Debo confesar mis reticencias a la hora de embarcarme en el viaje que Wes Anderson nos propone en el título de su última película “Viaje a Darjeeling” (2007), sin embargo no me arrepiento de haberme comprado un billete de tren y recorrer la India en compañía de los poco convencionales hermanos Whitman.
Si las excentricidades tragicómicas de la familia Tenenbaum en “Los Tenenbaums” (2002) me resultaron de lo más estimulantes, las evoluciones del explorador submarino Steve Zissou en “Life Aquatic” (2004) no me dejaron otra opción que darle al stop y dedicarme a otras labores más interesantes. Ahí está el porqué de haber aparcado el visionado de “Viaje a Darjeeling”.
En esta ocasión volvemos al tema recurrente de una familia desestructurada que intenta recomponer los pedazos de una relación fraternal rota, en este caso, tras una desgracia familiar. Francis, Peter y Jack Whitman dejaron de hablarse después de la muerte de su padre y deciden emprender un viaje espiritual por la India para restañar las heridas nacidas entre ellos y buscar a su madre (Anjelica Huston), retirada en un convento al pie del Himalaya, a la que hace tiempo no han visto y que ni siquiera acudió al funeral de su marido.
Y la película narra precisamente eso: cómo tres hermanos que parecían tan distanciados en un principio vuelven a estrechar lazos y a superar la muerte y el abandono. Es por esta razón que la cinta podría dividirse en dos partes claramente diferenciadas: la primera correspondería al viaje en tren propiamente dicho (durante el cual los hermanos recelan unos de otros) y una segunda que transcurriría tras ser expulsados del mismo por un desconfiado revisor a causa de su comportamiento extravagante (que les llevará a la reconciliación definitiva).
Aunque parece que nos encontremos frente a un drama de tomo y lomo no es así, ya que la película lleva el sello Anderson y nos muestra una comedia con tintes amargos dotada de un humor que algunos ¿entendidos? califican de poshumor.
Y lo cierto es que “Viaje a Darjeeling” está plagada de momentos divertidos por lo absurdo y surrealista de algunas situaciones potenciadas por el buen hacer de sus tres intérpretes:
Owen Wilson (Francis) encarna al hermano mayor de los Whitman que pretende controlarlo todo y a todos (incluso se ha llevado a su secretario personal para que confeccione un plan de viaje para cada día), un triunfador que (curiosamente) ha intentado suicidarse y que luce un extraño vendaje que cubre unas cicatrices físicas tras las cuales se esconden otras cicatrices más profundas e invisibles. Wilson es habitual en las películas de Anderson (se conocieron en la universidad) desde la ópera prima de este último “Bottle Rocket” (1996) y cuyo guión escribieron juntos
Adrien Brody (Peter) da vida al hermano de la eterna mirada triste que está a punto de tener un hijo y que se empeña en llevar las graduadas gafas de sol de su padre (demostrando que no ha superado su pérdida y de ahí su fijación obsesiva por el cinturón del difunto) y que, evidentemente, le provocan unos terribles dolores de cabeza que combate a base de pastillas dando lugar a un hilarante “tráfico” de medicamentos hindúes entre los tres hermanos.
Jack (Jason Schwartzman) es el benjamín de la familia. Un mujeriego que hasta se liga a la exótica azafata del Darjeeling, inseparable de su Ipod y escritor que niega continuamente que sus relatos se basen en la vida de sus hermanos cuando es evidente todo lo contrario. Señalar que Schwartzman, primo de Sofia Coppola y al que pudimos ver interpretando al apocado Luis XVI en “María Antonieta” (2007), es co-guionista del film junto con el propio Anderson y Roman Coppola, hermano de Sofia.
Al trío comentado anteriormente se uniría la gran Anjelica Huston (esa madre a la que buscan como punto de apoyo y que les demostrará que sólo se tienen a sí mismos) y los cameos de Bill Murray, Kumar Pallana (el inolvidable Pagoda de “Los Tenenbaums”) y Natalie Portman.
Al parecer “Viaje a Darjeeling” debía proyectarse precedida del corto “Hotel Chevalier”, del mismo Anderson, a modo del prólogo (¿o de estrategia publicitaria?) en el que se narra una historia de amor en un hotel de París. Dicho corto está protagonizado por Jason Schwartzman (que repetirá albornoz en su viaje en el Darjeeling sirviendo de punto de unión entre ambas producciones) y una Natalie Portman ligerita de ropa y que podéis ver aquí por cortesía del cinéfago Snake.
No quisera olvidarme del padre fallecido (atención al surrealista flashback del funeral) cuya sombra planea sobre toda la historia y que, aunque no aparece físicamente, sí lo hace simbolizado en ese peculiar juego de maletas que ha dejado como herencia a sus hijos y con el que ellos cargan durante gran parte de la película de la misma forma que cargan con el peso de su pérdida y del que se desprenderán en una fantástica y metafórica escena hacia el final de la cinta.
Una estrámbotica, tragicómica y estimulante aventura que empieza y termina a bordo de un tren de brillantes tonos azules que, aunque llega a perderse en el desierto, nos transporta a un país colmado de colores que esconde la salvación, pero también la amargura y la muerte.
Viajeros al tren.
Para ver la ficha de la película, pinchad aquí
Briony