‘Especial Harry Potter’ – Las reliquias de la muerte. Parte uno

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Cuando uno escribe o lee una saga tan extensa como la formada por las novelas y películas de ‘Harry Potter’, puede que llegue a perderse la noción, entre tanto título secundario, de que toda historia tiene un final, y tarde o temprano tendremos que llegar hasta él. Hasta ahora, cada nuevo volumen nos ha dejado expectantes por ver qué pasaría a continuación, pero con ‘Las reliquias de la muerte’ iba a ser diferente, ya que una vez leídas sus seiscientas páginas, el destino de Harry, Voldemort y todos los que están involucrados en una de las epopeyas más grandes del mundo mágico, quedaría sellado. Y aunque muchos piensen que lo lógico es que sea el bueno quien gane y todos acaben felices para siempre, he de recordar una vez más que no las tenemos todas con nosotros para jurarlo. Y la autora, que lo sabía, se enfrentó a la tarea de culminar, en un solo volumen que no alcanzase el grosor de ‘La Ordendel Fénix’, todos los hilos argumentales que quedaban por cerrarse. El resultado es un libro extraño y no del todo satisfactorio, ya que, a pesar de tener un comienzo potente, se desinfla al poco rato, ofreciéndonos trescientas páginas de la nada más absoluta y lugares comunes para resolver el resto de la historia de un plumazo, aligerando cosas y buscando soluciones facilonas que debilitarían enormemente el texto final.

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El libro anterior nos dejaba un mensaje muy claro: Ya no había vuelta atrás y Harry debería enfrentarse, despojado de toda la protección que habían podido proporcionarle sus amigos, a Voldemort. Para tener una oportunidad de derrotarle, Harry debe encontrar el resto de Horrocruxes que quedan y destruirlos, eliminando así las defensas mágicas de su enemigo. Pero por dónde empezar a buscarlos es algo que aun ni siquiera se ha planteado, aunque es probable que el primer destino sea Godric’s Hollow, el lugar donde Harry se crió y donde sus padres fueron asesinados. Pero antes de eso, hay que ocuparse de otros asuntos.

Como son por ejemplo la despedida de Privet Drive y de los Dursley, a quienes la autora (y los lectores) les ha cogido un considerable cariño. Los tíos de Harry han sido contactados por miembros dela Orden del Fénix, quienes les dicen que, al cumplir la mayoría de edad, la protección que mágica que envuelve a Harry desaparecerá, haciéndoles vulnerables ante cualquier ataque. La posibilidad de que puedan ser atacados por esos “bichos raros” hace que no se lo tomen muy bien al principio, pero más adelante, se resignarán a marcharse, sin saber ni importarles (al menos en apariencia) adónde va su sobrino, pero con un deje muy sutil de cariño que parece romper las barreras de odio que se han mantenido durante todos estos años. No volveremos a saber nada más de ellos, y es una lástima.

Harry espera a solas a que unos trece miembros dela Orden del Fénix se presenten en su casa para sacarlo de allí entre grandes medidas de seguridad. El plan consiste en que seis de ellos tomen la poción multijugos, y así, teniendo siete Harry Potters idénticos (¿Os dais cuenta del número elegido?) confían en burlar a los mortífagos que, seguro, tratarán de alcanzarlos. Y dicho y hecho, en seguida se ven rodeados y empiezan las muertes, tocándole el turno a la lechuza Hedwig, compañera inseparable del protagonista durante todos estos años y que fue su único vínculo con el mundo mágico durante los veranos en casa de los Dursley. Es como si el libro tomase un ritmo frenético, pero pronto, con la llegada de Harry sano y salvo a casa de los Weasley, volvemos a la calma con un par de malas noticias: Por una parte, George ha perdido una oreja en el ataque y el responsable parece haber sido Snape, y por otra, vemos que Alastor Moody ha muerto en el ataque. La noticia parece sentarles a todos como un jarro de agua fría, no deja de ser un poco floja. Moody, como dicen, el superviviente por excelencia, se merecía algo más que una muerte “en off”, pero no será la última vez que esto ocurra en lo que nos queda de libro. Su desaparición sirve para dejar más desamparado si cabe a Harry, a quien ya sí que sólo le queda un vínculo con la generación anterior: Lupin.

