‘Forrest Gump’ – Aquellos Maravillosos Años

Tom Hanks es uno de los mejores actores vivos, capaz de crear grandes personajes y de hacerlos creíbles para un público que, cuando va a ver una película protagonizada por una estrella de su calibre, rara vez dejan de ver al famoso. En las películas de Brad Pitt o Angelina Jolie, cuesta mucho separar al personaje público de la ficción, pero Hanks siempre logra una credibilidad impresionante. Si hace tiempo hablaba de Capitán Phillips, y donde él era una pieza más de una buenísima película, también podemos dirigirnos hacia sus actuaciones “clásicas” para recordar por qué este hombre se llevó dos Óscar consecutivos, una hazaña de la que no muchos pueden presumir.

 

Forrest Gump es una película mítica, llena de imágenes y frases que se han convertido ya en parte del dominio popular. Y es que este chico con ligero retraso mental logró caernos bien desde el primer momento en el que los guionistas cogieron la novela original y quitaron un montón de partes, suavizando al protagonista y cargando en su muy mejor amiga Jenny todos los comportamientos erráticos posibles. Lo que en un principio parece un pastelazo, con una idea casi de telefilm, se acaba convirtiendo en un inteligente repaso a la cultura estadounidense, sobre todo a los años sesenta y setenta, y donde Forrest forma parte (casi siempre de forma involuntaria) de algunos de los mayores acontecimientos de la historia de su país.

Con una inocencia infantil que queda muy bien reflejada en los diálogos, Forrest cuenta a las personas que esperan el autobús con él cómo ha sido su vida. Desde sus inicios con los zapatos ortopédicos (como si necesitara algo más para ser objeto de las burlas) hasta su lucha en Vietnam. Forrest Gump es uno de los mejores trabajos de un Robert Zemeckis que hace años era un ejemplo de cineasta atrevido, original y entretenido, pero ahora dudamos que pueda hacer más películas así, tan divertidas, emocionantes y bien estructuradas en las que combina el drama íntimo con el cine bélico y la comedia más absurda. Y empatizamos en seguida con el personaje de Hanks porque es tierno, pero no llega a ser tan empalagoso como parece al principio (esa pluma y esa banda sonora nos presentan un film más dulce de lo que realmente es).

Y si bien no entra al trapo en cuestiones más que conocidas por los estadounidenses, sí es cierto que las insinúa. El despertar sexual de Jenny, esa niña de la que su padre abusaba y que inicia una carrera a cualquier parte tomando todo tipo de drogas y finalmente muriendo de Sida, mientras Forrest, a quien sólo ve como un amigo tonto al que acercarse cuando lo necesita, siempre protegerá a su manera. También ayuda ver cómo Forrest hace una valoración tal vez suave, de la muerte de los Kennedy, a quienes vemos insertados en el metraje gracias a unas increíbles y muy bien montadas imágenes de archivo. Asuntos como la integración racial quedan tan bien retratados porque Forrest asoma la cabeza o interactúa con Lyndon Johnson o incluso John Lennon, resultando creíbles muchos años más tarde y siendo, como Parque Jurásico, uno de los mejores ejemplos del uso de ordenador.  También, la cinta insinúa una de las mayores polémicas sobre la época de la guerra de Vietnam: el alistamiento masivo de chicos con problemas mentales que hubiesen sido rechazados en el servicio meses antes, pero a quienes enviaron a una muerte segura en el país asiático. Bubba o el propio Gump pertenecerían a este grupo, y su inocencia es la que ayuda a mostrarnos el horror de una guerra sin sentido cuyas consecuencias aún son visibles en la sociedad americana. Es curioso que cuando Forrest tiene la oportunidad de hablar sobre ellos, el micrófono deje de funcionar y nadie logre oír lo que dice, como si no hicieran falta palabras y Zemeckis jugase con eso.

En es partes como esta donde descubrimos que Forrest no es estúpido, y nos recuerda al consejo que Robert Downey Jr. daba en esa patochada que era Tropic Thunder y donde dejaba claro que para ganar un Óscar, había que interpretar a un lisiado o un retrasado mental, pero si interpretarlo del todo como un “retrasado”, sino que tenía que encontrar su punto de inteligencia para que el espectador no le rechazase de plano. El diálogo, en una cinta un poco ridícula de Ben Stiller, bien podría aplicarse a personajes del mundo entero, especialmente de las comedias absurdas que buscan también un apoyo dramático. Gump es algo tonto, pero no estúpido, y eso es lo que hace que le entendamos. No es sólo que inspire a Lennon para escribir Imagine sin darse cuenta, o que cause el Watergate sin querer y eso sea lo adorable, sino que a la vez, es capaz de mirar a Jenny y comprender por lo que está pasando. “Yo no soy muy listo, pero sé lo que es el amor” es la mayor declaración de intenciones de una persona que luego admite, delante del espectador, que sabe que algo no va bien en su cabeza cuando se preocupa de que su hijo sea “listo” o como él. Ese es uno de los momentos más dramáticos, la constatación de que durante todo este tiempo ha sido consciente de lo que ha pasado a su alrededor.

En definitiva, Forrest Gump es una gran película que se disfruta mucho más si se tienen unas nociones básicas de historia contemporánea estadounidense y se conocen varias referencias pop, con una gran selección musical y unos actores soberbios, como el Teniente Dan, y que no estaría de más volver a ver si hace tiempo que no lo hacéis.