El pasado jueves 26 tuve la oportunidad de asistir al preestreno de la nueva película de Martin Scorsese por la cara (con palomitas y refrescos también gratis), gracias a cuatro invitaciones que nos regalaron en el Kebab donde he cenado y comido varias veces (entradas que el centro comercial donde está metido el multicine al que vamos habitualmente ha regalado para conmemorar su séptimo aniversario). Así que ahí nos presentamos tres amigos y un servidor, rompiendo la tradición de ir a las multisalas los fines de semana y poniendo en riesgo nuestro descanso nocturno previo a otro día de madrugón y trabajo, que vendría pocas horas después de terminar el pase. Para empezar, debo decir que no había visto una cola así desde El retorno del Rey.
Se notaba que esa noche era gratis y se habían repartido un buen puñado de invitaciones. La gente somos así… y apuesto mi colección de videojuegos de la Master System a que más de la mitad del público que estaba allí no se había asomado a la taquilla desde… ¿El retorno del Rey?. Vamos, que no estaría nada mal que las salas se llenaran así todos los días, aunque hubiera que pagar. Y me juego también el cuello a que a mucha de esa gente se la soplaba si la peli era de Scorsese o si se trataba del remake de una peli oriental, porque lo importante era ir al cine gratis, y tanto daba si era Infiltrados como Infiltradas 2: Ansiosas de Libertad. ¿Estoy tratando de ignorante a la mitad del público con quien compartí sesión? Pues no es eso, simplemente digo que se nota la diferencia entre un público que ha pagado para ver una peli concreta y otro que va a ver lo que le echen. Y en este caso, a tenor de algunos comentarios que escuché nada más finalizar la película, me inclino a pensar que muchos de los que fueron esa noche pertenecían al segundo grupo de audiencia: los que se sorprendían de la larga duración de la cinta (algo habitual en Scorsese) y con giros de guión calcados de la obra original de Andrew Lau y Alam Mak en la que está basada Infiltrados, la cinta de Hong Kong Infernal Affairs (estrenada en España en DVD como Juego Sucio, como comenté hace meses en su correspondiente reseña).
¿Mereció la pena el «esfuerzo» de acercarse al cine? Por supuesto. Infiltrados es una de las grandes películas de este año, una de esas obras que los cinéfilos/cinéfagos esperan con una mezcla de interés inevitable e incredulidad: interés debido lógicamente al nombre que hay detrás del rótulo de «Directed by», uno de los gigantes de la historia del cine, en la que ha escrito su nombre con letras de oro gracias a cintas imprescindibles como Malas Calles, Taxi Driver, Toro Salvaje o Uno de los nuestros; e incredulidad por culpa de la tibieza con la que fueron recibidos sus últimos trabajos en el campo de la ficción, Gangs of New York (que me pareció desmesurada y anticlimática en el peor sentido de la palabra) y El Aviador (que no entro a valorar porque aún no la he visto). Y, por supuesto, teniendo en cuenta que el espectador (o al menos algunos de ellos, entre los que me incluyo) que disfrutó con Infernal Affairs aguardaba la llegada de la cinta de Scorsese con una ceja levantada, mueca torcida y el cargador de la 9mm a rebosar… Y, sin embargo, si tuviera que utilizar las armas sería para dispararlas al cielo y celebrar que, por fin, después de un puñado de altibajos, el tío Martin ha vuelto a filmar una peli que me ha satisfecho de manera notable (aunque menos que la descomunal Casino o la hiperbólica El cabo del miedo – otro remake, por cierto – ). Con un metraje de dos horas y media y unos recursos económicos más que suficientes, Scorsese ha filmado una película divertida y espectacular (a pesar de sus escasas escenas de acción), llena de giros de guión y de personajes carismáticos, menos efectista que la original, con brotes de violencia física y verbal considerables y un extenso reparto en estado de gracia (exceptuando en cierta medida a Matt Damon, quien parece algo perdido o acojonado, por mucho que su papel sea el de engreído delincuente metido a policía). La historia de un policía infiltrado en una banda de gangsters y de un gangster infiltrado en el cuerpo de policía es lo suficientemente atractiva como para no perder el interés en ningún momento, y coloca hábilmente al espectador en una diatriba moral al verse obligado a sentir empatía hacia unos individuos que, independientemente del lado de la ley en el que se encuentren, cometen actos que son cualquier cosa menos laudables.
