A los adolescentes les gusta ir al cine. Les gustan las películas de terror, con algo de misterio y muerte. Les gustan las criaturas extrañas, los monstruos. Y si son chicos, les gustan las chicas. Pongamos una criatura extraña en un paraje exótico tal y como la Laguna Negra. Mejor todavía, juntemos a una mujer y a un monstruo…
La primera mitad de la década de 1950 encontró una manera de hacer interesantes al público las películas de puro entretenimiento. Consistió en ponerles unas gafas de cartón con un celofán de color azul en un ojo y en el otro de color rojo para dotar de profundidad espacial a las películas. De esa época cabe reseñar «Los Crímenes del Museo de Cera» («House of Wax», 1953), «Vinieron del Espacio» («It Came From Outer Space», 1953), «El Fantasma de la Calle Morgue» («Phantom of the Rue Morgue», 1954) y esta criatura que hoy nos ocupa. Pero profundidad espacial no ha implicado nunca profundidad argumental. Además, los pases por televisión han hecho que estas cintas sean conocidas por el gran público de manera bidimensional, por lo que parte de su atractivo resulta complicado de apreciar.
La historia es la manida fórmula del triángulo de amor y odio entre chico, bicho y chica. No busques más. Cumple con todos los estereotipos del género, con su misterio inicial, sus diálogos seudo científicos para justificar lo que vas a ver, la chica guapa que sabe gritar, el chico de torso descubierto, cierto desprecio por la naturaleza, los que van a morir que ni saludan, …
Está dirigida por un principiante Jack Arnold (esta es su cuarta película), que venía de dirigir la anteriormente mencionada por tridimensional «Vinieron del Espacio», que después nos dejaría joyas como «Esta Isla la Tierra» («This Island Earth», 1955), «Tarántula» (1955) o la maravillosa «El Increíble Hombre Menguante» («The Incredible Shrinking Man», 1957), y cuyo genio se diluiría con los años en episodios televisivos y cintas de dudosa calidad.
Resulta más o menos claro que gran parte de su presupuesto se fue en los aspectos técnicos. Por un lado las tres dimensiones suponen rodar con dos cámaras gemelas con el doble de cara película virgen, y las escenas submarinas requieren equipo especializado. Por el otro tenemos al monstruo.
Tenemos que hablar de otro icono claramente reconocible en la historia del cine. El hombre anfibio de la era devónica está magistralmente realizado. Un diseño cuidado hasta el más mínimo detalle, como esas elásticas membranas interdigitales o esa aleta dorsal que nos oculta la inevitable cremallera. Permitía una gran libertad de movimiento a Ricou Browning, el buceador profesional que le da vida bajo el agua, y los andares patosos de Ben Chapman cuando está fuera de su húmedo medio quedan perfectamente complementados por el detalle de las agallas y la respiración boqueante, muy lejos de los rígidos e inexpresivos monstruos de aquel entonces. Sus brillantes ojos saltones de besugo ciertamente impresionan cuando mira a la cámara, pero no los veremos hasta bien adentrados en la trama. Una cosa que echo de menos en el cine actual es la sutileza a la hora de irnos presentando al bicho de turno.
Y ya que hemos hablado del monstruo, hablemos ahora de la mujer. Una belleza de pelo azabache que responde al nombre de Julie Adams, que contaba con veintiocho años en aquel entonces y que hoy en día sigue al pie del cañón televisivo en «C.S.I.» o «Perdidos», pero teñida de rubio. Su interpretación, como la del resto del reparto, es funcional, limitándose a estar y nadar, sin más estridencias que las de sus gritos. En el montaje se permiten dejar un plano en el que claramente mira a alguien del equipo técnico, y el departamento publicitario de la Universal afirmaba que sus piernas habían ganado un premio como las más perfectamente simétricas del mundo. La cuestión es cómo y quién.
La música cobra en esta película un poco más de protagonismo pues las escenas subacuáticas sólo tienen el diálogo burbujeante de las persecuciones y peleas. Por ese motivo se hace más evidente su presencia lo que justifica un poco más de calidad en el solfeo, y en cierto momento parecen intuirse los abuelos de esos acordes de «Tiburón» («Jaws», 1975). No en vano, aunque no aparece en los títulos de crédito, Henry Mancini metió la mano.
En definitiva la película no es la octava maravilla del séptimo arte, y sin embargo según han ido pasando los años ha ido ganando adeptos y sumando puntos en las clasificaciones. Seamos sinceros con nosotros mismos: al final nos gustan las películas tópicas y ésta resulta agradable de ver. Además la criatura tiene ese aura romántica de fatalidad e incomprensión que nos han dejado los grandes monstruos de la fantasía. Pero si Frankenstein sólo buscaba cariño y King Kong lo que apreciaba era la belleza, uno se pregunta qué es lo que busca este viscoso anfibio de ojos saltones y boca jadeante.
El éxito de la criatura le propició dos secuelas tituladas «Revenge of the Creature» (1955) del mismo Arnold y «The Creature Walks Among Us» (1956), ambas de inferior calidad aunque no las he sufrido en persona. En mi opinión hubieran resultado más inquietantes si sus títulos hubieran sido «La Criatura Contraataca» y «El Hijo de la Criatura».
¿Será así como nos comportamos de fiesta, igual que seres que no han evolucionado desde que en la era devónica salieron a la playa?
#1 por Swanson el 19 agosto, 2008 - 00:41
«…si Frankenstein sólo buscaba cariño y King Kong lo que apreciaba era la belleza, uno se pregunta qué es lo que busca este viscoso anfibio de ojos saltones y boca jadeante».
Pues… Teniendo en cuenta la soledad en la que ha vivido durante años en ese lago (la última de su especie, vete a saber cuando desaparecería), y sin una trucha de buen tamaño con la que retozar por el fango del fondo, da que pensar que lo que busca es pareja 🙂
El mónstruo al que ahora se le sacan tantas pegas, tuvo que impresionar lo suyo a los espectadores del 54, y aunque hoy en día la gente se deje impactar más por la máscara de scream que por los ojos del anfibio, nadie podrá negar que su mirada es inquietante y terrorífica, sobre todo en la escena de la jaula. Me quedo con el, cien veces antes, que con los vampiros-muertos vivientes digitalizados de «Soy leyenda».
Le habrán pasado los años por encima,y perdido algunos de sus valores de entonces, pero cuenta con unas excelentes escenas submarinas, y una perfecta ambientacion.
Se puede recomendar para ver, mucho mas que algunas películas actuales.
Buena reseña, Phibes.
#2 por Phibes el 19 agosto, 2008 - 11:16
«[…]sin una trucha de buen tamaño con la que retozar por el fango del fondo[…]» XD
Estuve a punto de ilustrar el artículo con una foto de la criatura en la jaula. Ciertamente su mirada espanta y siempre resultará más real que esos monstruos animados por ordenador.
En cuanto a lo de la pérdida de valores de entonces, precisamente estaba escribiendo una reseña en la que quería hacerlo notar. Pero luego llegan cosas como «Death Race» y lo que se supone que ha sido evolución en la especie y avance en la inteligencia y los valores morales te lo desmontan con un trailer de pocos minutos. Y no lo digo porque no me guste de vez en cuando ver una película moralmente incorrecta, sino porque parece que hasta se lo toma en serio.
#3 por Swanson el 19 agosto, 2008 - 11:51
Tienes toda la razón respecto a “Death Race”, al citarla a modo de comparación (se podrían inclúir bastantes más).
Esperamos esa reseña sobre el tema.