«Los limoneros» – El ignorado poder de la palabra

Los limoneros (6) por ti.

El conflicto palestino-israelí o israelí-palestino (tanto monta, monta tanto) lleva más de 60 años destrozando la vida de miles de personas y llenando (casi a diario) las páginas de los periódicos. Un problema tan terriblemente enquistado tiene visos de alargarse en el tiempo y al existir tanto odio por ambas partes una solución pacífica que contente a unos y a otros parece, en estos momentos, casi imposible.

En medio de este clima de peligrosos recelos se encuadra “Los limoneros” (2007) del director israelí Eran Riklis, una película en la que subyace ese enfrentamiento (ya histórico) entre judíos y árabes.

Los limoneros (5) por ti.

Salma Zidane es una viuda palestina que sobrevive (como puede) de la recolección de un limonar heredado de su padre con la única ayuda del anciano Abu que la considera como a una hija. Su vida transcurre rodeada de brillantes limones y de una soledad impuesta que sólo se ve truncada por las escasas visitas de alguna de sus dos hijas o por alguna breve llamada de teléfono a EEUU donde su hijo Nasser trabaja lavando platos en un restaurante. Sin embargo, un hecho ciertamente insólito perturbará profundamente la apacible y silenciosa existencia de la viuda y es que el recién elegido Ministro de Defensa israelí Navon fijará su residencia oficial en la casa colindante a la de Salma, justo en la frontera entre Israel y Cisjordania.

Los limoneros (7) por ti.

Los limoneros (4) por ti.

Un apabullante despliegue de seguridad (que incluye guardaespaldas y militares) pone sus ojos en esos limoneros que podrían servir de parapeto para un hipotético ataque terrorista y el gobierno israelí decide que, para evitar males mayores, lo mejor es talarlos. Salma se opondrá a tal drástica decisión y acudirá a los tribunales para defender unos árboles cuyo valor sentimental es mucho mayor que su valor monetario.

Leyendo esta breve sinopsis uno o una podría pensar que unos simples limones sirven para escenificar el ya mencionado conflicto entre árabes y judíos, pero curiosamente la película de Riklis (inspirada en hechos reales) centra más su mensaje en la incomunicación que caracteriza la ¿convivencia? Entre ambos pueblos. Prejuicios y recelos ancestrales entre ambas culturas impiden una sano y lógico feedback entre vecinos que permitiría hallar una consensuada solución al problema “limonero”, pero el desconocimiento mutuo, el miedo “al otro” y la ausencia de comunicación impiden cualquier acuerdo.

Riklis no opta por una (facilona) visión maniquea que demonice a unos y ensalce a otros (aunque no podemos evitar simpatizar con el más débil), sino que se mantiene en una loable posición intermedia mostrándonos lo bueno y lo malo de esas dos mitades opuestas que representan al pueblo de Israel y al pueblo Palestino. Para conseguir esta visión neutral, Riklis escoge como protagonistas (y víctimas) tanto a Salma como a Mira (la esposa del ministro). Ambas mujeres comparten una pegajosa soledad, ambas tienen hijos en el extranjero (aunque Sigi, la hija de Mira, no lava platos, sino que estudia en una prestigiosa universidad norteamericana), ambas son manipuladas (Mira por su marido que no tolera que su mujer ponga en duda sus decisiones y Salma es convertida en símbolo de la causa palestina) y ambas no conocen sus respectivos idiomas y sólo establecen un mudo diálogo basado en las miradas.

Los limoneros (8) por ti.

Los limoneros por ti.

Separadas por una valla metálica, Salma observará la jaula de oro y tecnología (a años luz de la modestísima casa de la viuda) en la que vive Mira y ésta comprobará, apesadumbrada, como los otrora frondosos limoneros de su vecina palestina van secándose (rodeados por unas frustrantes vallas metálicas que impiden el paso para cuidarlos) convirtiéndose así en la viva metáfora de la degeneración de una relación vecinal y de la reafirmación de un enfrentamiento que mantiene separadas a ambas culturas.

Los limoneros (2) por ti.

Los limoneros (3) por ti.

El lujo que rodea a Mira y el obvio prestigio social que representa ser la esposa de todo un ministro no atenúan la sensación de soledad de una mujer que vive como una prisionera y que, cuando airea públicamente sus opiniones (a través de la incisiva periodista Tamar Gera), es recriminada y obligada a rectificar. Por su parte Salma no sólo debe “luchar” contra lo que cree una arbitraria decisión gubernamental, sino también contra sus sentimientos hacia el joven abogado Ziad Daud que la llevan a ser cuestionada por su propia comunidad que la advierte sobre su comportamiento indigno, pero que al mismo tiempo la catapulta, mediáticamente, para que se erija en representante de todos aquellos palestinos que padecen bajo el yugo del omnipotente Israel. El eterno enfrentamiento entre David y Goliat que Salma ejemplifica en esa tensa escena en la que, desesperada, lanza limones contra la casa de su poderoso vecino.

El Tribunal Militar y, más tarde, el Tribunal Supremo dictan sentencia, una sentencia que sólo sirve para que los protagonistas (unos y otros) se hundan (todavía más) en la soledad, el desamor, la impotencia y la incomunicación que aparece metamorfoseada en ese muro de la vergüenza que termina por separarlos aún más.

Pasando de puntillas por el cruento escenario al que nos tiene acostumbrados el Oriente Medio, Riklis nos presenta a dos mujeres que nada tienen una contra la otra (ninguna de las dos ha sufrido en sus propias carnes alguna pérdida derivada de algún ataque), pero que se ven empujadas a “actuar” como una buena palestina y una buena israelí.

Destacar a las estupendas Rona Lipaz-Michael, como Mira Navon, y Hiam Abbass, en el papel de Salma Zidane, que ya participó en “Paradise Now” (2005) de Hany Abu-Assad y que últimamente ha intervenido en “The visitor” (2007) de Thomas McCarthy (por la que su protagonista, Richard Jenkins, fue nominado a Mejor Actor en los Oscar 2009) y en la última película de Jim Jarmusch “The Limits of Control” (2009).

Rodada (a destacar la fotografía de Rainer Klausmann) con la clara intención de magnificar esos hermosos limoneros (que tanto me recordaron a los membrillos de Antonio López en la maravillosa “El sol del membrillo” de Víctor Erice, 1992) y lo que ellos representan, “Los limoneros” (que obtuvo el Premio del Público en el Festival de Berlín de 2008) nos muestra que, lamentablemente, los seres humanos seguimos sin creer en el inmenso poder de la palabra.

 Para ver la ficha de la película, pincha aquí

Briony 

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  1. “Los limoneros” « TIERRA DE CINÉFAGOS

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