Tras el estreno de El Retorno del Jedi, poco más se supo sobre los planes de continuar la saga cinematográfica. Hasta hace bien poco los estudios veían una trilogía como algo exitoso, y no sería hasta finales de los noventa cuando se planteasen qué habría de malo en añadir una película más. Esa es la razón por la que, si os fijáis, hemos tenido muchas secuelas tardías en la pasada década. Pero eso no quiere decir que Star Wars estuviese muerta. El Universo Expandido continuó nutriéndose de novelas, cómics, videojuegos, revistas y sobre todo, juguetes. La importancia de este merchandising llegó al nivel que una trilogía de novelas escritas por Timothy Zhan fue considerada durante mucho tiempo la “secuela oficial” de La Guerra de las Galaxias, los perdidos episodios VII, VIII y IX y donde los rebeldes se enfrentaban ya a los últimos coletazos del imperio bajo los mandos del Gran Almirante Thrawn.
A decir verdad, tenía pensado que este especial tuviese una longitud de nueve artículos, pero lo he ido posponiendo durante tantos años que ahora sé que no lo haré. No sólo porque me interesen otras cosas, sino porque creo que los libros de Zhan son poco menos que horribles, pero interesantes. Lo único que se puede sacar de ello es la libertad creativa que tuvo (y detalles que Lucas cogería más tarde, como el planeta Coruscant y poco más) y cómo se vendía lo mismo una y otra vez. Los libros están plagados de referencias a las películas, cómo Luke “recordó aquella vez que se puso el uniforme de un soldado imperial en la Estrella de la Muerte” o similares. Como entretenimiento ligero puede estar bien, no todo tiene que ser alta literatura, pero lo cierto es que muchos de los libros ambientados en el universo de los caballeros Jedi eran bastante malos y se limitaban a livianas aventuras en las que nuestros personajes brillaban con su carisma y salían indemnes de las mismas. Además, todos estos libros transcurrían en los años posteriores a las películas, con pequeños escarceos a la juventud de Han Solo, porque se decía que Lucas tenía una cláusula en la que se guardaba para sí el origen de su historia.
Con la excusa de realizar pequeños retoques en las cintas originales, George además sacó la espantosa Edición Especial que ya he comentado de sobra, repleta de bichos que intentaban ser graciosos y escenas vergonzosas, el primero de los grandes destrozos que el creador iba a cometer con su obra. Tras el previsible éxito de los reestrenos en cines, se sintió con el valor suficiente para terminar el guión, de su propia mano, que iba a narrar los acontecimientos anteriores a todo lo que ya conocíamos. Ahora nos cuadraban los números de las cintas originales (No tanto ese “nueva esperanza” que se sacó de la manga) y el público esperó algo que jamás llegó. En su lugar lo que tuvimos fue “La Amenaza Fantasma”.
Ambientada treinta años antes de la película original, nos encontramos en una República Galáctica próspera y pacífica, que ya se intuía en las películas originales. De hecho, con la publicación en 1978 de la novela escrita por Lucas, ya se dejaba claro que el senador Palpatine se valió de ciertos sistemas políticos y de comercio para convertirse en el Emperador. Sin embargo, el guión jugaría al despiste manteniendo la identidad del villano principal en las sombras hasta el último momento. Antes de todo eso, volvamos al guión de La Amenaza Fantasma, donde se nos presenta un planeta igual de feliz y pacífico que el Alderaan de la Princesa Leia llamado Naboo, quien en esos momentos se encuentra bajo un bloqueo comercial de la Federación de Comercio. Y un par de caballeros Jedi, algo así como unos embajadores pacifistas o fuerzas de la paz, va para allá para buscar una solución pacífica.
En comparación con las explosiones y la intensidad del Episodio IV, el arranque de esta Amenaza Fantasma es algo flojo. Lo que funcionaba en las antiguas era que en seguida eras capaz de identificar la escena: quiénes eran los buenos, quiénes los malos, y de qué iba todo el asunto. Aquí todo es muy diferente. Los personajes no son carismáticos, no hay diferencias entre la forma de hablar de los mismos y casi parecen androides recitando sus líneas. Lo que realmente impresiona de esta nueva cinta de Star Wars son sus efectos especiales, quienes dominan por completo la cinta. Pero en esta ocasión ya había pocas maquetas, porque George Lucas había conseguido lo que quería: Ahondar en ellos y desarrollarlos hasta un nivel jamás visto. Peter Jackson podría haberse fijado de los pecados de Lucas cuando se centró en la trilogía de El Hobbit, pero parece que el neozelandés ha cometido los mismos errores punto por punto.
