«La noche del cazador» – Love & Hate

n2 por ti.

A raíz de la reseña de “El intercambio” se suscitó cierto debate en relación a la ligereza con la que muchos críticos (cinéfilos y aficionados en general) calificaban a determinadas películas (rodadas por “intocables” directores) como obras maestras.

Pensando en ello me ha venido a la memoria la película de Charles Laughton “La noche del cazador” (1955) que en su época y en los años posteriores ha sido tan denostada como encumbrada por la crítica. Ni corta ni perezosa la he desempolvado y he vuelto a verla para intentar analizar el porqué de este hecho.

Recordemos brevemente su argumento para refrescar la memoria de los que ya la conocen e iniciar a los que nada saben de ella.

n9 por ti.

n10 por ti.

Ben Harper (Peter Graves) acaba de atracar un banco acuciado por la sombra de la Depresión. Perseguido por la policía, esconde los 10.000 dólares del botín ante sus dos hijos, John y Pearl (May en la versión doblada al español), haciéndoles jurar que guardarán el secreto de dónde está el dinero.

n11 por ti.

Harper es detenido, juzgado y condenado a muerte y, mientras espera en prisión que se cumpla la sentencia, comparte celda con Harry Powell, un falso predicador encarcelado por robar un coche y que se “dedica” a embaucar viudas a las que posteriormente asesina para quedarse con sus ahorros. Harper habla en sueños del dinero robado y Powell decide ir en busca de él tras su liberación.

n35 por ti.

El predicador viaja hasta un pueblecito del sur en el que vive Wila (la viuda de Ben) y sus dos hijos. Con su atrayente palabrería religiosa, Powell no sólo logra seducir al pueblo entero, sino también a la viuda (y a Pearl, aunque no a John) con la que termina contrayendo matrimonio y a la que asesinará en cuanto se interponga en su objetivo de encontrar el dinero.

n19 por ti.

Libre de ataduras incómodas, Powell acosará constantemente a los niños hasta que Pearl confesará que los 10.000 dólares están escondidos en su muñeca.

n26 por ti.

n29 por ti.

Es entonces cuando ambos hermanos deberán huir del predicador psicópata hasta que son recogidos por la anciana Srta. Cooper.

La historia está basada en el libro homónimo de David Grubb a partir del cual James Agee (guionista, por ejemplo, de “La reina de África”) escribió el guión que contó con las sugerencias del propio Grubb. A modo de anécdota comentar que tanto uno como otro habían nacido en Virgina y sufrieron en sus propias carnes la época de la Depresión cuando contaban la misma edad que John, uno de los niños protagonistas de la película. Este conocimiento en primera persona del ambiente rural y puritano del sur agravado por la crisis económica es el mismo que aparece retratado en la película.

La opera prima de Charles Laughton (reputadísimo actor británico que apareció en conocidísimas películas como “La vida privada de Enrique VIII”, “Rebelión a bordo”, “Testigo de cargo” o “Espartaco” entre muchas otras) fue un rotundo fracaso de crítica y público razón por la cual nunca más volvió a colocarse tras las cámaras.

Rodada en blanco y negro (cuando en 1955 triunfaba la utilización del color), reflejando una época demasiado dura de la historia de América y “compitiendo” con películas como “Picnic”, “Al este del Edén”, “Atrapa un ladrón” o “La tentación vive arriba”, “La noche del cazador” era un film demasiado “diferente” a los gustos del público de aquel momento que no acabaron de entender el mensaje del mismo.

Curiosamente, la cinta continúa suscitando múltiples interpretaciones y ha sido calificado como ambiguo, ya que no queda claro qué pretende Laughton. Lo que sí es obvio es que, con el tiempo, se ha convertido en una película de culto que, sin embargo, Truffaut detestaba.

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“La noche del cazador” puede disfrutarse (o no) dependiendo del punto de vista que adoptemos y para ello no hay que perder detalle desde el momento que en la pantalla aparece la figura de la mítica Lillian Gish o cuando escuchamos la letra de esa nana que nos dice “El miedo es sólo un sueño”.

