Sobre “Ciudadano Kane” (1941) se ha escrito, analizado, diseccionado y estudiado todo lo que se podía escribir, analizar, diseccionar y estudiar y aún más, así que esta especie de reseña poco va a descubrir (más bien nada) que ya no se sepa. Sin embargo, siempre es un gustazo hablar, a modo de homenaje, sobre una de las grandes obras maestras del séptimo arte.
La culpable de que me haya decidido a revisionar (otra vez) este clásico es una modesta película que tuve oportunidad de ver el otro día. La producción se titula “RKO 281. La battalla por Ciudadano Kane” de Benjamin Ross (1999) y trata sobre las dificultades del joven y precoz Orson Welles antes y después de rodar esa especie de biografía desautorizadísima y camuflada del magnate estadounidense William Randolph Hearts.
Los problemas a la hora de buscar un productor, las extenuantes exigencias de Welles durante el rodaje y los (casi) insalvables obstáculos que Hearts interpuso para que la película nunca se estrenara, la dotaron de una especie de halo de misterio e interés que no sedujo al público de la época, pero sí lo consiguió con posterioridad.
Si alguien se interesa por la biografía real de Hearts y luego revisa la ficticia de Charles Foster Kane encontrará múltiples similitudes que lograron que el primero entrara en cólera: desde la famosísima palabra “Rosebud” (con la que Hearts aludía, cariñosamente, a los genitales de su amante); el origen “minero” de ambos personajes; el escándalo de un infidelidad que terminaría con la carrera política de ambos; la relación sentimental con una amante aficionada a los rompecabezas (la actriz Marion Davies en el caso de Hearts y la cantante de ópera Susan Alexander en el caso de Kane) y su intento por “colocarlas” en el mundo del espectáculo; su obsesión por comprar y atesorar antigüedades (baste recordar que Hearts adquirió el Monasterio de Santa María de Óvila en Guadalajara e hizo trasladarlo piedra a piedra) y obras de arte que, en ocasiones, ni siquiera desembalaban; el imperio periodístico-sensacionalista que los dos poseían; su más que supuesta implicación en el desencadenamiento de la guerra entre Estados Unidos y España tras la explosión del Maine en La Habana o ese mastodóntico castillo que, incluso, albergaba un zoológico.
Cuando Louella Parson (una de las correveidiles de Hearts) consiguió ver la película en un pase privado e informó a su jefe, éste intentó por todos los medios sabotear su estreno. Al parecer hubo un intento frustrado de quemar los negativos y se amenazó a los mandamases (judíos) de los principales estudios hollywoodienses en plena eclosión del nazismo (Hearts fue acusado de apoyar al régimen de Hitler). La progresiva decadencia económica del magnate le restó poder y la película finalmente vio la luz, aunque el día del estreno colaron a una menor desnuda (acompañada de fotógrafos) en la habitación del hotel en donde se hospedaba Welles que pudo evitar el escándalo gracias a un chivatazo de última hora. El vengativo Hearts sí consiguió que los medios de comunicación que él dirigía boicotearan la película y que ésta se convirtiera en un rotundo fracaso de taquilla.
A pesar de todo, “Ciudadano Kane” obtuvo nueve nominaciones a los Oscar de 1941 (mejor película, director, actor -el propio Welles-, fotografía, dirección artística, guión original, sonido, fotografía y montaje) y fue premiada en la categoría de Mejor Guión Original en la que compartieron galardón Herman J. Mankiewicz y Orson Welles.
Si tan sólo nos quedáramos con el contenido que nos transmite la historia de Charles Foster Kane (consultad el argumento en la ficha), nos encontraríamos con un atractivo, morboso y brillante guión con el que Welles se atrevió a fustigar a uno de los hombres más poderosos (y peligrosos) de la América de los años 40, sin embargo humildemente creo que la verdadera maestría y genialidad de esta cinta radica en el tratamiento formal de las imágenes puesto que Welles jugó con el lenguaje cinematográfico como nunca nadie antes lo había hecho: utilización del flashback y el flashforward, alteración del orden cronológico, planos secuencia, picados y contrapicados, profundidad de campo, rodaje en interiores sin eliminar los techos, ángulos de cámara insólitos, movimientos de grúa, dominio de los efectos sonoros, una “expresionista” iluminación, uso de la “cámara desencadenada”, etc.
Sin embargo no sería justo dar esta versión parcial de la realidad, puesto que Welles “heredó” muchos de los citados recursos de otros grandes directores (Victor Sjöström, Erich von Stroheim, los hermanos Lumière, F.W. Murnau o Jean Epstein) aunque fue él quien los recuperó para el cine mostrándolos en todo su esplendor.
Veamos algunos ejemplos que demuestran como “una imagen vale más que mil palabras”:
En esta escena (que inicia la película) conocemos el tenebroso castillo donde habita el magnate Charles Foster Kane. El cartel “NO TRESPASSING” también aparecerá al final dotando al film de una estructura circular. Además, esas dos palabras nos dan una idea de lo inaccesible del personaje.
El recorrido que la cámara realiza por los dominios de Kane nos informa, además, de su espléndido y excesivo modus vivendi, pero también de que uno puede vivir en la opulencia, pero en la más completa soledad.
Todo lo que sucede en la habitación de Kane (la utilización de claroscuros, el primer plano de sus labios pronunciando “Rosebud” y ese ángulo imposible de la enferma vista a través de la bola) es simplemente genial.
