Star Wars reventó los cines del mundo entero en 1977, hace esta semana treinta y siete años. Logró seis Óscar, catapultó a la fama a George Lucas, Harrison Ford, Mark Hamill y Carrie Fisher y reveló a los grandes estudios las posibilidades comerciales del merchandising. También, se convirtió en la película más taquillera y permanecería allí hasta la llegada de E.T. de Steven Spielberg.
Con la idea de una secuela en mente, había mucho que preparar, y casi todo sería improvisado. Repito que no es cierto que George Lucas tuviera en mente los guiones de seis, nueve o hasta doce películas, como se ha llegado a afirmar, pero a lo largo de los años se han dado tantas entrevistas y versiones que a saber cuál es a estas alturas la verdad. Lo que sí es cierto es que Lucas publicó, junto con el estreno de la película original, una novelización de su propio guión donde vemos algunas de las escenas eliminadas del montaje final, y mucho antes de trabajar en el guión de El Imperio Contraataca, pidió al escritor Alan Dean Foster que escribiese una continuación titulada “El Ojo de la Mente”, en la que Luke Skywalker iba a buscar una especie de artefacto sagrado llamado El Cristal de Kaibur. La novela sería la primera en ser catalogada como Universo Expandido, historias que ampliarían las aventuras de personajes conocidos o nuevos, algunos de los cuales llegarían a equipararse en fama a los oficiales. Sobre todos estos temas hablaremos más adelante, pero ahora vamos a centrarnos en la mejor película de Star Wars: El Imperio Contraataca.
De nuevo, es muy difícil aportar algo nuevo a todo lo que ya se ha dicho de la saga. George Lucas delegó las labores de dirección en su profesor Irvin Keshner, a quien tuvo que convencer con mucho esfuerzo porque no veía claro lanzarse a una franquicia tan famosa. Las razones de que Lucas no se pusiera tras la cámara hasta finales de los noventa varían, pero es conocida su afirmación de que fundar ILM, manejar la franquicia y dirigir los capítulos era demasiado peso para una sola persona. Lo que sí es cierto es que en más de una entrevista comentó la posibilidad de dejar dirigir una entrega a cada uno de sus amigos, algo que jamás llegaría a ocurrir por problemas sindicales. Es sabido que Lucas ha tenido que pagar un precio por su independencia y arrojo en su juventud. Fue él quien decidió que los créditos de las películas deberían aparecer al final y no al principio, para no romper la tensión y desconcentrar al espectador, y aunque nadie levantó la ceja en su primera película, sí le obligaron a pagar una multa por hacer lo mismo en El Imperio Contraataca, algo absurdo que propició que el cineasta abandonarse el grupo, cerrándole las puertas a muchos tratos y personas. A pesar de las enormes recaudaciones y la mercadotecnia, Star Wars son películas independientes gracias al deseo de su creador de tener la libertad para contar su historia.
Sin embargo, Lucas no ha escrito los guiones, a pesar de que figure en ellos. Siempre ha tenido ayudantes que han demostrado ser capaces de sacarle mucho más jugo a sus personajes, como Lawrence Kasdan, quien dejó que fueran éstos quienes cargasen con el peso de la trama. Con los personajes ya presentados, es fácil añadir solamente un pequeño mcguffin para desarrollar el argumento. En esta ocasión la película se inicia con una de las cientos de sondas que el Imperio ha lanzado a lo largo y ancho de toda la galaxia en un intento de encontrar la base rebelde donde se esconden los culpables de la destrucción de la Estrella de la Muerte. Allí, Luke, Leia y Han Solo prosiguen sus intentos de derrocar la tiranía, y la primera parte de la cinta es ya por sí sola todo un espectáculo.
Con un comienzo mucho más pausado que la película anterior, no puedo evitar acordarme de que en las primeras ediciones en VHS en castellano, el texto inicial permaneció en inglés y fue leído por Constantino Romero, doblador de Darth Vader y una de las mejores voces de nuestro país, tristemente fallecido. Aquí Lucas ya había metido el número del Episodio V, y durante años a muchos de nosotros nos parecía que tenía que haber algún error. Antes de la era Internet, poco podíamos hacer para comprender la decisión del número 5. Sólo en 1999, cuando se estrenaron las primeras imágenes de La Amenaza Fantasma en los telediarios, pude comprender que esas películas iban a ser los primeros episodios que hasta ahora habían estado perdidos. Aquí ya se puede pensar que Lucas tenía gran parte de la historia planteada, pero de nuevo, pero es imposible saber cuánto. Con las constantes reediciones y entrevistas, la verdad es cada vez más imprecisa.