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Y creo que ese es precisamente el enfoque que Laughton da a su película, puesto que lo que nos presenta (o más bien cómo nos lo presenta) es una especie de pesadilla infantil en la que se ven inmersos John y Pearl. Todo está tratado desde la óptica esquemática y maniquea de un niño (cosa curiosa si tenemos en cuenta que el director británico odiaba a los niños y tuvo verdaderos problemas para rodar con los que aparecen en la cinta) para el que las cosas son blancas o negras, buenas o malas. Sólo así pueden entenderse determinadas situaciones que vistas a través de los ojos de un adulto nos podrían resultar tan incomprensibles como ridículas (la persecución de Powell en el sótano con reminiscencias de un ogro torpón, por ejemplo).

De la misma manera hallamos una referencia continua a pasajes bíblicos que poco tienen que ver con el carácter ateo que según se dice poseía Laughton y que más que un ensalzamiento religioso parece una férrea crítica a ese fanatismo religioso que invadió las zonas rurales de los Estados Unidos. Prueba de ello sería el personaje del predicador, cuyas peroratas religiosas esconden a un ser malvado por excelencia, o el de los habitantes del pueblo o la propia Wila que se dejan obnubilar por Powell simplemente porque de su boca salen innumerables y exaltados sermones.

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En la existencia de John y Pearl todo transcurre plácidamente en sus vidas hasta la detención de su padre y su posterior ejecución, pero lo que realmente distorsiona su existencia es la aparición de Henry Powell con su aspecto imponente, vestido de riguroso negro Biblia en mano, con su sombrero característico y su navaja, cantando ese himno que se troca en algo amenazante para los niños. Como si de un cuento infantil se tratara, el bien (John y Pearl) deberá enfrentarse al mal (Powell) al que vencerán en un final feliz (como el habitual en un cuento). El avaricioso “hombre del saco” que representa el predicador (y que tantas noches de terror ha hecho pasar a cualquier niño) es un ser cínico e hipócrita que no dudará en aparentar lo que no es dotando al personaje de cierta comicidad que pasará desapercibida para los adultos. En este sentido cabe señalar las divertidas lágrimas de cocodrilo que Powell derrama en la tienda de los Spoon o frente a la Srta. Cooper.

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Encarnando al representante del mal encontramos a un estupendo, siniestro e histriónico Robert Mitchum (la primera opción fue Gary Cooper pero rechazó el papel) cuyos tatuajes en las manos han pasado a los anales de lo mítico: “Love” y “Hate”. La ridícula representación que con sus manos realiza el mismo Powell para mostrar el triunfo del Bien (Love) sobre el Mal (Hate) anuncia cuál será su último destino.

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Despiadado, cruel, psicópata y sin escrúpulos es imposible, una vez vista la película, no recordar su recortada figura amenazante mientras acecha a los niños que duermen. Su personaje dota a la película de una atmósfera desasosegante y tensa. Y así hay citar la escena en la que John halla todo el dinero desparramado por el suelo del jardín y a Pearl recortando unos billetes en forma de niño. Powell aparece en el porche y les pregunta qué hacen y, mientras ambos niños esconden a toda prisa el botín, el predicador baja lentamente las escaleras.

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Frente a él no sólo encontramos a John y Pearl, sino que la Srta. Rachel Cooper (Lillian Gish) será la perfecta antítesis al malévolo Powell. En este sentido es magnífica la escena en la que observamos la sombra recortada de la Srta. Cooper que, escopeta en mano, vigila al predicador mientras que al unísono ambos entonan el mismo himno, pero variando la letra: Powell enaltece el odio frente a Rachel que destacará el amor.

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No quiero olvidarme de Shelley Winters que da vida a esa pobre viuda que, azuzada por la Sra. Spoon, terminará por caer en las hipnóticas redes de Powell que, en su noche de bodas, le advertirá de que el sexo es pecado. Convertida en una fanática, superpondrá la fe ciega en su marido a las advertencias de John. Cuando finalmente se da cuenta de la verdad, el predicador usará su particular “espada” redentora para acabar con ella.

n12 por ti.

Si todo lo expuesto hasta entonces ya da una idea de lo interesante que resulta la trama de “La noche del cazador”, no lo es menos el excelente tratamiento formal que se les da a las imágenes. A ello contribuye la labor del fotógrafo Stanley Cortez (colaborador habitual de Fritz Lang que también participó en “El cuarto mandamiento” de Orson Welles) que jugó con los claroscuros y las sombras de manera magistral. Estas sombras, de las que todos nos hemos asustado siendo niños, tienen en Powell su principal protagonista con su figura oscura y amenazante.