Casi de inmediato, Harry pretende marcharse de casa para continuar con la misión, pero los demás se niegan a permitírselo, al menos, hasta que pase la boda de Bill y Fleur. Además, recibirán otra visita de parte del nuevo Ministro de Magia, Rufus Scrimgeour, quien está allí para hacerles entrega de algo muy interesante: el testamento de Albus Dumbledore. En él se especifica que la mayoría de sus posesiones fueron donadas al colegio, mientras que ha dejado varios objetos personales a Harry, Ron y Hermione. Nosotros, que entendemos que el viejo director lo habrá hecho con algún propósito, nos preparamos para una nueva sesión de misterios cuando vemos de qué se trata: Para Ron, le entrega el Desiluminador que le permitía apagar las luces a distancia. Para Hermione, un ejemplar de cuentos infantiles llamado “Los cuentos de Beedle el Bardo” (libro de muy corta extensión que la autora sacaría tiempo después con fines benéficos) y a Harry le da la snitch que capturó en su primer partido, junto con un segundo legado: la espada de Godric Griyffindor, que Scrimgeour se niega a entregarles debido a que se considera una obra de gran valor histórico y el director no puede disponer de ella. El Ministro quiere saber qué secretos guardaba Dumbledore, algo que ya intentó averiguar en el libro anterior, donde quiso que Harry diera la imagen de “colaborar” con el Ministerio a fin de levantar ánimos en la gente.

Al contrario que Fudge, Scrimgeour es un hombre de acción, recio y sin ningún tipo de contemplaciones a la hora de luchar contra las artes oscuras. Sin embargo, Harry no se fía de él debido a que el Ministerio de Magia y él han tenido grandes diferencias.

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Por muchas ganas que tengamos de conocer más los entresijos del mundo mágico, (como ya hicimos con el Hospital San Mungo o el funeral de Albus Dumbledore) la boda de Bill y Fleur se nos antoja algo innecesaria, y sólo nos alivia un poco el hecho de que vamos entrando en materia respecto a uno de los personajes más desconocidos de la saga: Dumbledore. A través de artículos en el periódico y discursos de los magos más famosos del mundo, Albus Dumbledore parece un hombre extraordinario, fiel a sus principios y que cargó con una losa muy pesada sobre sus hombros al ocuparse de su familia tras la temprana muerte de su padre. Pero como si de un canal de televisión español muy famoso se tratase, no tardan en aparecer versiones mucho más sucias respecto a su vida y juventud, de manos de Rita Skeeter, quien parece hallarse libre del trato que hizo con Hermione a final de “El Cáliz de fuego”.

Según Skeeter, Dumbledore pudo haber sido el responsable de la muerte de su propia hermana, una Squib, una chica sin poderes mágicos a quien su madre, una bruja bastante prepotente, mantuvo encerrada en casa como si se avergonzara de ella. Pero no sólo eso: el padre de Dumbledore fue encarcelado por atacar a varios Muggles, y se deja caer que el propio director tonteó en su juventud con las artes oscuras. En Harry se abre un vacío aterrador al pensar que realmente no conocía a ese hombre, ya que ni siquiera mencionó que las familias de ambos habían vivido en el mismo pueblo, Godric’s Hollow.

Inmersos en una lectura cada vez más satisfactoria, estamos a punto de presenciar uno de los grandes bajones de ritmo, cuando, en la boda de Bill y Fleur, un Patronus nos indique que el Ministerio de Magia ha caído, que Rufus Scrimgeour ha muerto y que los mortífagos se dirigen hacia allí. Por todas partes, los magos empiezan a desaparecerse, Hermione coge a sus dos amigos para hacer lo mismo y los traslada a Londres, donde son atacados de inmediato y se ven obligados a buscar refugio en la vieja casa de Sirius, el número 12 de Grimmauld Place.

