“La familia es todo” Héctor Salamanca
Las dos primeras temporadas de ‘Breaking Bad’ tenían como objetivo contarnos el despertar malévolo de Walter White y seguir su camino hacia el otro lado de la ley, arrastrando con él a todos los que le rodean. Empezábamos con él siendo un humilde y patético profesor de instituto al que le diagnosticaban cáncer, y presenciábamos cómo iba saliéndose del buen camino, que es ni más ni menos lo que significa la expresión que da título a la serie. A partir de ahora teníamos que verle cambiar, convertirse en el malo de la función y ver cómo respondía el público a la evolución de este monstruo de Albuquerque.
La segunda temporada acababa con dos aviones colisionando en pleno vuelo, que era la respuesta al intrigante osito de peluche rosa medio carbonizado en la piscina. Era la personificación de hasta dónde podían llegar las consecuencias de los actos de Walter White, que arrastraba a los demás con él hasta lo que el espectador calificaría como “accidentes” que en realidad no lo son. La gracia de la serie era ver si podíamos darle la razón a un tipo malvado, pero éste no empezaba siendo maléfico desde el primer momento, sino que poco a poco se iba convirtiendo en ello, buscando el punto de ruptura con la simpatía del espectador. Y sorprendentemente, la audiencia seguiría del lado de Walter White hasta el mismísimo final, sorprendidos por su resolución, admirados por su voluntad, y empezarían a ver el mundo con sus propios ojos. Y lo haría desarrollando un odio visceral hacia el personaje de Skyler, la mujer de Walter, a quien definen como “molesta”, “irritante”, y otra serie de términos que no voy a poner aquí. El odio hacia Skyler es excesivo, y siempre hay gente que no sabe dónde termina la ficción y empieza la realidad, con la actriz recibiendo insultos y declarando en entrevistas que no comprende por qué la gente odia a Skyler de ese modo.
Es sencillo. El desconocimiento de Skyler sobre los planes de su marido hace necesario que éste le mienta e invente excusas para justificar su comportamiento y sus ausencias. Con el tiempo resulta más difícil contentar a una persona a la que Walter no le es sincero y a quien en ocasiones, le suelta unas mentiras tan teatrales que cuesta creerlas. Nos posicionamos con Walter porque entendemos y conocemos sus motivos. Y Skyler acaba pareciéndonos una entrometida, un obstáculo en el camino de nuestro antihéroe, alguien que queremos que se esté quieta en un rincón con la boca cerrada y acepte que su hombre está haciendo todo eso por ella. No hacemos ningún esfuerzo por entender su postura, cuando es la que todos adoptaríamos cuando la persona a la que creíamos conocer se convierte en un criminal. Su subtrama con Ted Beneke no sólo sirve para darle al personaje algo de profundidad, sino que sirve para ver también la evolución de una ama de casa contenida a una auténtica Carmella Soprano.
Contra el errático Walter White, Ted parece un hombre pulcro y educado. Es padre de dos niñas y dirige una empresa. Skyler busca la estabilidad, la honestidad, pero pronto se dará cuenta de que nada es blanco o negro cuando vea que Ted estafa a hacienda para mantener una empresa que creó su padre y que podría fracasar con él. Es entonces cuando debe plantearse si hay alguna diferencia entre lo que hace Walter y lo de Ted, y si la legalidad es sólo una palabra, una línea muy difusa con la que se puede saltar a la comba en caso de necesidad, que es la excusa (otra vez esa palabra) que todos ponen para justificar sus actos. Skyler tendrá que ponerse también del lado de los malhechores, pero el público no lo ve de esa forma. Es una oportunista que sólo sabe complicar las cosas.
Pero para llegar a ese punto, la historia de Breaking Bad tiene que crecer, expandirse y dar nuevo terreno a nuestros personajes para que actúen. Tiene que pasar del drama familiar al thriller sobre el narcotráfico, y para ello, la serie ha de crear su propia Mitología. La mitología es todo eso que conforma el universo de la historia, todos los elementos propios que ayudan a identificarla y a situarla en un entorno concreto. Es crear un mundo donde existen el cártel, las cadenas de Los Pollos Hermanos, y cómo se relacionan con las bandas de asesinos, las creencias mexicanas llenas de santones.