La fuerza visual de la película es innegable dando lugar a escenas cargadas de metafóricos sentidos e inusitada belleza fílmica reforzada por esa presentación minimalista de los escenarios tanto exteriores como interiores (que recuerdan a esas casitas de cartón típicamente infantiles), los encuadres de cámara, la importancia del sonido o la inquietante y casi fantasmagórica música de Walter Schumann.

Pero echando mano del cacareado “una imagen vale más que mil palabras”, aquí os dejo con algunos pasajes de este soberbio film y su tráiler:

Henry Powell entra en la vida de Wila Harper. En esta escena muestra sus famosos tatuajes y escenifica esa eterna lucha entre el amor y el odio.

Claro ejemplo de la magnífica fotografía que caracteriza la película y que, además, nos presenta el asesinato de Wila.

 

 

 

El cadáver de Wila bajo el agua. Sus cabellos se asemejan a las algas que la rodean. Comentar que el citado cadáver no es más que una reproducción en cera de Shelley Winters.

 

 

Ante el acoso de Powell, John y Pearl toman la barca que había pertenecido a su padre Ben y huyen. El recorrido por el río que ambos llevan a cabo es todo un excelente ejercicio formal con fuertes cargas metafóricas: ese cielo puerilmente estrellado, la teleraña o el canario atrapado en su jaula que marcan la situación en la que se hallan los niños o la sombra de Powell recortada sobre el horizonte mientras canturrea su himno. Atención a esos conejos colocados frente a frente en uno de los márgenes del río y cómo Pearl cambia de lugar situándose, también, frente a frente con su hermano.

 

 

 

La Srta. Cooper vigila los movimientos de Powell mientras ambos entonan el famoso himno. En esta escena encontramos la prolongación de la de los conejos: el búho (ave nocturna –recordemos que John se pregunta en el granero si el predicador nunca duerme- y depredadora) que es una transposición metafórica de Powell y el conejo que lo es de los niños.

 

 

 

 

 

Para ver la ficha de la película, pincha aquí

 

 

Briony  

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  1. #1 por andrewflash el 28 diciembre, 2008 - 20:16

    esta es una pelicula que me llamado la atencion desde que era joven (tengo 38) y hace poco la he vuelto a ver y me gustaria lanzar una reflexion o mas vien cuestion que me ha surgido, ¿porque las primeras peliculas de David Linch se parecen tanto a esta OBRA MAESTRA?

  2. #2 por Swanson el 28 diciembre, 2008 - 21:50

    Magnífica película que todo el buen aficionado al cine tendría que haber visto.

    Es una lección de como se puede hacer que el espectador se remueva en la butaca con una historia sencilla, y mucho más real de lo que puede parecernos a simple vista (en cualquier periódico podemos leer a diario historias troculentas, protagonizadas por personajes que superan en maldad y disimulo a Powell).

    Como has puntualizado, Briony, no es el argumento lo que cuenta para esta película, si no como lo contó Laughton.

    Fue su Opera Prima, pero también fue su Obra Maestra.

    Impagable Robert Mitchum. Y discrepo contigo en el apartado «histriónico». Su personaje es un tipo frío y calculador, un psicópata que se controla; y en sus ademanes y gestos, Mitchum nos lo da. Siempre que de histrionismos se trata, pienso en Robert de Niro en el remake de «El cabo del terror» (protagonizada también por Mitchun). Eso si que es histrionismo en estado puro.

    andrewflash: Me ha llamado la atención en tu comentario que relaciones las primeras películas de Linch con esta.

    Las he repasado, y yo no les encuentro relación alguna. Ninguna contiene el clima de esta película.