Como hemos podido ver hasta ahora, el séptimo libro está ofreciendo muchas explicaciones, pero poca acción. Aun así, hasta los propios personajes echan del menos Hogwarts, porque se acerca el momento en el que el tren partirá de la estación sin ellos, lo que ya de por sí es un cambio en sus vidas. Además, escondidos en la vieja casa de su padrino, tendrán que prepararse para la búsqueda y destrucción de los demás Horrocruxes. Y el primero por el que podrían empezar es el guardapelo falso que encontraron al final de “El príncipe mestizo”. La primera pista la encuentran en la misma casa, cuando reconocen que las siglas del hermano de Sirius Regulus Arcturus Black (R.A.B.) coinciden con las que aparecían en el guardapelo falso. Por tanto, dedican sus esfuerzos a buscarlo por la casa, que ya fue registrada por Mundungus Fletcher, uno de los miembros más ruines de la orden y todo un ladrón. Es algo muy curioso que recuerden «de repente» que cuando les tocó hacer limpieza de la casa en “La orden del Fénix” había un guardapelo que arrojaron a la basura. Un detalle forzado, la verdad, y que es el primero de una serie de Deus ex machina que buscan aligerar el relato por muy incoherentes o ridículos que puedan llegar a sonar.

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Pero bueno, eso nos deja encarrilada la búsqueda del primer Horrocrux en la página 165, y si hubo alguien que sustrajo objetos de entre la maraña de basura que los miembros de la Orden quisieron eliminar, ese fue Kreacher, el elfo doméstico de la familia Black y ahora propiedad de Harry. Esta criatura parece saber mucho del guardapelo, y es aquí cuando nos preparamos para otra historia, en la que conoceremos mucho de la cueva donde Dumbledore perdió todas sus fuerzas.

Voldemort estaba preparando el escondite para el guardapelo, cuando requirió la presencia de un elfo doméstico. Regulus, ansioso por demostrar que podía servir al señor oscuro, le entregó a Kreacher y Voldemort lo llevó a la cueva, donde le hizo beber la poción hasta dejar el fondo de la vasija libre, donde ocultó el Horrocrux. Después, Voldemort se alejó en el bote dejando a solas al elfo doméstico, a sabiendas de que pronto sentiría una irremediable sed y que sería arrastrado al fondo del lago subterráneo. Sin embargo, Regulus, desde su casa, le llamó, y su obligación para con sus amos le hizo desaparecerse. Como la magia de los elfos es diferente a la de los magos, Voldemort no había previsto que pudiera desaparecerse con todas las protecciones que había puesto. Y he aquí el detalle crucial: al igual que Sirius Black, Voldemort no pensó que un ser como Kreacher pudiera tener unos sentimientos tan profundos como los de un ser humano, y en el caso del señor oscuro, lo despreció al considerarlo insignificante, un gran error que logró que Regulus comprendiera lo que su amo estaba haciendo y, cuando decidió darle la espalda a los mortífagos, pudo hacer algo por desestabilizar a su señor.

Llevó a Kreacher a la cueva y le hizo prometer que se llevaría el guardapelo y lo destruiría, sin contarle a nadie por qué lo había hecho ni adónde lo había llevado. Y Regulus bebió la poción, cambió el guardapelo y le pidió a Kreacher que se marchara, mientras era arrastrado a las profundidades del lago subterráneo. Esta historia, por sencilla que parezca, me resulta una de las más apasionantes del libro. Harry, que entiende por lo que tuvo que pasar Kreacher al ver que era incapaz de destruir el guardapelo (desobedeciendo de forma involuntaria el último deseo de Regulus), le dice al elfo que quiere acabar con el trabajo, y para ello deben encontrar el Horrocrux. Pero el objeto ya no está en la casa, ya que fue Mundungus Fletcher lo robó después de la muerte de Sirius. Harry le pide a Kreacher que lo busque, y para ganarse su respeto, le regala el viejo guardapelo de Regulus.