De ese modo, la tercera temporada no podría empezar de una forma más extraña: con un México amarillento y un hombre arrastrándose sobre pies y manos. Después vemos que se le une toda una comitiva de personas a cuya cabeza avanzan dos gemelos bien trajeados y que llegan en un coche de gama alta, todo para llegar a los pies de una cabaña donde reposan los huesos de un santón a quien le piden la cabeza de ese tal Heisenberg. Los gemelos resultan ser parientes de Héctor Salamanca, quienes quedan de pronto perfectamente engarzados en la historia gracias a unos concisos y muy trabajados flashbacks. Es como si Breaking Bad hubiese aprendido lo mejor de Expediente X sin caer en los vicios de Perdidos. Arcos argumentales cerrados y pequeños que nos llevan a una escala mayor, con un perfecto dominio de la atmósfera y unos personajes secundarios bien trabajados. El viaje de los primos de Tuco a los Estados Unidos sirve para enseñarnos la organización del cártel y el papel que tiene el misterioso Gustavo Fring en todo ello. Y el tiroteo en los aparcamientos del centro comercial es un gran ejemplo del ritmo y de la planificación, demostrando que no se necesitan grandes efectos especiales ni un cliffhanger al final de cada episodio. Los actores y sus tramas aguantan todo el peso, y si bien puede parecer un recurso barato que uno de los gemelos decida rematar a Hank con un hacha, nos dan la oportunidad de quedarnos pegados al asiento y de comprobar cómo más objetos implantados en el guión cobran importancia poco después. La historia de los gemelos es uno de los grandes picos de calidad de la serie, una set piece que nos muestra que los personajes no son inmutables, sino que van cambiando y pueden sufrir. Las heridas de Hank no son unos de los típicos rasguños de los que los guionistas se olvidan en el capítulo siguiente, sino que sus secuelas las irá arrastrando hasta el final.
Otra de las situaciones cambiantes de la serie es la relación entre Walter y Jesse, quien empiezan como dos compañeros con pequeñas diferencias, pero empiezan a no soportarse el uno al otro. Este último está destrozado por la muerte de su novia y es estremecedora la escena en la que escucha una y otra vez la voz de Jane en el contestador automático hasta que finalmente este es desconectado, dejándole más solo que nunca. Tomando drogas y queriendo ir por su cuenta, empiezan los problemas con Gus Fring, el siniestro y refinado encargado de un local de comida rápida que tiene bajo su lavandería un enorme laboratorio. Aquí se produce una de las primeras grandes crisis entre los dos personajes, en la que Jesse acaba rompiéndole por tercera o cuarta vez la luna del coche a Walter, quien ahora está al control de su vida, acabando con la competencia incluso aunque sea su propio compañero. Hank, antes de sufrir el ataque de los gemelos, sigue presionando al misterioso Heisenberg buscando una forma de atraparle y estando cada vez más cerca de su objetivo. Cuando finalmente encuentra la caravana que Walt ha estado utilizando, nos encontramos con un gran momento de tensión en el que el profesor tiene que utilizar toda su inteligencia para escaparse de un cuñado que se encuentra al otro lado de la puerta. Para ello, finge que Marie ha sufrido un accidente y a Hank no le queda más remedio que rendirse e ir corriendo al hospital, donde sufre otro de sus ataques de ansiedad que le dejan al borde del infarto. Descontrolado, vemos cómo Hank se dirige hacia Jesse sin miramientos y le revienta la cabeza a base de puñetazos, una crueldad comprensible, pero exagerada y dirigida contra el que menos culpa tiene, algo típico en esa serie que ayuda a que Jesse sienta que unirse a Walter White ha sido la peor decisión de su vida.
