y también quien cree que Caballo de Troya es un MARAVILLOSO RELATO SOBRE EL HIJO DEL HOMBRE. Son fans acérrimos que han decidido creer, pero que nunca se han parado a pensar en todo lo que he puesto antes, que no comprenden la metaficción ni tampoco el marketing. O no les importa, directamente. Ellos seguirán creyendo y comprando sus libros, y yo, recibiendo sus comentarios plagados de mayúsculas que me animan a abrir mi mente y aceptar la revelación que tengo ante mí.

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  1. #1 por Carlos el 7 septiembre, 2015 - 15:09

    Genial este descargo sobre JJ Benitez.
    A esta altura los EEUU pueden viajar en el tiempo, pero no pudieron ganar ni la guerra de Vietnam; no pueden sostener el gobierno de-facto puesto por ellos en Afganistán; No están pudiendo evitar el avance chino en el mundo, ni económicamente, ni Militarmente… ¡¡¡Pero los EEUU viajan en el tiempo!!!. Jajaja
    La historia de Caballo de Troya, está armado, para que «el viajero del tiempo», haya muerto a causa del experimento, «así no quedan pruebas» (ni nadie a quién los periodistas pudieran consultar). Imaginemos si en el libro el militar que vio a Cristo, hubiese «quedado vivo», periodistas de todo el mundo poniéndole un micrófono y haciéndole preguntas incómodas, que terminarían demostrando la patraña. Imposible que este relato se sostuviese si en el libro hubiese quedado vivo el viajero «amigo» de J.J. Benitez (a esta altura podríamos decir que Benitez tuvo un amigo invisible hasta muy entrada su madurez).
    Otro punto, en EEUU hay miles de ufólogos como J.J.Benitez y justo este militar Norteamericano le entrega los archivos secretos a un extranjero.

  2. #2 por Water Melon el 13 septiembre, 2015 - 19:13

    Como te pille Enrique de Vicente, colaborador habitual del heredero mediático de Benítez, Iker Jiménez, te da una tollina y te postula para reptiliano del mes.

  3. #3 por clases de yoga en madrid el 22 enero, 2020 - 09:28

    Hay cada personaje enfadado con Benitez por su obra… Claro que si también los hay enfadados con los autores de Narnia, la brujula dorada, etc….

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