Cuando encuentran a Mundungus, éste les dice que vendió el guardapelo a una mujer del ministerio a quien nosotros conocemos de sobra. Por tanto el siguiente paso será infiltrarse en el Ministerio, ahora bajo el control de los mortífagos, para hacerse con el guardapelo. Y la preparación para este golpe maestro, junto con su ejecución, dejan bastante que desear y queda frío, mecánico incluso. Nos damos cuenta de que las páginas empiezan a pasar muy rápido sin que se den detalles de importancia, excepto que Severus Snape ha sido elegido (para gran horror de Harry) director de Hogwars, y que Harry sigue teniendo visiones de Voldemort, que se habían interrumpido durante un tiempo.

Para Harry, la búsqueda de los Horrocruxes sigue siendo algo primordial, pero tiene la seguridad de que hay algo más. Cuando escapaban de casa de sus tíos, Harry y Voldemort se atacaron, y las varitas de ambos obraron por sí solas. Voldemort, que ha secuestrado al fabricante de varitas Olivander, también se pregunta por qué ninguna varita, ni siquiera las que le prestan, sirve para su propósito. De modo que decide buscar a otro fabricante de varitas que reside en el extranjero, Gregorovith, para interrogarle sobre ello.

Como ya he dicho antes, el asalto al Ministerio es bastante flojo. No sólo por lo que ocurre allí, sino por lo que hay que preparar antes de eso. Tanto la poción multijugos para adoptar la forma de varios empleados del ministerio como por todo lo que encuentra allí, con los mortífagos interrogando a los de sangre mestiza sobre cómo consiguieron sus poderes mágicos. La razón de visitar ese lugar parece más bien responder a las ganas de visitar de nuevo lugares comunes, ya que la aparición de Dolores Umbridge es ínfima. Al escapar, uno de los mortífagos se agarra a Hermione, por lo que desvelan el emplazamiento de Grimmauld Place y tienen que pasar de largo y aparecerse, solos, en un bosque cercano. Y si por algo no he mencionado la adaptación al cine de este libro es porque hasta ahora mismo no ha habido gran cosa que contar, ya que sigue con la estela de Columbus al hacer una traslación casi literal de los acontecimientos, sin brillar en exceso y realizada para cubrir el expediente. Pero al aparecerse y descubrir que Ron ha sufrido una herida en el viaje, la escena asombra por lo sosa que es. A lo mejor el doblaje al español tiene algo que ver, pero es increíble que demuestren tan poca emoción por lo que está pasando. El libro ha entrado en un bache del que no se recuperará así como así, y lo mismo hace la película. Escondidos en el bosque, no tienen ninguna posibilidad de destruir el Horrocrux, y además, este empieza a apoderarse de los chicos al estar cerca de ellos. Ron en particular, empieza a estar de mal humor y dice en voz alta lo que los lectores piensan: que es extraño que Dumbledore no le dijera cómo destruir los horrocruxes, que eso ya no es un juego y no hay ni tiempo ni ganas para misterios como los que pueden aparecer en Los Cuentos de Beedle el Bardo.

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Las discusiones al más puro estilo “El Señor de los Anillos” hacen que Ron se marche poco después, y Harry y Hermione se quedan a solas, momento en el que deciden poner rumbo a Godrics Hollow, no sólo por ver la tumba de los padres de Harry, sino también porque se trata del lugar donde vive una biógrafa muy anciana y famosa que parece conocer la vida de Albus Dumbledore a la perfección, y Harry, quizá en la búsqueda de la verdad, quiere saber si todo lo que se cuenta del director es cierto o no.