Pero, ojo, como ya advertí hace tiempo en el artículo que escribí sobre la cinta original hongkonesa, no podemos caer en el error de atribuirle méritos a un guión que calca casi literalmente algunas escenas de su precedente foráneo. Intentando no desvelar ningún dato relevante del argumento, tenemos que destacar que secuencias o ideas como la del brazo escayolado, la escena de la sala de cine y la posterior persecución, o el sobre con una palabra mal escrita son prácticamente clónicas (y algunas más que no conviene explicar). Y, por otro lado, hablando del reparto y su modo de encarar los papeles, me quedo sin duda con Tony Leung y Andy Lau antes que con Leonardo DiCaprio (en una interpretación más que notable, empero) y Matt Damon. No es ya que me parezcan mejores actores en general, sino que en el caso concreto de Infernal Affairs transmiten un desasosiego y una angustia psicológica provocada por su prolongada falsa identidad que, en comparación, en la versión americana apenas queda como un apunte dramático algo apurado (y aquí hay que cargar parte de culpa en los hombros de Scorsese y su guionista). Además, se echa en falta algo que en la cinta de Hong Kong resultaba bastante poderoso: la posibilidad de que, en otras circunstancias, los personajes principales podrían haber llegado a ser amigos. Aquí no tienen contacto más que al final, y cuando se encuentran poco tienen que decirse.
Sé que puede ser algo injusto valorar un remake comparándolo con su original, pero ese es uno de los riesgos que conlleva hacer una cinta de este tipo y a nadie debería sorprenderle: el largometraje filmado en Hong Kong es más escueto, dinámico, emocionante y «profundo» que el ambientado en Boston. ¿Os parece fuerte el final de la versión Scorsese? Pues si veis la cinta de Lau & Mak comprobaréis que aquella tenía una conclusión aún más impactante, no tanto por el grado de violencia sino por lo irónico de su desenlace, carente de la moralina presente en el de la versión norteamericana que hace presencia a poco que nos paremos a pensar en ello (y es que, a primera vista, nos podría parecer más contundente, pero en el fondo no se aleja del típico final hollywoodiense en el que el malo se lleva su merecido castigo.
En resumidas cuentas, estas son algunas ideas con las que me quedo tras ver el film:
– Lo bien que se lo debió pasar un Jack Nicholson a sus anchas, tan sobreactuado como irresistible. Lástima que no coincida en más escenas con el personaje de Mark Wahlberg, porque sus conversaciones podrían ser míticas.
– La progresiva calidad interpretativa de Leonardo DiCaprio, muy por encima de un limitado Matt Damon.
– La abundancia de canciones en la banda sonora, eclipsando la partitura de Howard Shore.
– El montaje lleno de cortes súbitos en la pista de audio, que puede descolocar a más de uno.
– Lo irónico que resulta que alguien de la talla de Scorsese tenga que recurrir a rehacer una cinta de recientísima factura para conseguir el que seguramente será su mayor éxito comercial hasta la fecha.
– La imposibilidad de negarme a reconocer que Infiltrados es un ejemplo de buen cine por mucho que me gustara Infernal Affairs.
Para amantes del buen cine norteamericano que no se obcequen en negar los aciertos que puede tener un remake.
Lo mejor: La potencia del abuelo Scorsese.
Lo peor: A algunos les parecerá lenta (aunque a mí no me lo pareciera en absoluto).
Calificación: 8 / 10