Si hace nada os hablaba de Los Caballeros de la Mesa Cuadrada, ahora toca el turno a otra de las películas más famosa de los Monty Python, una cinta tan extraña y atrevida que os aseguro desde ya, jamás volveremos a ver otra igual. La vida de un joven judío desde su nacimiento el mismo día que Jesús de Nazareth hasta su final en la cruz es tan divertida, irónica, absurda y blasfema que imagino los titulares de periódicos de todo el mundo si alguien sacara un proyecto semejante.
La primera vez que oí hablar de La vida de Brian, me comentaron que era tan tan tan graciosa que cuando finalmente la vi me llevé una enorme decepción. No me reí en ningún momento, pero también es cierto que la vi con nueve años y no entendí nada de lo que pasaba en la película. Desde entonces la he visto cuatro veces y cada una de ellas la he disfrutado más, porque como con la historia artúrica de estos comediantes, se trata de un humor inteligente y retorcido que no se basa en gags, sino en estirar situaciones aparentemente serias hasta convertirlas en un despropósito utilizando los diálogos más enrevesados para hacer reír. Con eso en mente y viendo los demás trabajos de los Python, es lógico lo que nos vamos a encontrar, incluso cuando esta cinta es menos divertida pero muchísimo más ácida que otras.
Con Brian y su madre exploramos los problemas de los judíos y lo ridículo de las religiones, también de la ocupación romana o hasta una inesperada nave alienígena. Y de nuevo repetimos esa fórmula de encadenar sketches como el genial momento de la lapidación, o cuando dos grupos de rebeldes empiezan a pelearse por el derecho a secuestrar a alguien, o cómo el pobre Brian funda una religión sin quererlo y cómo la gente quiere seguirle proclamando milagros allá por donde pasa. Es comprensible que muchos creyentes viesen en esta cinta un insulto a la figura de su amigo imaginario, pero incluso cuando creo que La última tentación de Cristo bien podría arremeter más duramente contra los pilares de la religión, no pienso que la Vida de Brian sea una atrocidad. No ridiculiza la figura de Jesucristo y simplemente nos cuenta las desventuras de una persona que tiene la mala suerte de cruzarse en su camino. El problema es que muchos religiosos ni entienden ni quieren entender el humor (y mucho menos cuando habla de cosas que ya de por sí escapan a la lógica, o mirad el momento de los zapatos y las calabazas) y creen que todo en sí es un insulto. Sin quererlo, ellos mismos se acaban convirtiendo en un chiste más de la película, el del espectador que no sabe lo que está pasando y que sólo ve amenazas y blasfemias por todas partes. Pero es que si fueran un poco más finos, tal vez no tendrían motivos para sentirse insultados.