Aun así, ambos hombres vuelven a juntarse para trabajar juntos, porque saben que es lo mejor para ambos. El problema es lidiar con Gale, un profesor experto en química que no encontró más trabajo que cocinando droga para un cártel mafioso. Gale es un personaje tan patético que de inmediato sentimos lástima por él, pese a que en los primeros momentos parece que es el compañero perfecto para Walter. Ambos aman la química, tienen una misma forma de pensar y su relación está ausente del drama que hasta aquel momento había sido habitual. Pero Walter tiene que deshacerse de él porque además, sabe que Gale no está simplemente ayudándole, está aprendiendo de él porque recordemos, Walter se está muriendo de cáncer. El propio Gus Fring empieza a ver a Walter como una fuente de problemas, pero aun así decide confiar en él y acepta a Jesse como compañero siempre y cuando se cumplan las fechas de entrega. Lo cierto es que Gus, de una forma tan fría como todo lo relacionado con él, utiliza a los gemelos y el tiroteo en el aparcamiento con Hank para librarse de su molesta competencia y aumentar su poder.
Jesse ha empezado a vender algo de metanfetamina por su cuenta, robándola de los pedidos que prepara para Fring. Walter lo sospecha, pero lo que no tiene ni idea es de que su compañero está utilizando la terapia a la que acude para vendérsela a los propios enfermos, a quienes arrastra aún más en su espiral de miseria. Es entonces cuando conoce a otra chica, con la que empieza a tontear, y descubre que tiene un hijo que se ha metido en problemas con las bandas, las que de verdad mandan por la zona y que son las que controlan a esas familias pobres sin nada a las que agarrarse. Ya hemos visto que el punto débil de Jessie son los niños, pero cuando además se entera de que los hombres de Fring utilizaron al hermano de esa chica para matar a su amigo en la temporada anterior, lo que le hace reaccionar y buscar una lógica venganza. Tras un intento de asesinato fallido, Jesse es llevado ante Fring como un perro que acaba de mearse en la alfombra y enfrentado directamente a sus enemigos. En un ejemplo de interesante diplomacia criminal, Fring logra encontrar una solución pidiendo que dejen de utilizar a niños para sus negocios sucios, pero eso no le basta a Jessie. Cuando ya creemos que está condenado y presenciamos su caída en el lado oscuro, se produce otra de esas escenas grandiosas y brutales, cuando el coche familiar de Walter White entra en escena y se lleva por delante a los matones, a los que ejecuta a sangre fría. Es interesante ver cómo ha cambiado no sólo su físico, mucho más fuerte, sino también su forma de moverse y hasta de hablar. Cranston es un actorazo, y Walter White el mejor papel de su vida. Y lo sabe.
En este punto, Gus Fring ya está más que harto de esos dos, y decide quitárselos de encima. Para ello, le propone a Gale regresar y hacerse cargo del laboratorio, mientras elimina a Walter tras sacarle el paradero de Jesse, que está escondido. Llevándole con engaños a medianoche al laboratorio, donde sería muy fácil deshacerse de su cadáver, Walter juega su última baza. Decide entregarles a Jessee, y le llama por teléfono. Pero en el último segundo, grita la dirección de Gale y le dice que se de prisa. Va a matar a Gale antes de que lo maten a él, así que se queda con la única salida de Fring para su mercado. El final de la tercera temporada es un momento sobrecogedor, porque asistimos a la caída de dos seres humanos buenos e inocentes, que se ven arrastrados por los deseos y ambiciones de los demás. Pero es Jesse quien, llorando, aparece en la puerta del pobre y operístico Gale, sosteniendo un arma y dándole un gran dramatismo a la escena. Esto no es venganza como el caso de los matones a los que quería eliminar. Esto es un simple juego de ajedrez, brutal y despiadado.
