Cuando hace diez años Piper Kerman fue a la cárcel por una pequeña condena por narcotráfico, no se imaginaba cuánto le iba a cambiar la experiencia. Cuando salió, esta mujer blanca bien educada que sólo pasó un año entre rejas decidió contar su experiencia, mostrando al público una parte muy desconocida de las organizaciones penitenciarias: Cómo funcionan las cárceles de mujeres.En el cine y la televisión hemos tenido ejemplos de sobra de cárceles de máxima seguridad, y casi siempre los protagonistas han sido enteramente masculinos. Además, suelen añadir una trama de fuga en casi todas las historias, como aquella Prison Break que empezó brillantemente y se estrelló contra el suelo a toda velocidad.
El libro de Kerman (que tengo pendiente leerme), titulado Orange is the New Black, se ha convertido en una gran serie de éxito, aportando algo fresco y novedoso al escenario gracias a una buena historia, un perfecto guión y unas actrices que logran romper todo tipo de barreras en uno de los mejores productos de los últimos años.
Con grandes cambios con respecto al libro, la serie se centra en Piper Chapman, un alter ego de Kerman que, como ella, va a prisión por un delito que cometió hace diez años cuando recorría con su novia el mundo trabajando para un narcotraficante. Allí, Piper se encontrará con un gran número de mujeres que le darán una visión muy diferente sobre un mundo desconocido. Pero también, tendrá que aguantar encontrarse con su ex novia, Alex Vause, la causa por la que se encuentra allí.
Algo que me gusta mucho del cine carcelario es que el escenario puede acabar convirtiéndose en un personaje más, y aquí, la prisión de Lichfield es muy diferente a otras cárceles vistas en la pantalla. No hay celdas, las presas duermen y viven en pabellones en los que tienen algo más de libertad de lo esperado, pero aun así, estar allí encerradas veinticuatro horas del día da para muchas historias. Es por eso que, como todas, lo que hace realmente grande a esta serie son los personajes, bien trabajados y en los que vamos profundizando en cada capítulo hasta que, a partir del tercer episodio, ya no necesitamos trama, sólo un pequeño empujón, y los personajes hacen el resto.
Hablando de esto, Orange is The New Black es una serie que deberían ver todos los guionistas del mundo, porque es capa de enfrentarse a uno de los grandes problemas de la industria: la pésima construcción de personajes femeninos. En prácticamente todas las películas o series, el protagonista es un hombre blanco, y si hay mujeres, éstas aparecen como elementos secundarios subyugados al protagonista. A grandes rasgos, se dice que sólo hay tres tipos de personajes femeninos: La madre, la puta y la compañera, y afortunadamente aquí eso se rompe. No estoy hablando de feminismo, hembrismo, test Bechdel y todas esas cosas (necesarias, pero tergiversadas) que se han puesto de moda últimamente. Estoy simplemente centrándome en el aspecto de la serie. Los hombres blancos están bien, y no creo que ahora haya que darse de cabezazos contra la pared por ser un eslabón más en la cadena de la represión femenina y racial. No. Pero por una vez, las mujeres tienen el peso de la historia siendo algo más que elementos sexuales. Muchas de ellas son lesbianas, sí, y hay hasta un par de escenas bastante explícitas, pero en realidad es secundario. Lo que intento decir es que hay muchos más tipos no ya de personajes, sino de personas, ahí fuera. Y nunca he visto que una mujer de sesenta años con cáncer, como Rosa, pudiera ser “lo bastante interesante” como para tener tanto peso.
En Orange is The New Black, tenemos la oportunidad de explorar otras formas de ser. Ya sea por Piper, blanca y adinerada, o la caliente, sexy, tatuada y pin-up Alex Vause. Hablo de gente como Crazy Eyes, una mujer negra con problemas mentales y en la que profundizamos, o cocineras rusas con vínculos con la Mafia que dominan la cocina de la prisión con mano de hierro, trapicheando con gominolas o tabaco. La hippie aficionada al yoga o la pobre y frágil Morello son ejemplos desconocidos por los guionistas y por extensión, por el público, que no saben el enorme potencial que tienen para construir personajes e historias únicas. Hay muchos ejemplos de matones en prisiones, pero pocas madres (jefas) controladoras, violentas y acojonantes como la malévola Vee, que aparece en la segunda temporada para causar una guerra entre las internas.
Pero lo mejor de todo es que en ningún momento perdemos de vista el humor, los diálogos trabajados y las situaciones inteligentes, que ayudan a construir esas identidades y les dan profundidad a todos. Por una vez, no son entes en camisón o bikini correteando por la pantalla, son ellas las que manejan el cotarro, las que nos conmueven con sus vivencias y las que tienen la oportunidad de demostrar lo buenas actrices que son gracias a guiones de los que muchos deberían aprender, donde no hay ni buenos ni malos y donde hace que nos preguntemos por qué no hay más series como esta.
#1 por ayax el 15 junio, 2014 - 03:56
Muy buena crítica de está serie que reivindica el rol femenino dentro de una buena historia. Además también reinvindica que las series de televisión estadounidenses continuan cosechando buena calidad en sus guines.