El pueblo es pequeño y tranquilo, y ya estamos en Navidad. Allí vemos por primera vez la tumba de los padres de Harry, que hasta entonces han sido algo etéreo, impreciso, y que ahora se transforma en algo tangible con lo que llegamos a entender parte de la importancia que la muerte tiene en el relato. Hasta el momento, Cedric, Sirius y Dumbledore han tenido más o menos muertes limpias. El funeral de Dumbledore fue brillante, pero no dejan entrever la realidad de la fría piedra, de los huesos quietos, como dicen en el propio texto, ignorantes de que su hijo estaba allí de pie, frente a ellos. Muy cerca, la madre y hermana de Dumbledore también están enterradas, y si nos paramos a pensar, quizá este miedo tan primigenio para cualquier ser humano puede ser lo único que Voldemort tema. Él, con su arrogancia, que se concede a sí mismo demasiada importancia, cree que tiene mucho que perder con la muerte, de ahí la razón principal de la construcción de los Horrocruxes. No se basaba tanto en la protección como en la búsqueda desesperada de la inmortalidad, la sensación de ser todopoderoso y controlarlo todo. La piedra Filosofal podría haberle proporcionado eso mismo, desde luego, pero tendría que estar ligado a ella, a beber el elixir cada cierto tiempo, y eso sería un punto débil para él.

Con sus actos, Tom Ryddle ha ido dejando un reguero de destrucción como el que puede verse en las ruinas de la casa donde murieron los padres de Harry. Estamos volviendo a los orígenes de la historia, pero sigue sin haber rastro de pistas que les lleven al final de la misma. Es entonces cuando aparece Bathilda Bagshot, quien pide a Harry y Hermione (¿Os dais cuenta de que de nuevo el grupo se ha disgregado?) que les siga a su casa.

En ella, la mujer, que parece estar descomponiéndose por momentos, tiene varias fotografías, incluyendo una en la que sale un joven que Harry ha visto en el interior de su mente. Al parecer, lo que Voldemort estaba buscando (y que debía tener Gregorovich) fue robado por ese chico hace mucho tiempo. Sea lo que sea parece ser de vital importancia. En ese momento la mujer se viene abajo y de ella surge Nagini, la serpiente de Voldemort, que intenta retenerlos aunque sin mucho éxito, ya que escapan mientras Voldemort corre a buscarlos.

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Hasta ahora, quitando el gran vacío del campamento, la historia parece ir avanzando a trompicones. Llevamos 300 páginas, la mitad del relato, y aún ni siquiera han destruido el guardapelo, por no hablar de que están más lejos de encontrar los restantes como al principio, y que Ron se ha marchado. De modo que hagamos un alto para centrarnos en Vida y Mentiras de Albus Dumbledore, el libro escrito por Skeeter y que parece arrojar luz sobre uno de los personajes en apariencia más puros, sabios y bondadosos de la saga. Y el texto no le hace quedar precisamente bien, ya que Dumbledore parece haber sufrido mucho durante su juventud, y no todo por causas ajenas a él.

Por lo que vemos, la hermana de Dumbledore era como cualquier otra niña con poderes mágicos, algo alocada e imprudente con ellos. Un día, varios chicos muggles vieron lo que hacía y trataron de coaccionarla para que les enseñara cómo hacerlo. Ariana, que no sabía cómo controlarlo, no pudo, y entonces los chicos la golpearon hasta dejarla destrozada física y sobre todo mentalmente (Una forma muy sutil de decir, en un libro en origen infantil, que la violaron). El padre de Dumbledore atacó a los niños, fue capturado y murió poco después en Azkaban, y la madre tuvo que encargarse de cuidar a la niña y mantenerla alejada de todos los demás, pues sus poderes crecieron salvajes y peligrosos para todos.