A modo de anécdota comentar que esta escena da lugar a un error garrafal: si Kane está solo cuando pronuncia la enigmática palabra, ¿cómo lo sabían los periodistas que investigan su significado?
Leland (Joseph Cotten), el mejor amigo del multimillonario, relata el momento en el que Kane acaba de contraer matrimonio con su primera esposa. La erosión de la pareja se evidencia a través de la sucesión de distintos desayunos en los que los rostros van endureciéndose y la música del todavía desconocido Bernard Herrmann pasa, progresivamente, de un tono desenfadado a uno mucho más fúnebre. Atención al final de la escena: mientras Kane lee uno de sus periódicos (el “Inquirer”), su mujer hace lo propio con uno de la competencia (el “Chronicle”). La ruptura es inminente…
El Sr. Thomson está a punto de abandonar Xanadú sin haber descubierto qué significaba “Rosebud”. La cámara nos mostrará las innumerables pertenencias de Kane listas para ser subastadas. Sin embargo, algunos objetos están siendo pasto de las llamas. Uno de ellos esconde el misterioso significado de “Rosebud”: ese trineo que Kane utilizaba siendo niño. Una magnífica metáfora sobre el anhelo de la infancia.
Susan (segunda mujer de Kane y frustrada y frustrante cantante de ópera) debuta, sin demasiado éxito (las reacciones del público son muy reveladoras), en el flamante teatro que su marido ha construido para ella. La minúscula Susan frente a la sombra omnipresente de Kane (Welles está espléndido).
El primer plano que muestra el frasco, la sombra de Susan respirando entrecortadamente sumida en una tenue oscuridad y la puerta golpeada por Kane nos informan, sin necesidad de palabras, de que la joven ha intentado suicidarse.
Kane pierde las elecciones tras descubrirse su idilio con Susan.
La secuencia que reproduce la dura conversación entre Leland y Kane queda potenciada por el ángulo de la cámara (parece que tuvieron que “agujerear” el suelo para conseguirlo) que nos presenta a un “gigantesco” Kane (como suele aparecer en buena parte de la película) frente a un empequeñecido Leland.
La solitaria y aburrida inmensidad de Xanadú expresada a través de esa enorme chimenea, del eco de las voces en ese salón infinito en el que Susan mata el tiempo resolviendo, uno tras otro, rompecabezas. Ese paso del tiempo se demuestra gráficamente a través de los distintos puzzles que aparecen y al hecho de que la chimenea está apagada.
La ruptura y el distanciamiento final entre Kane y Susan quedan amplificados por la utilización de la profundidad de campo.
El Sr. Thomson consulta las memorias del tutor de Kane, el Sr. Thacher. La iluminación de la sala se convierte en la verdadera protagonista de la secuencia.
Por muchas de las razones esgrimidas en esta reseña, se considera a “Ciudadano Kane” como la mejor película de toda la historia. No sé si esta afirmación es demasiado dogmática, pero lo que está claro es que Welles se sacó de la manga (con 25 añitos) una apabullante obra maestra que sigue encandilando a generaciones enteras.
#1 por redrumum el 11 octubre, 2008 - 19:34
¡Sí señor! Una gran reseña de porque Ciudadano Kane es una obra maestra, más allá de la propia historia. La habilidad de Welles con la cámara dejaría en bragas a la mayoría de cineastas de hoy día.
Y por si fuera poco, parece ser que Welles se quedó con más ganas de jugar con el espectador tras su peculiar «Guerra de los mundos», así que hizo al espectador partícipe del secreto del protagonista al ser el único que ve al magnate pronunciar «Rosebud».
Una pena que las nuevas generaciones no aprecien un film como este.
¡1 saludo y gran entrada!
#2 por aleX el 12 octubre, 2008 - 00:14
Es una obra maestra… pero no la mejor película de la historia del cine, puede ser de las mejores(que no la veo yo entre los 10 primeros puestos), pero no puede ser «la mejor» porque es algo que para mí no existe aunque todos los críticos salten a gritarlo a unánime. Cada vez que lo oigo me deja con la sensación de que dicen que mis películas favoritas son un bodrio a su lado…
#3 por Mr. Lombreeze el 13 octubre, 2008 - 20:21
Es un peliculón. Visual y técnicamente enorme.
Sin embargo la historia de Hearst nunca ha conseguido interesarme del todo y no es de mis favoritas.
De Welles me quedo con «Sed de mal», creo que es su mejor peli. También «El cuarto mandamiento» me parece más estéticamente interesante incluso que Kane.
En cualquier caso es una de las imprescindibles.
#4 por theoden el 9 agosto, 2009 - 08:31
como ya lo mencionaron en el primer comentario, no existe tal error al inicio del filme
Welles tan solo deseaba hacer participe al espectador de su pelicula, de hecho tan solo basta ver el final de la pelicula y preguntarse ¿ quien sabe el significado de la palabra rosebud? pues solo el espectador.
La pelicula se inicia y termina con el espectador como complice de la misma, otra de las razones por la que se ubica y se ubicara entre las grandes
#5 por Reference el 2 septiembre, 2009 - 11:37
Totalmente de acuerdo en que es una obra maestra. Sin embargo, debo reconocer que mi film favorito de Welles es ‘Sed de mal’ (‘Touch of Evil’), una película brillante, con el mejor inicio (a mi juicio) de la historia del cine: ese plano secuencia del coche que circula con una bomba en el maletero…