    En «Cabeza borradora» aparecen personajes extraños, pero que no inquietan. Esta es inquietante aunque todos sus personajes están dentro de los parámetros normales, incluso el psicópata asesino. Con «El hombre elefante», lo único que encuentro es que está rodada en blanco y negro, y contiene una excelente fotografía. La historia es triste, no inquietante, ni terrorífica. Con Dune, los encuentro todavía menos. En «Una historia verdadera», ni argumento, ni personajes, ni situaciones me la recuerdan para nada, y si incluyo «Terciopelo azul» para hacer el repaso de las primeras películas de Linch, y aunque se puede decir que contiene elementos inquietantes, no veo paralelismos que me induzcan a pensar que pudo inspirarse en ella. ¿?

  3. #3 por andrewflash el 28 diciembre, 2008 - 23:47

    mi comentario no se referia tanto a personajes o argumento, sino mas bien a estética, y creo que precisamente «cabeza borradora» (con sus largos planos fijos, aparte del uso del blanco y negro y ese agobiante tempo que tiene su trama) y como no «dune» con esas apariciones de Virginia Madsen entre las estrellas son las que me han hecho pensar asi.

  4. #4 por Swanson el 29 diciembre, 2008 - 00:48

    «Acepto pulpo como animal de compañía», pero porque siempre defiendo que no todos miramos las cosas con los mismos ojos aunque veamos lo mismo. Y yo no lo veo.

    Aclarado lo de la estética, (aunque ya lo había cogido también por ese lado), me sigue resultando curioso que relaciones a Linch con esta película.

    David Linch entró en esto del cine con aires renovadores, y no con mucho dinero, como la mayoría de los directores cuando empiezan, y rodó «Cabeza borradora» en blanco y negro, celuloide algo más barato que el de color por entonces, y que de paso daba un cierto aire de rebeldía ante el masivo color. Polanski, unos años antes, también rodó sus primeras películas en blanco y negro.

    El blanco y negro, por mucho que ahora sea denostado por la gran mayoría de los espectadores, da mucho más juego que el color, y en un argumento que requiere sensación de agobio, es mucho más fácil transmitirlo. Si revisionáramos otras películas, seguro que también encontraríamos paralelismos entre ellas y la de Linch, y lo mismo en la parte del tempo en como la rodó. El Cine no nació ayer, y Linch cuando cogió por primera vez una cámara, seguro que ya habría visto mucho. Influencias, como nosotros, si la cogiéramos, habrá tenido, y muchas.

    Lo de Dune… ¿No será una mera coincidencia? Metió muchos ingredientes en la historia. No todos los que había en el libro (el libro, con su extraordinario universo daba para meterle a la película mucha imaginación), pero añadió cosas de su cosecha.

    Por cierto, y creo que estarás de acuerdo conmigo. ¿A que «Cabeza borradora» no admite la misma revisión que «La noche del cazador? La volví a ver hace un par de años, y la encontré muy desfasada. Lo natural en un film que en su momento pretende ser renovador (pocos se salvan pasadas un par de décadas).

    La diferencia entre ellas, es que la película de Laughton es de corte clásico (en todo en general) y se integró en su momento en esa categoría, y sigue siéndolo ahora.

    «El hombre elefante» si que la rodó en corte clásico. Pudiste verla en su estreno, y puedes volver a verla veinte o treinta años después, y no le encontrarás ese desfase

  5. #5 por elbosquefantasma el 29 diciembre, 2008 - 04:41

    En esta película de Charles Laughton, me parece ver influencias de Carl T. Dreyer, igual es por el tono infantil, que es un acierto en el texto. Es como alguna película de guerra, con guión de un niño de la guerra. Pues la depresión es igual para un niño que vivió aquello. Saludos

  6. #6 por Mr. Lombreeze el 29 diciembre, 2008 - 13:31

    Obra maestra absoluta.
    Buen post.

  7. #7 por under flash el 29 diciembre, 2008 - 15:06

    Pido disculpas si he herido alguna sensibilidad, en ningún momento intente poner en duda la originalidad de David Lynch (por otro lado para mi uno de los paladines de la autenticidad junto a David Cronenberg y pocos mas), sino compartir una opinión en la que quería dar a entender (y parece que no lo conseguí) que si a Laughton no le paran los pies, como asi fue, hablaríamos del Lynch de su tiempo o viceversa.
    Por cierto yo también creo que «Cabeza Borradora» ha envejecido mal o puede que nunca llegara a nacer, pero eso si sin perder fuerza visual.
    Un saludo

  8. #8 por Gloria el 29 diciembre, 2008 - 15:28

    Hombre, habiendo leido la crítica que hizo Truffaut en el momento de su estreno (Click, click ) no tengo la impresión que detestara «La Noche del cazador, ni mucho menos. Al contrario, lamentaba el hecho de que la Opera Prima de Laughton iba demasiado contracorriente como para que el actor tuviera posibilidades de continuar su carrera como director.