Albus, mientras tanto, creció siendo uno de los alumnos más brillantes del colegio, pero cuando estuvo a punto de viajar por todo el mundo, Ariana sufrió un ataque en el que sin querer asesinó a su propia madre. Entonces Albus tuvo que regresar a casa a cuidar de ella y de su otro hermano, Aberforth. Durante un tiempo les fue bien, por muy resentido que estuviera Albus. Era un chico brillante con un gran futuro, y como leí en alguna parte del relato, no te dan medallas por evitar que tu hermana prenda fuego a la casa cada cierto tiempo. Entonces llegó él, el ladrón que Voldemort está buscando: Grindewald.

Grindewald se instaló cerca de casa de Albus, y durante cerca de dos meses, ambos chicos se hicieron íntimos, hasta tal punto en el que comenzaron a hacer planes que les involucraban a ellos dos tomando el control de la sociedad mágica y ejerciendo el poder sobre los Muggles “por el bien de todos”. La magia era poder, y por tanto ellos debían ser la clase gobernante. Cartas a medianoche y una relación tan estrecha significaron que Albus Dumbledore se enamoró de otro hombre, un detalle que la autora no lo pone específicamente en el libro, pero que se sobreentiende. Además, en el guión para el cine de ‘El príncipe Mestizo’ estaba previsto que Dumbledore dejase caer algo acerca de una chica de la que estuvo enamorado, pero J.K. Rowling pidió que la eliminaran porque el personaje era homosexual. Esto le da un cariz romántico y a la vez trágico a la relación que Dumbledore y Grindewald compartieron durante tan poco tiempo, pero el suficiente para que Aberforth, a todas luces más simple, menos brillante, pero más sensato, se hartase de la situación. Se enfrentó a Gindewald, y al final, los tres chicos se batieron en duelo hasta que Ariana, quizá asustada por lo que ocurría, intentó detenerlos recibiendo una maldición que al dejó tumbada sobre el suelo, sin duda alguna muerta. Allí acabó la relación entre Dumbledore y Grindewald, y sólo se volverían a ver una vez, cuando en 1945 el segundo hubiese instaurado un reino de terror que necesitaba ser destruido, momento en el que Albus le derrotó, tal vez para algunos, innecesariamente tarde.

Conocidos estos detalles, la confianza que Harry tenía en él, y la visión que los lectores habían formado de ser tan inmaculado como su nombre, se derrumba. Y nos cuesta creer que se trate de la misma persona. Pero lo que más le duele a Harry, lo que no quiere admitir, es que sentía unos irrefrenables deseos de haberse sentido querido por él.

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Esa noche, mientras Harry hace guardia en el bosque, aparece ante él un patronus, una cierva, que de inmediato asocia a su madre. Al fin y al cabo, su padre y él eran ciervos, y es un animal que le resulta más que familiar. El animal parece querer que le siga, de modo que Harry deja a Hermione durmiendo y le sigue hasta una charca helada, donde, en el fondo, puede verse la espada de Gryffindor. Cómo ha llegado hasta allí es un misterio, pero Harry se lanza para recuperarla y de pronto siente cómo se ahoga, pues el horrocrux que lleva al cuello presiente que ha llegado el momento de su destrucción. En ese momento aparece Ron, quien le salva y destruye el Horrocrux, que le bombardea con imágenes que para él pueden resultar aterradoras y donde se le ve como el eterno segundón, el marginado, aquel al que Hermione nunca desearía, si tenemos en cuenta que está Harry. En la película aparecen una visión de Harry y Hermione desnudos, besándose, que es lo que le impulsa a destruirlo. Tras eso, Hermione, que no ha perdonado a Ron así como así, sugiere que vayan a ver a Xenophilius Lovegood, el padre de Luna, ya que en la boda de Bill y Fleur, ese hombre llevaba un símbolo que aparece repetido, no sólo en el libro de Beedle, sino también en una tumba de Godric’s Hollow y también como emblema de Grindewald. Si alguien sabe qué puede significar, es ese hombre que parece sacado de una comuna hippie.