Hoth es nuestro primer escenario, donde la rebelión permanece escondida y nuestros personajes han estado viviendo. Este pasaje helado, con unos preciosos fondos pintados y maquetas en stop motion, nos dan una gran escena en la batalla contra los Walkers Imperiales. Han pasado tres décadas, pero sigue siendo efectiva, convirtiéndose en una de las partes más famosas de la saga. Una de las cosas en las que primero nos fijamos es que el Imperio parece mucho más agresivo y espectacular en esta entrega, empezando por John Williams, que tiró a la basura gran parte de la partitura original y decidió crear un nuevo tema musical para los villanos. Es curioso que pocos se hayan fijado en cómo hay dos Marchas Imperiales en Star Wars, y hay que reconocer que la segunda es mucho mejor. Otro de los cambios tuvo que ver con la cara de unos de sus actores. Mark Hamill sufrió un accidente de tráfico que le dejó la cara marcada, haciendo que su rostro sea visiblemente diferente de la primera entrega. Para justificar su cambio (aunque en los comentarios del DVD aseguren que no), se añadió una escena en la que Luke era atacado por un animal, dejándole lleno de cicatrices que justificaban su rostro más adulto y machacado.
Este primer acto nos demuestra que Star Wars ha ganado en calidad. Es más seria, adulta y refinada visualmente, pero no pierde el sentido del humor, optando no por chistes ni gracias, sino por momentos cómicos muy bien comedidos que hacen que todo sea más pasable. La relación de amor entre Han Solo y Leia obtiene algunos de los mejores diálogos de la cinca, apostando siempre por la sencillez y la irreverencia. Una prueba es el momento del beso, en el que tras intercambiar unas frases rápidas, el romanticismo queda eclipsado por la aparición de C3PO, que arruina el momento. Otra cosa es el camino de Luke, que tiene una visión fantasmal de Obi Wan Kenobi, quien le indica que debe acudir al planeta Dagobah, donde será entrenado por otro Jedi superviviente, el maestro Yoda.
Yoda es un pilar básico de esta película, y también de toda la franquicia. Pensado como una especie de viejo guerrero sabio, se le diseñó como un duende verde y diminuto, y si en algún momento hubiese resultado forzado, o demasiado artificial, la credibilidad de la película entera se hubiese ido al traste. Afortunadamente, Yoda es una de las mejores marionetas que jamás se han hecho para una película, y aparece como un loco ermitaño que desespera a Luke antes de revelar su identidad. Juguetón, caprichoso y charlatán, su expresividad es impresionante, con unos ojos tan bien hechos capaces de transmitir emociones. Vista ahora mismo, mientras escribo estas líneas, es sorprendente cómo de fluidos pueden ser sus movimientos, trepando, caminando con el bastón por un suelo que no existe y dando lecciones sobre la fuerza. El actor Simon Pegg hace poco compartió en Twitter que su hijo de seis años, tras haber visto miles de veces la nueva trilogía, vio por primera vez El Imperio Contraataca y exclamó:
– ¡Es de verdad!
Una prueba más de que los efectos clásicos y físicos siempre tienen un toque de realismo que el ordenador aún no llega a alcanzar. Hay un momento muy emocionante cuando el pequeño maestro Jedi saca la nave del fondo del lago, con una preciosa partitura de John Williams que lleva el sentido de la maravilla del público hasta lo alto. Yoda nos ayuda a explorar esa religión Jedi que sólo se nos había insinuado anteriormente. Vemos que es una especie de meditación que agudiza sus poderes excepcionales, pero que está muy cerca de convertirse en la perdición del individuo si cae en lo que se llama El Lado Oscuro. Ya está, no hay más profundidad, y eso ayuda a dejar muy claro el esquema de buenos contra malos. Sólo vamos un poco más allá en la escena de la cueva, en la que Yoda pone a prueba el alma de Luke enfrentándole contra un Vader de ensueño, y donde se ve a sí mismo dentro del traje. Es muy curioso que hasta entonces, los dos grandes protagonistas no se hayan visto frente a frente aún, y vamos preparando el camino para el tercio final, uno de los más conocidos de la historia del cine.