    Y -*sigh*- no, Laughton no odiaba a los niños.

    El sambenito se lo colgó su viuda Elsa Lanchester. Elsa, por cierto si que no le gustaban los niños, curioso ¿no? Y añado que Elsa nunca estuvo presente en el rodaje ni preparación de la película… ¿Cómo iba a saber si su marido tuvo dificultades con los actores infantiles? Lo que pasa que cuando la señora Lanchester escribió su biografía, sin duda el editor le sugirió que un libro en plan «Mommie Dearest» o «Hollywood-Babylon», vendería más que uno estilo «Truffaut/Hitchcock»… No tengo ni que decir que tipo de libro es más fiable para un cinéfilo un poco serio

    Existen multitud de testimonios en el excelente libro de Preston Neal Jones «Heaven and Hell to Play With: The Filming of Night of the Hunter», en el cual los varios entrevistados (miembros del reparto y equipo de la película) coinciden en que laughton era muy buen director de actores, y era especialmente cuidadoso (en el buen sentido) dirigiendo a los niños. El documental de Robert Gitt «Charles Laughton Directs The Night of the Hunter»</a, que contiene tomas descartadas de la película en las que se puede oir a Laughton dando indicaciones, corrobora que Laughton dirigió a los niños (y no Robert Mitchum, como aseguran las leyendas urbanas), y que además, lo hizo con una actitud claramente amable y paternal hacia ellos.

  9. #9 por Briony el 29 diciembre, 2008 - 19:49

    *andrewflash

    No creo que hayas herido la sensibilidad de nadie en tu comentario. Yo tampoco encuentro concomitancias entre el (breve) cine de Laughton y las primeraas películas de David Lynch. Como máximo sí podrían coincidir en la maestría a la hora de crear un clima inquietante.

    *Swanson

    No acabé de expresarme del todo bien. No creo que Mitchum actúe de forma histriónica durante toda la película, pero sí es cierto que en algunos momentos dota a su personaje de ciertos rasgos histriónicos totalmente necesarios. Por ejemplo sus gritos cuando los niños consiguen huir o cuando la Srta. Cooper dispara contra él.

    *Gloria

    Gracias por tus puntualizaciones. Evidentemente no acudí a fuentes fiables para completar esta reseña y acabé cayendo en los errores que comentas.
    Había oído hablar de ese documental que señalas, pero no tengo ni idea dónde podría encontrarlo.

  10. #10 por Gloria el 29 diciembre, 2008 - 20:14

    Briony, la verdad es que no te puedo culpar, ya que hasta que Preston Neal Jones publicó su libro el 2002, los historiadores de cine, periodistas, etc, tomaban como referencia (dándola por buena) el testimonio de Elsa Lanchester. Preston Neal Jones se dedicó, durante años a rastrear personas relacionadas con la película, documentos inéditos y las tomas descartadas que Robert Gitt estaba restaurando en su departamento de la UCLA. La verdad es que es un volumen notable y un libro de cabecera para todo aquel a quien le guste esta película.

    Puede ser que, por razones de espacio, Elsa Lanchester no pudiera dedicar en sus libros todo lo que ella hubiera querido sobre «la Noche del cazador», aunque tristemente, incluyó ese par de comentarios que aún hoy en día se dan por buenos.

    Es cuestión, supongo, de que con el paso del tiempo, tanto el libro como el documental que he mencionado sean más conocidos, y tanto historiadores de cine como periodistas los tengan en cuenta a la hora de contrastar esas afirmaciones de Elsa.

    El documental de Robert Gitt, de momento, solo lo podrás ver si tienes la suerte de que se proyecte en alguna cinemateca/filmoteca cercana, o si alguna cadena de televisión tiene el detallazo de programarla. De todas maneras, no es enteramente descartable que se edite en DVD, así que crucemos los dedos.

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