Allí, lo único que sacan en claro es un absurdo rumor sobre algo llamado Las reliquias de la muerte, tres objetos mágicos que concederían al mago que las portase un poder inigualable. Para presentarnos el cuento, en la película se usó un fragmento de animación bastante curioso que nos deja claras qué forma tienen: una varita invencible, una capa invisible (ejem, ejem) y una piedra con poder para resucitar a los muertos. Pero tienen que salir de allí cuando descubran que Luna ha sido raptada por los mortífagos y que su padre quiere entregarlos para recuperarla.

Pronto son capturados por una banda de carroñeros, gente que captura magos para entregarlos a cambio de dinero. Cuando creen que han encontrado al famoso Harry Potter (Hermione le deforma la cara con un hechizo) deciden llevarlo a la mansión de los Malfoy, donde Bellatrix (una Helena Bonhan Carter tan sobreactuada que llega a parecer ridícula) obliga a Draco, que está allí de vacaciones, a que los identifique. Y nos cuesta mucho creer que Draco Malfoy, el mayor enemigo de Harry en Hogwarts (y al que ya hemos visto colado por Hermione, no vamos a negarlo) no reconozca a ninguno de los tres. Los Malfoy no tienen ya ese aire prepotente que los caracterizaba. Parecen haber perdido el favor del señor oscuro y quizá empiece a formarse en ellos un núcleo de esperanza en Harry. Quizá no porque triunfe el bien y cosas por el estilo, sino para que alguien les libre de una presencia que a todas luces se antoja molesta y peligrosa.

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Entonces Bellatrix se da cuenta de que tienen la espada de Gryffindor, y enloquece porque ella piensa que la espada había sido puesta bajo su custodia en su cámara privada de Gringotts. El caso es que cogen a un duende que tienen encerrado en el sótano para que les diga si esa espada es real, y él, haciendo caso a una petición de Harry, les dice que se trata de una imitación. Mientras tanto, Harry y Ron intentan escaparse, topándose con Colagusano, que intenta detenerlos. Sin embargo, en un momento de vacilación, la mano de plata que tenía se vuelve contra él y se estrangula a sí mismo. Su muerte es una de las más estúpidas, o la que más, de la saga. Tras varios libros dándonos el coñazo con que Colagusano estaría en deuda con Harry, más una mano que parece tener una fuerza sobrehumana (mucho más que una mano normal intentando destruir un horrocrux… como la de Dumbledore, por ejemplo) decidimos cerrar ese arco argumental de una forma tan apresurada como simple.

Mi opción ideal, y por tanto personal, sería que Colagusano hubiese destruido a la serpiente, quizá en los momentos finales, en los que a Voldemort aún le quedase Nagini como vínculo con la inmortalidad. Su actuación, valiente al final, significaría dejarlos iguales, y serviría para redimirle. En cambio, su muerte es tan ridícula que ni siquiera se ve en la película. Harry y Ron rescatan también al duende, a Luna, que estaba encerrada allí, y a Olivander. Recogen a Hermione y escapan de la mansión de los Malfoy con la súbita aparición de Dobby, pero su intervención le cuesta la vida. Su muerte tampoco parece seguir a un propósito más claro que el de hacer sufrir al lector, y llevarse por delante a la mitad del elenco.

De forma lejana, Voldemort ha descubierto que las reliquias de la muerte existen, y que Gregorovich tuvo la varita invencible. Ésta fue robada por Grindewald hace muchos años, y si los cálculos no le fallan, la varita tuvo que pasar al mago que le derrotó… y estar enterrada con él. Voldemort se acerca a la tumba de Dumbledore, situada en los alrededores de Hogwarts, rompe la lápida y la encuentra allí, con las manos del mago entrelazadas sobre ella. Me encanta el plano en el que Voldemort se inclina y ambos rostros quedan a escasos centímetros, para luego elevar la varita, que estaba libre al fin y dispuesta a seguir, como había hecho en incontables ocasiones, a un nuevo amo.