Perseguidos por este Imperio implacable, que además contrata mercenarios independientes para darles caza, El Halcón Milenario busca refugio en Bespin, una explotación minera propiedad de un antiguo amigo de Han Solo. Al optar por desarrollar a los personajes, descubrimos que el Halcón es en realidad la nave de Lando Calrrisian, perdido ante Solo en una apuesta de cartas. Lando es un fanfarrón al mismo nivel que su amigo, con el que comparte algún chiste recurrente (¡no es culpa mía!), y parece que fue ideado al no estar muy claro si Harrison Ford iba a volver para El Retorno del Jedi, ya que no había firmado aún el contrato. Pero Lando les traiciona al entregarlos directamente a Vader, en una escena que demuestra por qué Han Solo es el mejor personaje. Cuando las puertas se abren y vemos a los malos haciéndoles frente, Han no parpadea, no mira a su amigo dolido por la traición. Simplemente empieza a disparar. Es un tipo duro, y los intentos de Lucas por suavizarle no hacen más que empeorar lo que es genial. El plan de Darth Vader es atraer a Luke Skywalker para entregárselo al misterioso Emperador, a quien sólo vemos a través de un holograma y que nos parece un ente espeluznante y anciano. Lucas también borraría su presencia en la Edición Especial, reemplazándolo por el actor que le interpretó en las últimas cuatro películas, haciendo los diálogos más espesos y rebuscados para que encajasen en las incoherencias que su creador cayó en la nueva trilogía.
Con Han y Leia capturados por el imperio, asistimos a un cliffhanger que crearía escuela. Ahora es común pensar en trilogías (y hace unos años, algún ejecutivo se dio cuenta de que tres era un número perfecto, pero no necesariamente final), y todas siguen el mismo esquema, el de coger al mejor personaje y ponerle en una situación muy comprometida. A Han lo meten en un congelador antes de entregárselo a Boba Fett, un cazarrecompensas que le enviará a Jabba el Hutt. Boba es el vivo ejemplo de lo que puede hacer el merchandising. En realidad no tiene más que cuatro líneas, pero se le ve eficaz al seguir al Halcón hasta Bespin y pocos recuerdan ya el especial de Navidad de 1978, un programa especial que Lucas rodó de una forma espantosa y que si no fuera por Internet, su creador hubiese logrado evaporar de la faz de la Tierra. Con un aspecto tan interesante y una mochila que lanzaba un pequeño proyectil, Boba se convirtió en protagonista de novelas y cómics, y en 2016 se planea estrenar una película en solitario sobre él. La tortura de Han Solo también nos permite echar un vistazo a las habilidades de Harrison Ford para construir su personaje, cuando improvisó una de sus líneas más famosas al responder al “te quiero” de la princesa Leia, con un simple “lo sé”. Irreverente hasta el final.
Luke llega a Bespin, donde es guiado hacia la sala del congelador en la que Vader le espera. El primer combate no tiene música, y se basa mucho en los efectos sonoros y en la luz casi infernal que lo tiñe todo. Es curioso que David Prowse fuese incapaz de realizar algunas de las coreografías, por lo que es Bob Anderson, el célebre maestro de esgrima, quien lleva el traje de Darth Vader en gran parte de estas escenas. El combate no es ni mucho menos tan espectacular y colorido como serían los de las nuevas películas, pero encontraba el punto perfecto entre violencia y ostentación. Sólo en el momento final llega la monstruosa revelación: Darth Vader le confiesa a Luke que él es su padre, dando una bofetada al espectador, que no se lo había visto venir. Hasta entonces Vader casi no había pasado por androide, desconocíamos su pasado y sólo un pequeño plano de un oficial imperial algo Voyeur nos muestra que en realidad, el señor oscuro es un hombre plagado de cicatrices. La forma en la que se ocultó este giro de guión hasta el último momento es de sobra conocida, y no voy a repetirlo para no aburrirme a mí mismo.
Tras la pelea en la que Luke pierde una mano, Leia y Chewbacca huyen con un arrepentido Lando, logrando escapar del imperio en el último momento, dejando a Vader consternado. Sólo en el puente de mando, mirando hacia el espacio negro, vemos el miedo que le tienen todos los demás oficiales de su flota. Como vemos, es un final anticlimático, donde no hay ninguna victoria aparente y sólo tenemos a los personajes en peor situación de la que nos los encontramos. Sabemos que hay un último film, en el que Luke tendrá que enfrentarse a Vader, rescatar a Han Solo y tal vez encontrar la paz en la galaxia. Sólo queda esperar a que se estrene y ver el final de la saga galáctica más famosa de todos los tiempos.
#1 por ubiklunar el 2 junio, 2014 - 21:43
Peliculón donde los haya…
No se trata sólo de que no haya personajes generados por ordenador. Es que además podemos disfrutar de escenas con auténtica oscuridad «física», con colores turbios y apagados, como la escena del congelamiento de Han Solo.
En la nueva trilogía las imágenes estaban tan procesadas por los ordenadores que hasta las supuestamente más oscuras escenas tenían un tono pastelón que tumbaba,
Y no digamos el resto de escenas, no puedes encontrar en ellas ocres o colores intermedios, todo parece del tono de un pastel de novios, terrible…
ojalá JJ Abrams recupere las buenas esencias