En sí, la historia es una excusa para planos de androides, alienígenas y naves espaciales, tan bien realizados por ordenador que en seguida nos damos cuenta de que esta película tiene un aire artificial que choca con lo “físico” de las anteriores entregas. Las naves cromadas, los colores pastel y lo limpio de todos los escenarios parecía un salto tecnológico no sólo respecto a la forma de realizar el film, sino también a la hora de preparar incluso sus diseñosñ. Supongo que se podría interpretar como un símbolo de la prosperidad y belleza de la república, pero de momento eso no queda claro. Lo que sí es cierto es que Lucas se tomó muy poco en serio su propia película, tirando de recursos típicos e inventándose un montón de cosas que contradecían todo lo anterior. Para empezar, la introducción de un personaje llamado Qui Gon Jinn, el maestro de un joven Obi Wan Kenobi. Aquí muchos ya levantaron una ceja (tal vez sólo un poquito) al recordar que el maestro Yoda había sido maestro de Obi Wan, pero luego se justificaría diciendo que Yoda enseñaba sobre todo a niños y luego, éstos encontraban su maestro particular. Lo cierto es que hasta entonces no sabíamos nada de los caballeros Jedi, ni la estructura de su orden ni nada remotamente parecido a una jerarquía, así que no era del todo hacer trampas y además nos permitía tener al único personaje interesante de la película. Qui Gon era un auténtico maestro, algo radical en sus ideas, pero carismático. Por el contrario, Ewan McGreggor puede hacer muy poco con un papel esquemático y secundario. De hecho, el único ser más trabajado de toda la película es el infame Jar Jar Binks, pensado como “alivio cómico” y que resulta ser cargante porque su humor infantil y blando es molesto para todos excepto para los niños más pequeños. Pero Star Wars ya era una película para niños. ¿O no?
Con los caballeros Jedi en Naboo y tras alcanzar las profundidades del mar para conocer a los Gungans, hay una escena bastante aburrida que se supone que es parte de la aventura en la que sobreviven a varios ataques de peces cada vez más grandes. Por otra parte, la infiltración en el castillo de Naboo es muy floja, y la propia reina Amidala es un maniquí de vestidos carísimos interpretado por Natalie Portman, actriz que es capaz de bordar cualquier cosa, o desfilar por la pantalla cuando la cosa no le interesa demasiado. Aquí es lo segundo. Al igual que el resto de actores se limita a conectar una escena con la siguiente, sin ritmo y sin interés, y cuando abandonan el planeta es cuando por fin tenemos algo de emoción y un regreso: el de R2 D2. Si bien no es mentir, se presentan graves problemas de coherencia con la saga original, ya que Obi Wan no le recuerda. Si fuese algo puntual, de acuerdo, pero es que R2 se pasará junto a él los próximos años. Pero en lo que a regresos ridículos se refiere, es al de C3PO, el androide afeminado de protocolo que aquí resulta que es construido por un niño llamado Anakin Skywalker, un esclavo del planeta Tatooine al que llegan por casualidad.
En primer lugar, no creo que presentarnos el pasado de Darth Vader fuese una buena idea. Todo lo que necesitábamos ya se había resumido en pocas líneas en las películas originales, y alargarlo hasta conseguir tres películas puede ser todo lo contrario a convertirlo en interesante. Pero si vas a hacerlo, tal vez no necesitemos toda su biografía, incluyendo un nacimiento con las cansinas reminiscencias cristianas. Si la saga hubiese comenzado en las Guerras Clon, por ejemplo, Lucas habría dispuesto de más metraje para narrar su caída al lado oscuro. Pero de esta forma, tenemos que ver que Anakin es un buen samaritano y las casualidades no existen. Qui Gon se siente “llamado” por este niño, llegando a la conclusión de que es alguien especial. Recordando la película original, Obi Wan asegura que cuando conoció a Anakin era ya un gran piloto, y le sorprendió la intensidad con la que La Fuerza estaba en él”. Esa línea, tan sencilla y simple, queda aquí alargada con una carrera de veinte minutos, espectacular en lo visual, pero ya, y la famosa escena de los midiclorianos.
La gracia de La Fuerza, en una época de aperturismo y con unos hippies ya más que cansados, era que se trataba de un concepto sencillo, algo así como una «energía mística creada por todas las cosas vivas que nos rodeaba, penetraba en nosotros y mantenía unida la galaxia». Traducirlo en términos biológicos quedaba algo chusco y quitaba mucha de la “gracia” a la idea, pero es el tema de la Profecía del Elegido la que realmente me parece más absurda. Utilizar la excusa de que los personajes de nuestra historia cumplen una profecía o están “predestinados” a ello, es uno de los trucos más baratos y simples del mundo. Además ha sido tan utilizada, que la palabra Elegido sirve para describir a casi todos los protagonistas de epopeyas similares. Es una forma de no comernos más la cabeza y hacer que el espectador “confíe” en nuestros personajes sin mostrar realmente aptitudes para ello.
