Generalmente solemos sentirnos frustrados cuando un libro que hemos leído, y que nos ha gustado mucho, es llevado a la pantalla.
Si el volumen era de respetable extensión, nos encontramos con un guión en el que pasajes que considerábamos imprescindibles, han sido cercenados sin piedad, o simplemente modificados para el cine, e igual ocurre con personajes secundarios, que, o bien han desaparecido, o han adquirido mayor o menor relevancia que en su original de letra impresa. Si la novela en la que se basa es corta, o en un relato, lo más probable es que nos encontremos con añadidos innecesarios que desvirtúan el concepto que teníamos de la historia… La conclusión es que prácticamente nunca quedamos contentos.
Pero algunas veces es al revés. La película supera al libro. ¿Es porque lo supera? ¿O porque hemos “hecho el viaje a la inversa”? Primero la película, y después el libro.
Tuve la ocasión de ver “La carta final” (1987) a primeros de diciembre. La verdad, es que desconocía totalmente la existencia de esa película, y supongo que su estreno se realizó en su momento sin ningún tipo de alharaca, y que pasó por los cines con más pena que gloria, aún estando protagonizada por Anne Bancroft y Anthony Hopkins. Al igual que de la película, también desconocía la existencia del libro.
Como ya he dicho, la vi a principios de diciembre, en puertas de Navidad, y como comparto amores con el cine y la literatura, la fecha era pues excelente, para escribir la “Carta a los Reyes” y pedir algún que otro libro. Este año tres, y entre ellos, la novelita en la que se basa la película: “84 Charing Cross Road”, que en poco más de 120 páginas, contiene la correspondencia que por espacio de veinte años, Helene Hanff, la autora estadounidense que lo firma, mantuvo con la librería Marks & Co, sita en Londres, en el 84 Charing Cross Road, dirección que da título al libro y a la película, aunque aquí, en España, se la rebautizó con el mencionado «La carta final».
Lo que os cuento ahora sobre la autora, sirve también como sinopsis de la película.
Helene Hanff, que había nacido en Filadelfia, residía en Nueva York el año 1949 (concretamente en la calle 72 del barrio de Manhattan). Tenía treinta y tres años, y su aspiración era la de ser escritora, aunque subsistía escribiendo obras de teatro no muy destacadas, y posteriormente se ganó también la vida confeccionando guiones para series de televisión.
Su pasión por la escritura, que iba unida a la de la lectura, sobre todo de libros de ensayo y rarezas, y de ediciones fieles y completas, a los que tenía escaso acceso por sus elevados precios en USA, le hizo dirigirse a través de un anuncio visto en el periódico Saturday Review, a una librería londinense especializada en libros de segunda mano, para solicitarlos, comenzando así esa relación que se prolongaría durante veinte años.
Helene Hanff decidió en 1970, presentar a una editorial las cartas que guardaba de aquel periodo. Convertidas en un libro, fueron editadas, y aunque en un primer momento su éxito fue discreto, los lectores, con sus recomendaciones a otros aficionados a la literatura, hicieron de el un libro imprescindible que alcanzó fama internacional, y que permitió a Hanff, gracias a los derechos de autor, subsistir hasta su muerte, ocurrida en 1997 a punto de cumplir los 81 años.
La pequeña obra, dado su éxito, tuvo en primer lugar una adaptación para el teatro, cuyo responsable fue James Rose-Evans, y que se representó con gran éxito en West End de Londres, y en el off-Broadway de Nueva York. Hace unos cuatro años fue llevada a los escenarios españoles por Isabel Coixet, siendo interpretados los papeles centrales por Carme Elías y Joseph Minguell.
A finales de los años ochenta, Mel Brooks, a través de su compañía Brooksfilm, adquirió los derechos del libro, según se cuenta, como regalo para su mujer, Anne Bancroft, en el veintiún aniversario de su matrimonio.
Brooks encargó al británico David Jones la dirección de la película, y al guionista Hugh Whitemore, de la adaptación de la obra para la pantalla. Tanto al director como al guionista (ambos procedían del mundo televisivo), les indicó la prioridad de respetar al máximo el texto original de la novela de Hanff. En el reparto, aparte de su mujer, Bancroft, en el papel de la escritora, incluyó a Anthony Hopkins, interpretando al librero Frank P. Doel, Judi Dench, dando vida a la esposa de Doel, y Mercedes Ruehl, que es Kay, la mejor amiga de Helene.
Encarnada por la malograda y siempre maravillosa Anne Bancroft, Helene Hanff se nos presenta como una mujer vitalista, solitaria, culta, de fuerte carácter, irónica, y con un punto de excentricidad, que sentada delante de una vieja máquina de escribir en su humilde y caótico apartamento (en el que cajas de naranjas conforman la librería en la que atesora sus preciados volúmenes), no mantiene tan sólo una relación comercial con los empleados de la librería londinense a través de esa correspondencia iniciada en 1949.
