‘El muñeco diabólico’ — El inicio de una saga peculiar

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Los ochenta fueron la era dorada del slasher, las cintas de asesinos en serie imaginativos y con un pie en lo sobrenatural que perseguían adolescentes tetudas lentamente y aun así acababan alcanzándolas. Tras La matanza de Texas llegaron los Jason Vorhees, Freddy Krueger o Michael Myers, que han conocido innumerables secuelas y de las que ahora se hacen reboots que intentan recuperar algo de la gloria perdida del género. De entre todos estos asesinos despiadados hay uno que siempre me ha llamado la atención: Chucky, conocido en España como El muñeco diabólico y que cuenta con un carisma único que le hace destacar entre sus compañeros criminales por su sentido del humor y corta estatura.
También, porque es el único de ellos que funciona a pilas.

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Con un argumento de auténtica serie B, El muñeco diabólico empieza con la persecución del estrangulador Charles Lee Ray, interpretado siempre por el extrañísimo Brad Dourif, que antes de morir transmite su alma por un rito vudú al cuerpo de un muñeco. Cuando éste es vendido a una madre soltera que necesita algo para su hijo, el pequeño Andy será el primero en darse cuenta de que algo no va bien con el pequeño Chucky. Esta primera entrega (ya vamos casi por la séptima), sería toda una película de terror muy barata donde el elemento estrella es la marioneta pelirroja más fea de todos los tiempos, y que aun así estaba muy bien hecha. El asesinato de la niñera puede parecer un poco exagerado, pero funciona como una de esas pequeñas joyas que ya no se hacen porque ahora todo son remakes con más dinero y menos riesgo en el guión. Chucky no es del todo divertido, y creo que aquí sólo podemos encontrar un chiste cuando una anciana se queja de lo feo que es el muñeco.

Con la típica historia del policía que no cree en lo que los dueños de Chucky le cuentan, y con el niño en riesgo de ser el nuevo receptáculo del alma de Charles Lee Ray, lo mejor sin duda es lo imparable que parece el cabroncete y el buen uso de unos efectos físicos que cada vez son más raros y que, precisamente por eso, llaman tanto la atención, sobre todo cuando en la última entrega digitalizaron el rostro de Chucky , algo que no quedó del todo bien.
Sencilla, entretenida y muy corta, esta primera entrega debería verse casi de seguido con la segunda, y que fue más allá en su concepto y se centró cada vez más en la figura del auténtico protagonista de la saga.

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