Si hasta entonces pensábamos que Jesse no podía caer más bajo, nos equivocábamos. Ahora se le suma la culpa de haber asesinado a Gale y la tensión de que Fring les deje trabajar (y vivir) de momento. Una muestra del caos mental de este personaje es el momento en el que juega a la consola, alternando el arma de juguete por una real, reviviendo una y otra vez el momento en el que se convirtió en un asesino. Walter, mientras tanto, tiene poco por lo que sentir remordimientos, ya está planeando el siguiente asesinato, con la misma excusa que el de las primeras temporadas: la protección. Pero Fring no es estúpido, y Michael, a quien no se puede comprar, se encarga de pegarle una paliza que devuelve al temible Heisenberg a la condición de patético hombre que intenta ser un gangster.
Por otra parte, Skyler ha experimentado una gran evolución en los últimos capítulos, desde que fue consciente de a qué se dedicaba su marido. La constatación de que no era una simple aventura, sino de que se dedica a traficar con drogas (pero sin saber los extremos de crueldad a los que llega) pasa por echarle de casa y pedir el divorcio, pero acaba convirtiéndose en una gran aliada a la hora de culminar cualquier negocio criminal: limpiar el dinero obtenido con él. Es así que compran el lavadero de coches en el que Walter trabajó, y hasta el propio Walt tiene un momento de triunfo al utilizar el típico billete de la primera venta que realizó su abusivo exjefe para tomarse una bebida, como si le estuviera destruyendo y disfrutando de sus restos. Skyler, por supuesto, no vuelve a ser su mujer amante, sino que la separación entre ellos es más que evidente, pero decide guardar las formas por el bien de la familia, la frase que abre este segundo post. En cuanto a Marie, su historia de relleno en la que va por varias casas mintiendo es prescindible, y sólo sirve para darle unos cuantos minutos de pantalla al margen del drama de su marido, encerrado en casa y convertido en un ogro gruñón.
Tras una enorme recuperación, Hank vuelve al trabajo, encargándose del asesinato de Gale, quien podría ser, dicen, el Heisenberg que tanto buscaba unos meses antes. Haciendo leña del árbol caído y abusando del patetismo del difundo, Hank se ríe de él poniéndoles a Walt y Walt Jr. una especie de videoclip psicodélico que Gale grabó en la intimidad de su casa. Pero en la cena que hay después, cuando por fin parece que el caso se cierra, Walter no puede evitar uno de sus pecados: el orgullo.
Borracho, sintiéndose mejor que nadie, tal vez harto de la tensión, la muerte y la sangre que ha visto en los últimos días, cree que merece algo de reconocimiento y la gloria por lo que hace. Cree que, maldita sea, es muy jodido ser el mejor en este campo, pero lo es aún más llevarlo en secreto. De modo que indirectamente pone a Hank sobre la pista de que Gale era un don nadie que copiaba el trabajo de alguien mucho mejor que él. Si esto no es una prueba más de lo mucho que ha cambiado el personaje desde que le conocimos, no sé lo que es.
En este alto el fuego entre Fring y él, el empresario parece que se está movilizando, utilizando a Jesse para una serie de trabajos adicionales. Al parecer, Jesse podría ser un buen matón, pero Walter lo que ve es que le están alejando de él y dejándole solo en el laboratorio, algo que considera casi un insulto. El plan de Fring, además, pasa por llevarle a México, donde con la excusa de enseñar el negocio de la metanfetamina a los otros miembros del cártel, se produce uno de los arcos argumentales más espectaculares de la serie. Revisitando el pasado de Fring, vemos cómo empezó de la nada y cómo, al igual que Walt, hace negocios con gente a la que le gustaría ver muerta. El plan pasa por infiltrarse y, una vez allí, envenenar a su jefe con una copa que el propio Fring debe ingerir para que todo sea creíble. La frialdad de Fring sorprende una vez más, y nos resulta interesante descubrir cómo parece que Jesse encuentra siempre alguien que le proteja, que cuide de él como una figura paternal, y cómo el propio chico parece desearlo. El tiroteo es brutal, y Jesse se hace cargo de todo para llevar a un herido Michael a un hospital clandestino, donde ve cómo los médicos primero atienden a un Fring que se está jugando su propia vida para matar a los que desprecia. Una forma de profundizar en los villanos de la serie sin apelar a su “lado bueno”, sólo a su maldad creciente y sin remordimientos. Uno de los mejores momentos de esta temporada es cuando Gus se enfrenta al francotirador, caminando desprotegido y abriendo los brazos, sin miedo alguno.