El intercambio epistolar nos va mostrando la vida cotidiana de la escritora, y la de los receptores de sus cartas, en un Londres que todavía sufre las secuelas de II Guerra Mundial, y donde el racionamiento de alimentos y artículos de primera necesidad es la constante diaria para sus habitantes.
Frank P. Doel, al que un sobrio y excelente Anthony Hopkins da vida, es uno de los empleados de la librería, y se encarga desde el principio de atender las solicitudes de la escritora americana. A través de sus correctas y breves cartas, expone a los ojos de Helene pequeños retazos de las vidas de los trabajadores, y de las circunstancias que atraviesan, lo que mueve a la Hanff a intentar desde América suavizar sus carencias, enviando paquetes de comida, y artículos imposibles de adquirir en Inglaterra.
Los lazos que se establecen entre la escritora y los lejanos componentes de la librería y sus familias, y, sobre todo con Doel, van más allá de la relación comercial. A través de los meses y los años, la corriente de confianza y amistad se va estrechando, y se puede atisbar entre líneas, un interés mutuo por parte de los dos interlocutores epistolares, que nunca traspasa los límites de la corrección.
La imposibilidad de viajar a Inglaterra de la escritora (siempre por la precariedad de sus medios económicos), impide que Doel y ella lleguen a conocerse personalmente, ya que el fallece en diciembre de 1968 a causa de una peritonitis, sentencia de muerte casi segura para cualquiera en aquel tiempo.
La sencillez de las cartas que recoge Hellen Hanff en su librito, alcanzan un nivel mucho más alto en las imágenes, que nos transmiten mucha más vida que la lectura de la novela. Vida cotidiana, por otro lado, y pareja a la de la mayoría de los mortales. Las personas que las escriben, y el mundo que los rodea, es ese mundo real en el que cada uno vive sus pequeñas circunstancias, a veces positivas, y otras negativas, pero sin grandes tragedias, ni exacerbadas pasiones.
El alma, y el verdadero valor del libro y de la película, residen precisamente, en que el lector o el espectador, puede integrarse en esa historia, porque podía ser la suya propia.
El medio que utilizó Hellen Hanff para comunicarse con unas personas de las que la separaba un océano, era el habitual del que todos disponíamos hasta la aparición de Internet, e historias como la de ella con la librería, y que nunca verán la luz, habrá habido millares. Como las habrá ahora usando el medio desde el que escribo. Historias de amistad noble, en las que separados por miles de kilómetros de una persona que consideras amiga, y que talvez nunca conocerás, te solidarizarás con ella en sus alegrías y en sus tristezas, y seguirás paso a paso los avatares de sus vida.
Sólo es eso lo que nos presenta Hanff en su libro (y que es superado en la película, porque el ver un rostro con sus diferentes expresiones, cuando escribe o recibe una carta te llega más). Una tierna historia de amistad, en la que el amor a la literatura también juega un importante papel.
Excelentes los dos protagonistas, aunque sea repetirme, y excelente película, para los que sigan disfrutando con las historias sencillas.
El libro también lo recomiendo, pero ya he comentado arriba que la película llena mucho más. Sigo pensando que el fallo puede estar en haber visto antes el film…
Trailer en inglés
Para ver la ficha de la película, pincha aquí
#1 por Ford el 23 marzo, 2009 - 17:33
La pelicula me gusto,pero….con la novela disfrute mas,ya que senti la extraña y…un tanto malsana sensacion de tener ante mi los sentimientos de dos personas,saber de ellos y ellos ignorar que yo lo se y al igual que ambos esperar la proxima carta. Despues de todo, en algun momento de su vida,¿nadie ha sentido curiosidad por una carta cerrada….no dirigida a nosotros…?
#2 por Enrique el 21 mayo, 2009 - 00:39
Maravillosa pelicula maravilloso libro
…..se puede uno enamorar de una mujer así …. tan desastrada……pues sí———yo si
kikogimenez@ya.com
#3 por Rodolfo Santo el 25 enero, 2010 - 01:03
Vi la pel{icula por primera vez al alquilarla alrededor de los 90 en un video club de Montevideo, por supuesto en VHS. Comparto totalmente las opiniones emitidas por las personas que me preceden. La pel{icula: una verdadera joya !!!!!!!!!!!!!!
#4 por Jesús Carvajal Salinas el 3 septiembre, 2010 - 17:54
Amo los libros de lance, tengo la pelicula en fomato VHS, la habré visto mil veces y cada día me apasiona más. Es una pelicula maravillosa.
#5 por MARÍA el 2 diciembre, 2014 - 19:17
Muy interesantes e ilustrativos sus comentarios.Estoy de acuerdo en que el libro da pie a una buena película que unos magníficos actores consiguen hacer de una historia sencilla y sin artificiosidad que nos «enganchemos de los personajes, que vivamos tanto sus alegrías como sus penurias y tristezas.
Puedo añadir que me pasó lo mismo que a usted con la película «Los Puente7 de Madison» ,es indudable que la historia inicial planteada en el libro queda superada por la brillane interpretación de sus protagonistas y por la calidad y calidez de las imágenes.
María C.