Las únicas partes buenas de La Amenaza Fantasma son las más desaprovechadas. Qui Gon Jinn, porque debería haber sido un personaje regular, y el villano Darth Maul, que en realidad es otro de esos ejemplos de cómo el merchandising funcionan. Al igual que con Boba Fett, Maul apenas hace nada en la película, pero su aspecto, su sable láser de doble hoja y sus cientos de complementos vendidos por separado (motos, naves espaciales, sondas, etc) sirven para construir un personaje que podría haber tenido más minutos. El futuro emperador, además, tiene muy poco que ver en la cinta y se le echa en falta. Todo lo demás podría haberse mejorado y sin embargo no fue así. La marioneta del maestro Yoda, que fue sustituida por un personaje digital en una edición extendida, es muchísimo más artificial que la de El Imperio contraataca. La batalla final entre androides y gungans es interesante, pero Jar Jar repitiendo los mismos chistes que los Ewoks de El Retorno del Jedi sobra muchísimo. La batalla espacial es idéntica a la de La Estrella de la Muerte, pero lo que es ya un salto de fe es creer que Anakin, sentado a los mandos de una nave, llega hasta allí por error y se las apaña para sobrevivir, entrar dentro de la nave por accidente, disparar a los increíblemente accesibles puntos vitales, y salir ileso. Podríamos creerlo con Luke, pero aquí ya no cuela. Tampoco es muy interesante el ataque al palacio y donde el plan de Padmé Amidala consiste en asegurar que “el capitán Panaka urdirá una estratagema”. Un plan cojonudo, si me preguntáis mi opinión.
Lo realmente bueno es el combate entre Obi Wan, Qui Gon y Darth Maul, con fuerza y el mejor tema de John Williams. El escenario, el montaje y todo lo demás cuadra para construir una escena muy interesante y entretenida, y nos preguntamos por qué el resto de la película no ha estado a la altura de esto. Lo brutal de la muerte de Qui Gon y el enfrentamiento final con Obi Wan vuelve a demostrarnos también que la música es innecesaria en estos casos y que siempre suele haber un pozo sin fondo cuando dos Jedi combaten. Lo único que lo empaña es el final tan abrupto de Maul, que como ya he dicho, se merecía más.
En realidad, La Amenaza Fantasma no es tan mala como la pintan. Es absurda y muy floja en comparación con las otras, pero sobre todo carga con el peso de las expectativas acumuladas durante décadas. En realidad, creo que lo que el público esperaba ver era a un Vader ya adulto, tal vez antes de su desgracia física, persiguiendo Jedis, luchando en las guerras Clon y a un Obi Wan en su plenitud como maestro, además de ver también cómo Han Solo ganaba el Halcón Milenario a Lando Calrissian y todas las cosas que nos gustaron de las películas originales. Lo que obtuvimos fue un pastiche político que no está mal, pero es algo aburrido, y un arranque flojo y desligado del resto de la trilogía, de modo que se trata sin duda alguna de la peor película de las seis que se han estrenado hasta el momento. Uno se pregunta qué hubiese pasado si Maul hubiese estado algo más trabajado y se le hubiese mantenido hasta el Episodio III, o si hubiésemos empezado directamente con un Anakin adulto. Pero el problema es que a George Lucas no le importa lo que queramos, ya que es él quien hace las películas y quien decide lo que vemos, como todos los cineastas. En esta ocasión nos tocaba disentir, y también comprobar cómo llevaba años sin coger una cámara y cómo se había convertido en algo muy diferente a aquel chico nervioso que luchó por su sueño. Ahora, él era el malvado emperador del estudio y se hacía lo que él quería incluso aunque fuese algo absurdo. También, hay que añadir que Harrison Ford ya confesó que Lucas no sabía tratar con la gente y no tiene paciencia para el proceso creativo o para trabajar con los actores. Lo suyo realmente son los efectos especiales, y esa manía de querer acabar el rodaje lo más rápido posible para poder ponerse con ellos le iba a granjear no sólo muchas críticas entre el público, sino también entre sus propios empleados. Además, quedaba un último detalle: el merchandising.