Tras ponerse sobre la pista gracias al orgullo herido de su cuñado, Hank empieza a atar cabos por primera vez en la dirección correcta, interrogando a Gus Fring y llevando la investigación por su cuenta en un intento de pillarle. Es interesante también que Hank le pida ayuda a Walter, lo que le pone en una situación aún más difícil, porque lo que no quiere es que piensen que le está ayudando a propósito, pero no tiene más remedio que hacerlo. Con Jesse cada vez más a su lado, Fring le ofrece directamente el puesto de Walter, pero al menos se demuestra que prevalece algo de la amistad que les unía, ya que le advierte a Fring que lo deje en paz y por qué no, pregunta, se limita a despedirle. Fring juega con esto, amenazando con matar a la familia entera de Walt sin vuelve a tener algún tipo de relación con ellos. Mientras tanto, Skyler ha tenido una trama secundaria con su ex amante, Ted, y ha tenido que ayudarle económicamente para que les acaben investigando a ellos. Es entonces cuando llegamos a una de las escenas más desgarradoras de la serie, en la que Walter descubre que no hay dinero para pagar nuevas identidades con la que escapar. Esa cámara alejándose, y esa risa histérica de Walter dan a entender que ha rebasado la línea que le separaba de la locura. Y que todos están condenados.
El final de Crawl Space podría haber sido perfectamente el de la cuarta temporada, pero deciden ir más allá, al mostrarnos el enfrentamiento final con Gus Fring. Para ello, Walter usa todo lo que puede, desde poner una bomba en su coche (Maldito sentido arácnido que le avisa de que algo pinta mal) como cometer el acto más despreciable: envenenar al hijo de la novia Jesse, forzando su enemistad con él hasta un punto muy peligroso, en el que jamás se han encontrado, todo para conseguir que finalmente le ayude, manipulándole y utilizando su debilidad con los niños. Walter White, a estas alturas, es un cabrón de cuidado, y es más peligroso incluso que Fring, porque no tiene ningún control.
La muerte de Gus era algo que sabíamos que iba a llegar tarde o temprano, pero sorprendió a muchos que ocurriera aquí cuando aún quedaba una temporada en la serie. Pero tiene su lógica. Con ella se cierran todos los arcos argumentales abiertos hasta entonces, incluyendo el del lisiado Héctor Salamanca, quien tira de un humor negrísimo para atraer a Fring e inmolarse él mismo con tal ve acabar con él. Sí, es posible que el cráneo medio arrasado de Fring sea excesivo en términos médicos, pero la imagen de él, ajustándose la corbata hasta el final, es un gran golpe de efecto. Como lo es que el espectador descubra que es Walt el que envenenó a Brock justo en el último momento. La razón de su desaparición es que con ella, sólo queda el problema original de la serie. De modo que la quinta temporada, si bien parece que carece de villano o dirección, es el final de la idea original: la caída de Walter White al lado oscuro y cómo sobrevive su relación con Jesse Pinkman.
La última temporada fue dividida en dos partes, con un cliffhanger genial en el medio que nos dejó con los dientes largos durante un tiempo. Para entonces, ya hemos visto lo que parece ser el final de la propia serie, con un Heisenberg avejentado huyendo de la justicia, por lo que ahora tenemos que ver cómo llegamos a esa situación. Con el imperio de Gus Fring destruido y Hank y el resto de la policía rebuscando entre las ruinas, Walter y Jesse tienen que unirse a un Michael recuperado y cabreado para acabar con las pocas pruebas que quedan y así poder cubrirse las espaldas. Pero pronto, seguirán cocinando, ya que Walter ha perdido el objetivo y lo único que le interesa es ganar dinero. Ir por su cuenta, ayudados por un reticente Mike, les hará perder dinero, y ya conocemos a Walter, que ahora está al mando de su propia organización. Mientras otra trama nos lleva a Madrigal Inc y el conglomerado de empresas al que pertenecía Los Pollos Hermanos, el matrimonio de Walt se hunde por completo, hasta el punto en el que Skyler, que ya hasta se intenta suicidar, admite que sólo está esperando. ¿A qué? Pues a que el cáncer regrese. Parece la constatación de que el dinero no da la felicidad y que lo que realmente quiso Walter al principio de todo, encontrar una forma de proteger a su familia, a sido en realidad lo que le ha distanciado para siempre de ella.