 *   *   *

He decidido, al igual que con la película, dividir este artículo en dos. No sólo debido a su extensión, sino a la complejidad de los temas que trata y todo lo que hay que dejar atado. Hasta el momento, la película adaptó de forma casi literal los acontecimientos, a excepción de la forma en que son apresados y llevados a la mansión Malfoy. Como hemos podido ver, el libro tuvo un arranque potente, pero pronto se perdió en un vacío y varias salidas facilonas. Muy decepcionante sobre todo es la muerte de Colagusano, una perfecta y lógica elección como Destructor de Horrocruxes a mano (mirad el chiste fácil), cuando luego se inventó el Deus Ex Machina de que la espada de Gryffindor, fabricada por duendes, quedase impregnada sólo de aquello que la fortaleciera, como veneno de basilisco, una de las pocas cosas que destruyen los Horrocruxes, algo que ya pudimos ver con el diario de Tom Rydde (Algo extraño, ya que si la espada atravesó al basilisco en “La cámara secreta”, debería haberse impregnado de sangre y no de veneno, pero bueno…). Pero aún nos queda por encontrarnos situaciones como esa. Lo importante ahora, al menos para Harry Potter, es decidir qué hacer. Si seguir con la búsqueda de los Horrocruxes, o imitar a Lord Voldemort y, siguiendo un razonamiento que desafía las leyes de la comprensión humanas y que ya explicaré en la segunda parte, ponerse en busca de las reliquias de la muerte.

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IP Anónima

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  1. #1 por Estéfano Rguez (@EstefanoPalmer_) el 9 octubre, 2011 - 11:50

    Solo he visto la película y solo sé que pasaban cosas y cosas, y no entiendo muy bien que buscaban ni que propósito tenían.

  2. #2 por Vaskita el 10 octubre, 2011 - 03:04

    Ni si quiera has mencionado lo mejor o le has dado escasa importancia: todo el comienzo pero en especial la reunión de los mortífagos (es soberbia la cara de Snape cuando le habla la profesora Burbage) y el cuento de los tres hermanos ¿curiosa? Yo diría brillante.
    De todas formas no me parece de las mejores adaptaciones de la saga, tiene un ritmo muy irregular y hay cosas importantes que podrían haber aparecido: un flashback para explicar la historia de Regulus hubiese quedado muy bien y mejor no menciono la no muerte de la dichosa rata. Además las actuaciones de Radcliffe y Watson me parecieron muy flojas, el único que me gustó fue Grint.

    Para mí el capítulo de el héroe caído es de los mejores, por la tensión que se vive. Estaba de los nervios por saber quien había muerto y me pareció un capítulo cojonudo

    • #3 por IP Anónima el 10 octubre, 2011 - 03:09

      Ups. La verdad es que el especial completo de Harry Potter me ha ocupado unos cincuenta folios, así que hay cosas que paso por alto o muy por encima porque se me olvidan o porque estoy pensando en otras cosas.

      El encuentro de los mortífagos es curioso, aunque no sabemos de dónde ha salido esa profesora a la que asesinan sobre la mesa (nunca hemos escuchad el nombre de quien imparte estudios Muggles). Pero no me gusta la voz de vagabundo resfriado que le han puesto a Lord Voldemort en español. En cambio, la cara de piedra de Snape y las expresiones de los Malfoy sí que tienen un buen nivel.

      Y lo llevo diciendo varios post, Emma Watson ya no actúa, mueve las cejas.

      • #4 por ZachTriunff el 10 octubre, 2011 - 07:56

        Este especial de harry potter es para enmarcar IP 😉

      • #5 por IP Anónima el 10 octubre, 2011 - 07:57

        Gracias, campeón 😉

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