Lucas ya descubrió que podía convertir una película en exitosa incluso si se estrellaba en taquilla gracias a los juguetes y productos relacionados. De modo que en realidad, las películas de Star Wars no son más que anuncios de dos horas de duración plagados de potenciales figuras de acción. Una forma que demuestra cómo funciona el mundo de George Lucas nos devuelve a la carrera de vainas, en la que, entre las decenas de planos de una de las set pieces más interesantes de este largometraje, las naves pasaban por un desfiladero en mitad del desierto. Pero pocas semanas antes de acabar el montaje, alguien decidió que uno de esos planos se veía muy soso y tal vez quedaría bien poner a un espectador mirando apoyado en una barandilla. El personaje que podéis ver más arriba. Así fue como nació Aurra Sing, cazarrecompensas, antigua padawan, sesenta dólares en edición coleccionista y personaje regular de cómics y novelas. Todo en Star Wars es explotable, pero eso no quiere decir que sea bueno o merezca la pena hacerlo. Sólo es un ejemplo más de cómo a Lucasfilm no le interesaba crear películas interesantes, sino desarrollar todos los posibles campos comerciales. Y aún le quedaban otras dos películas para demostrarlo.
#1 por sentidoaracnido1977 el 21 junio, 2014 - 00:45
Si te fijas en el Episodio IV, Alec Guinnes pone una cara muy reveladora cuando Luke le dice que R2 afirma pertenecerle y le contesta que no recuerda haber tenido nunca un androide. Está claro que le miente descaradamente, como le miente sobre su padre. Es lo único que no me parece chocar y me encaja. Ahora bien, no sé si es que Lucas eso siempre lo imaginó así o es pura casualidad, pero como digo la cara de Kenobi en esa escena lo dice todo.
#2 por Carlos Martín el 21 junio, 2014 - 02:47
La verdad es que muchas de las cosas improvisadas del guión se arreglan diciendo que «Obi Wan miente u oculta algo». Sí, lo parece, pero creo que más bien es lo que creo que queremos ver en el rostro de Guinness cuando actuaba. Y como ya se inventaron lo del «punto de vista» para justificar por qué Vader mató a Anakin, que luego resultó ser el mismo, es fácil pensar en eso… Sin embargo, no lo creo. También está el detalle de que Anakin quería que tuviera el sable láser cuando fuera lo bastante mayor… etc etc… Más que mentir, creo que son agujeros de la trama que quedan «arreglados» porque pensamos que Obi Wan era un poco mentirosillo. Quizá quede bien dentro de la lógica interna de la película, pero la verdad es bien distinta.
Y que no, venga, que Darth Vader no construyó a C3PO. Me niego a creer eso. 😛
#3 por sentidoaracnido1977 el 21 junio, 2014 - 13:07
De todas formas lo de la cara de Obi-Wan a mí siempre me lo ha parecido así, desde niño, desde muchísimo antes de existir la pronto no tan nueva trilogía. Es decir, que yo siempre ví o lo interpreté como que ocultaba algo. Vamos, que no tengo esa necesidad de encajarlo porque la mente necesita asociarlo para que encaje con los primeros episodios, etc. Hay tantas lagunas y cosas que no encajan y que Lucas no ha sabido enlazar con coherencia, que una más o una menos no va a arreglar el desaguisado general.
Como dices seguramente ese momento es más casual que otra cosa, que no tiene nada que ver, pero sí que ha encajado entra tantas otras cosas que no encajan ni con calzador. Ha colado, minipunto por el churro que se pegó. XD
Sí, lo de que Anakin sea el «Hacedor» de C3P0 choca muchísimo y no te lo acabas de creer. Parece un intento menor de repetir jugada con lo de «yo soy tu padre», pero sin decirlo. Hay demasiadas, demasiadas cosas en la trilogía nueva que fallan entrepitosamente y destrozan el universo clásico.
#4 por sentidoaracnido1977 el 21 junio, 2014 - 00:51
A Maul desde luego lo tenían que haber mantenido las tres películas y morir a manos del nuevo pupilo de Palpatine, Vader. Es un personaje que habría dado muchísimo más que Doku o Grieovus, enemigos muy por debajo de Maul. Se salvaría el General Grieovus si lo hubieran mostrado en el Episodio III igual de amenazador que en la serie animada de Las Guerras Clon, no la digital posterior, la primera que acaba enlazando directamente con la película. Sin embargo lo ponen ya en horas bajas y no le supone un gran reto a Obi-Wan cuando se enfrentan, algo bastante decepcionante.
#5 por ubiklunar el 22 junio, 2014 - 11:46
Long life to Darth Maul !!!
Darth Maul 5 -1 Grievous
Y con eso he dicho todo