Lo que presenciamos ahora es un cierre en falso, como si nos estuviésemos acercando al final de la historia. Mike, que han ido cobrando protagonismo gracias al extraño carisma del actor que lo interpretaba y a su forma brusca y desagradable de dar órdenes, acaba retirándose para vivir como un jubilado. Por supuesto, Vince Gilligan utiliza esta salida para dar una nueva muestra del comportamiento voluble de Walter, cuando se da media vuelta para matarlo en un arranque de ira, aunque luego se arrepienta. Walter no es del todo ese asesino despiadado que él se cree, aún tiene trazas del hombre frágil que fue en un principio. Pero para entonces, la serie ha alcanzado un nuevo pico de calidad, superando lo que parecía imposible y añadiendo una escena, como la del robo a un tren en marcha, que es un prodigio de la planificación y el montaje, cuando el infame Todd, que parecía un secundario sin importancia, mata a un testigo que les ve robar, y que resulta ser… un niño. No necesitamos más para saber la relación que va a tener con Jesse.
El capítulo siguiente empieza con el silencioso descuartizamiento de la motocicleta del chaval, en una escena tan horrible como impactante. Ya no estamos hablando de matones o de defensa. Estamos hablando de un niño. Y como dice Skyler, no es bueno vivir en un mundo donde matar gente se considera “cosas que pasan”. Pero al final, cuando son conscientes de todo el dinero que han llegado a acumular, llega la hora de preguntarse cuándo es suficiente. Cuándo se debe parar. Y Walter decide hacerlo. Pero no antes de que Hank, en esta especie de cierre en falso, vaya al cuarto de baño y busque algo que leer, encontrando la prueba definitiva, la que se le ha estado escapando estas cinco temporadas y donde descubre que su propio cuñado, el hombre que está en la otra habitación, es el propio Heisenberg.
Esto obliga, en la última parte de la serie, a que se produzcan los enfrentamientos finales. Hank sigue con el juego del ratón y el gato un par de capítulos más, pero cuando llega el momento, su reacción es tan contundente como violenta. Aun así, no llaman corriendo a la policía ni aparece el ejército, sino que nos limitamos a este drama familiar en el que Walter acusa a su propio cuñado de ser el cerebro de la operación, una mentira pensada para cubrirle las espaldas y que desde luego, es muy despreciable. Esta es la razón por la que no había un claro villano, porque Walter es ya el antagonista de su propia historia. Y cuando Jessie descubre que fue él quien envenenó a Brock, su amistad se rompe para siempre. Se alía con Hank, quien le puso en tanto apuros, de nuevo una figura que le protege, para acabar con él. Walter esconde el dinero en mitad del desierto, pero al final les guía hasta él, donde descubre que no le queda más remedio que rendirse. La carrera criminal de Walter White parece haber terminado.
Pero es justo entonces cuando un último movimiento de Walt los pone en peligro. Tras llamar a unos matones, familia de Todd, se produce un sangriento tiroteo en el que tanto Gómez como el propio Hank, mueren. La muerte de Hank, uno de los protagonistas, es un claro ejemplo de cómo esto está llegando a su final, desgarrador y muy bien hecho, con una calidad que ya les gustaría a muchas películas. Como a lo largo de todas sus temporadas, Breaking Bad se ha estado apoyando en sus personajes, es comprensible por qué una despedida como esta duele tanto, e impresiona de esta manera. Echaremos de menos a Hank, y cuando revisemos la serie, sabemos que no volverá a ser igual.
