Stanford White fue uno de los arquitectos más prestigiosos de la Edad Dorada americana. Marido ejemplar y respetado por todos sus conciudadanos, White no era lo que parecía. En un dúplex de su propiedad organizaba escandalosas orgías en las que participaron innumerables chicas. Una de ellas fue Evelyn Nesbit, una corista y modelo con la que el arquitecto inició una tórrida aventura amorosa.
Cuando White abandonó Nesbit, ésta se casó con el multimillonario heredero Harry Kendall Tahw quien la conquistó a base de su insistencia y de agasajarla con continuos regalos. Pero Tahw tampoco era ningún santo y, en su noche de bodas, consiguió a golpes que Nesbit le confesara su relación con White del que juró vengarse.
El 25 de junio de 1906, Tahw se dirigió al Madison Square Garden, en el que se estrenaba una revista musical, y allí asesinó a White de tres disparos que le alcanzaron en la cabeza y en la cara.
En el juicio a Tahw se alegó, por primera vez en la historia legal de los Estados Unidos, la locura transitoria como atenuante y el jurado le declaró inocente. Tras recuperar su libertad, el multimillonario se divorció de Evelyn que volvió a trabajar como corista.
Este hecho real que ya sirvió de base argumental para la película “La muchacha del trapecio rojo” (1955) de Richard Fleisher, también se ha utilizado en “Una chica cortada en dos” (2007), la última cinta del veterano director francés Claude Chabrol.
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En esta ocasión, Chabrol ha establecido como protagonistas del dramático triángulo amoroso a Charles Saint-Denis, un escritor cincuentón, casado y famoso que se encapricha de la jovencísima “chica del tiempo” Gabrielle Deneige que, a su vez, está siendo cortejada por Paul Gaudens, un rico heredero caprichoso, arrogante, casquivano y algo desequilibrado.
Sin embargo, el director francés no ha estado del todo acertado a la hora de llevar a la pantalla esta compleja y enrarecida historia de amor a tres bandas con final trágico y el resultado dista mucho de otros trabajos (algunos de los cuales considero excelentes) como “El carnicero” (1969), “Un asunto de mujeres” (1988), la adaptación de “Madame Bovary” (1991), “El infierno” (1994), la obra maestra de “La ceremonia” (1995), “En el corazón de la mentira” (1999), “Gracias por el chocolate” (2000), “La flor del mal” (2003), “La dama de honor” (2004) o “Borrachera de poder” (2006) con la que creo que Chabrol dio un paso atrás en la calidad que suele caracterizar a sus películas.
“Una chica cortada en dos” (título metafórico con doble sentido que viene a significar la dualidad amorosa de Gabrielle y el hecho de prestarse a ser cortada en dos en el número de magia que realiza su tío por la que ha sido contratada como partenaire tras su divorcio de Gaudens) no es ni mucho menos una mala película (a pesar de las habituales y chirriantes BSO de Matthieu Chabrol), sin embargo no termina de resultar creíble ya que, a mi entender, la química que debería existir entre los personajes brilla por su ausencia. Sin embargo, Chabrol es zorro viejo y sabe moverse (como nadie) entre la falsedad, las intrigas y la superficialidad de esa burguesía a la que tanto le gusta (le ha gustado y le gustará) fustigar en sus películas. Nadie como él sabe mostrar la vacuidad y la hipocresía de esas reuniones sociales en las que se combina champany del bueno y un aplastante cinismo.
En cuanto al trío protagonista, François Berléand (al que hemos podido ver, entre otras, en “Adiós, muchachos” (1987) de Louis Malle, “Capitán Conan” (1996) de Bertrand Tavernier, “Los chicos del coro” (2004) de Christophe Barratier, “La hermanas enfadadas” (2005) de Alexandra Leclère o “Borrachera de poder” en la que sufría la persecución de una implacable juez interpretada por la fantástica -como siempre- Isabelle Huppert) interpreta a ese viciosillo escritor de éxito; Benoît Magimel (que ha aparecido, por ejemplo, en la excelente “La pianista” (2001) de Michael Haneke, “La flor del mal” y “La dama de honor” y en “Según Matthieu” (2002) de Xavier Beauvois) da vida a ese joven heredero que acabará convirtiéndose en un asesino y Ludivine Sagnier (que ha participado en películas como “8 mujeres” (2002) o “Swimming Pool” (2003) ambas de François Ozon) encarna, con rostro de ángel y cuerpo de puta a la manera chabroliana, a Gabrielle.
Sí, a simple vista una “Una chica cortada en dos” es más de lo mismo, Chabrol es Chabrol y cualquier cosa que salga de sus manos resulta, cuanto menos, interesante.
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Briony