Solo, con Jessie a punto de morir y sin dinero, porque se lo roba la familia de Todd, Walter regresa a casa. Es allí cuando ya todo se termina de desplomar para él, cuando se enfrenta a su propia familia, y hasta Skyler coge un cuchillo para defenderse. Ella quiere acabar con esta pesadilla, y cuando el joven Walter Jr. se interpone entre ellos, Walter se da cuenta de los ha perdido para siempre.
– ¿Qué demonios pasa con vosotros? – Pregunta.- ¡Somos una familia!
Walter huye para siempre del hogar familiar, y sólo nos quedan dos capítulos para terminar. Escondido en un piso franco en mitad de la nada, e incapaz de recuperar el amor de su familia, siente que sólo le quedan los pocos fajos de billetes que ha podido rescatar. Su patetismo, comprando minutos de conversación con el tipo que le mantiene oculto, evidencia su caída en desgracia. Y no podemos evitar sentir lástima por él, porque es un personaje tan profundo, contradictorio, fiero, duro y frágil, que lo vemos como una persona real. En un último intento, decide acabar con todo, incluyendo Jesse, quien cree que sigue vivo, ayudando a diseñar más metanfetamina azul. La despedida de su familia, acariciando a su hija por última vez, pone de manifiesto que, en realidad, todo lo hizo por él, y no hay excusa para sus acciones.
Cuando se mete en la boca del lobo ya sabe que va a morir, pero quiere llevarse al menos a Jesse. Y lo encuentra prisionero de Todd, torturado y obligado a trabajar, y al final tienen un momento de reconocimiento en el otro, y Walter no puede matarlo. Lo salva de la traca final que monta con un arma en el maletero del coche, y que acaba con todos. Es un cierre particular el que sea Jesse quien estrangule a Todd, el malo más despreciable de entre todo ese grupo de malos despreciables. Lo mejor es que, al final, logra ser libre de la influencia tóxica de Walter White. Huye en un coche y rompe las verjas, siendo libre para siempre y perdiéndose en la noche. En el guión, Gilligan escribe que no sabe muy bien adónde irá, pero espera que sea un sitio mejor.
Por su parte, Walter ha sido herido por su propia arma, y deambula por el complejo hasta llegar al laboratorio. Ha cumplido su venganza. Los ha matado a todos y sólo le queda terminar él también. Se da una vuelta por las máquinas. Comprueba la temperatura. Devolvemos al personaje al lugar del que salió, una clase de química, y muere, quizá contento porque supera al cáncer y se va en paz, tras vivir a su manera y ser responsable de su destino, y no estar simplemente esperando ver lo que ocurre. Deja toda su vida cerrada tras alcanzar lo más alto del mundo del hampa, como si de un Tony Montana moderno se tratara, y nos deja con uno de los cierres más satisfactorios de todos los tiempos, porque Breaking Bad es una serie que sabe cuándo acabarse y cómo hacerlo, sin cometer los errores en los que cayeron otras muchas que vinieron antes y después que ella, siendo originales y tremendamente buenos. Es por eso que Walter White ya se ha ganado un hueco en el Olimpo televisivo y también en la memoria de los espectadores, y ha conseguido contar una historia que ha pasado de la violencia más desgarradora al humor más absurdo sin perder nada de su esencia, ganando en cada temporada, y finalizando en su mejor momento. Mucho se hablará de de ella en los próximos años, y seguro que aparecerán imitadoras que se basarán en su estructura, trucos de cámara y hasta en el perfil psicológico de sus personajes, pero es difícil, al menos de momento, que superen el buen trabajo de Vince Gilligan y de todos los que convirtieron esta serie de televisión en algo memorable.
#1 por currufour el 19 junio, 2014 - 14:19
Gran reseña de la serie. A parte, el cuidado con el que está hecha la realización, hacen que está serie esté a un nivel superior al resto. Lo único malo del final fue que se acabara.
#2 por vini el 19 junio, 2014 - 23:45
Si señor. Gran articulo, gran serie. Como no disfrutar leyendo y recordando. Muchas gracias